Capítulo 8: Amabilidad

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No podía pagarla. Alzó la vista y se dio cuenta de que él la contemplaba con placer. Mientras su piel se tensaba, __________ pensó en leones, relajados, indolentes, mortíferos.

—Quitaré mi coche del camino —comentó él. Nanami Kento era excesivo. Como se movía, el aura dominante que irradiaba, su tamaño... todo ello reforzaba la autoridad controlada y autocrática de su hermoso rostro. ¿Cómo podía caerle mal y, al mismo tiempo, ser cautiva de una fascinación tan ciega e involuntaria?— Será mejor que guardemos esos pimientos en mi maletero —añadió él—, y te llevaré a donde tengas que entregarlos.

Deseó poder rechazar su ofrecimiento, pero no podía. El supermercado compraba casi toda su fruta y verduras en los mercados de Auckland; recurría a ella porque era fiable y vendía barato. Miró el reloj.

—Voy al supermercado, gracias.

—¿Quieres quitar la rueda de la furgoneta? Puede que el taller mecánico tenga una llanta que le sirva.

—No, lo haré después... el supermercado quiere los pimientos ahora.

—De acuerdo. Cierra el vehículo si lo crees necesario. Yo guardaré los pimientos.

Se sintió mal. No era culpa de Nanami que reventara la rueda, y encima le ofrecía llevarla. Además, él tenía todo el derecho a estar enfadado por la puerta de su coche, pero no había dicho nada. Sólo que lo que para Nanami era una molestia, para ___________ representaba un revés importante. No sólo tenía que comprar una válvula de riego, sino dos ruedas nuevas. Y no tardaría en recibir el cargo de la hipoteca, por no mencionar las facturas de electricidad y teléfono... Y siempre... siempre las deudas de su padre.

Mientras miraba a Nanami guardar las cajas, con mordacidad pensó que al menos sus huertos florecían. Se había remangado la camisa, y algo en ella se retorció cuando vio la facilidad con la que manejaba la rueda de repuesto.

«Basta», se dijo con severidad, y cerró la furgoneta antes de dirigirse a regañadientes a su coche. Se sentó, contenta de tener tierra en la suela de las botas y de que sus vaqueros estuvieran polvorientos. Que su caro coche supiera lo que era una suciedad ganada con el sudor de su frente.

—¿Dónde está el supermercado? —preguntó al arrancar el motor.

Mientras se lo indicaba, el ansia oculta en su interior volvió a agitarse; una dulzura reprimida, lenta como la miel, potente y suave como un buen brandy, vibró en ella. ¿Por qué era tan susceptible a los hombres atractivos? Su novio del instituto había sido el chico más atractivo del distrito, y su reacción física a Toji Fushiguro la había impulsado a acercarse lo suficiente para sentirse fascinada por sus encantos.

Pero aún tenía suerte. Su corazón se había mantenido intacto al enterarse de la existencia de su esposa, y le había dado la espalda a lo que podría haber sido una relación complicada y sórdida. Había salido de aquello con el orgullo y la independencia manchados, pero todavía enteros. Resultaba doblemente irónico que el único hombre que la había impresionado desde entonces fuera el que había dejado una marca en su orgullo... y el que también amenazara su independencia. Nanami entró en el aparcamiento del supermercado e insistió en llevar las cajas al interior.

—Puedo hacerlo yo —indicó ____________, tratando de no parecer desagradecida—. No pesan.

—Está bien; soy más fuerte de lo que parezco.

Tensa, ella caminó a su lado.

—Gracias, _________ —dijo la encargada de la sección de frutas y verduras. Miró a Nanami y esbozó una sonrisa de auténtica admiración—. Déjalas ahí, ¿quieres? ¿El precio habitual?

Más que Amante - Nanami Kento X Reader 💝💘🍋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora