Capítulo 32: Irse Sin Decir Nada

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Cuando un vehículo se detuvo detrás de ella y oyó su nombre, giró con movimiento automático. Nanami, alto, oscuro y sombrío, se bajó de un todoterreno.

—¿Qué demonios haces aquí? —demandó furioso.

—Trabajar —el corazón le dio un brinco de alegría—. ¿Cómo supiste que estaba aquí?

—Por la televisión. Te reconocí en un plano general —sus ojos velados le devoraron el rostro mientras contenía la furia—. Estás agotada.

—Cansada —reconoció.

—Muy bien, sube.

La extenuación con la que había estado luchando, de repente la dominó. Trastabilló y Nanami la sostuvo con brazos fuertes.

—Ya está —anunció—. Te vas de aquí.

Dejó que la acomodara en el vehículo. Alguien señaló su bolso, y él lo metió en la parte trasera. Sin hablar, arrancó y pasó por delante del marae.

—Eh —exclamó ella con voz ronca—, ahí es donde voy a dormir.

—Si las protecciones ceden, puede que alcancen el marae. Si eso sucede, quiero que estés bien lejos.

—No pienso volver a Auckland —insistió.

—Yo tampoco... cuanto menos tiempo pasemos en la carretera con este tiempo, mejor —su voz era fría, remota e inflexible.

________ se mordió el labio. La noche anterior había hecho el amor con él como un regalo de despedida; en ese momento se sentía como una niña necia y enfadada que era devuelta al hogar después de haberse escapado.

—Hablaba en serio en lo que ponía en la carta —dijo pasado un momento.

—Querido Nanami, lo siento, pero ya no quiero quedarme contigo. Gracias por todo lo que has hecho por mí... de verdad aprecio tu amabilidad. Sinceramente tuya, ________ —citó él con crueldad—. Parecía la carta de un niño.

—¿Qué esperabas... un libro? —espetó ella.

—Esa suena más como la ________ que conozco. ¿Por qué te marchaste después de la exhibición de anoche?

—A veces debe ocurrírsele a los hombres que el sexo no es lo más importante en una relación. Sé que no sucede a menudo, pero si de vez en cuando.

Para su profundo enfado, él rió. Se erguió en el asiento, amargamente consciente de que había vuelto a la vida, de que su presencia probablemente la llamaría desde la tumba.

—Oh, se nos ocurre en ocasiones, pero debes admitir que anoche tú no pensabas en otra cosa, y tampoco yo. Cuando llegaste hasta mi pecho con esas enloquecedoras caricias, me costó no tumbarte y hundirme en ti el tiempo que consiguiera durar. Lo único que me mantuvo cuerdo fue el hecho de que sabía que a ti te pasaba lo mismo —________ no respondió, y él preguntó con súbita furia—: ¿Por qué demonios te fuiste hoy?

Pensó en las palabras que le había dicho antes la mujer. «Si no lo intento ahora», pensó, «jamás lo sabré».

—Quie... quiero más que lo que tú puedes darme.

—¿Más qué?

—Lo estoy estropeando —no lo culpó por su exasperación.

—Estás rendida —espetó él—. De momento, déjalo... ya casi hemos llegado. Esperaremos hasta mañana y entonces hablaremos. Pero por hoy basta de huir, ¿de acuerdo?

Más que Amante - Nanami Kento X Reader 💝💘🍋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora