En el carromato de Ben.
Abenthy fue el primer arcanista que conocí, una figura emocionante para una nena tan chica como yo. Dominaba todas las ciencias: Botánica, astronomía, psicología, anatomía, alquimia, geología, química.
Era corpulento, con unos ojos chispeantes que no paraban de moverse en todas las direcciones. Tenía una franja horizontal de pelo gris oscuro en la parte de atrás de la cabeza. Pero, y eso es lo que mejor recuerdo de él, no tenía cejas. O mejor dicho: Las tenía pero en un estado perpetuo de renacimiento, porque se las quemaba continuamente durante sus experimentos de alquimia. Esa peculiaridad le daba un aire de sorpresa y burla.
Hablaba con dulzura, reía a menudo y nunca ejercitaba su ingenio a costa de los demás. Maldecía como un marinero borracho con la pata de palo rota, pero solo a sus asnos. Los animales se llamaban Alpha y Beta, y Abenthy les daba zanahorias y terrones de azúcar cuando creía que nadie lo veía.
La química era su disciplina favorita, y mi padre aseguraba que nunca conoció a alguien que manejara mejor el alambique.
Cuando Abenthy llevaba solo un par de días en la troupe, ya tenía por costumbre viajar en su carromato. Le hacía preguntas y luego él me las contestaba, despues me pedía que le cantara canciones y yo las tocaba con un laúd que había tomado prestado del carromato de mi padre. De vez en cuando él cantaba conmigo. Tenía una potente voz de tenor y siempre desafinaba, buscando las notas donde no correspondía. Casi siempre que pasaba eso, paraba y se reía de sí mismo. Era un buen hombre, y nada engreído.
Un día, poco después de conocerlo, le pregunté a Abenthy qué se sentía cuando se era un arcanista. Me miró atentamente. —¿Conocés algún o alguna arcanista? —Preguntó.
—Una vez pagamos a uno que encontramos en el camino para que no se arreglara un eje roto —hice una pausa para pensar—, se dirigía al interior con una caravana de pescado.
Abenthy hizo un ademán de desdén. —No, no, corazón. Me refiero a un arcanista de verdad y no a un pobre hechiceros de tres al cuarto que se gana la vida por las rutas de las caravanas tratando de impedir que la carne se pudra.
—¿Qué diferencia hay? —Pregunté, induciendo que eso era lo que se esperaba de mí.
—Bueno... —Repuso él. —Me llevaría tiempo explicártelo.
—Tengo todo el tiempo del mundo.
Abenthy me miró como evaluándome, yo estaba esperando esa mirada. Era la clase de mirada que decía: Hablás como si fueras mayor de lo que aparentás. Confiaba en que él lo asumiera deprisa. Resulta tedioso que te hablen como si fueras un infante, aunque lo seas.
Respiró hondo. —Que uno sepa hacer un par de trucos no significa que sea un arcanista, hay gente que sabe arreglar un hueso roto o leer vintico éldico, quizás hasta practiquen un poco de simpatía, pero-
—¿Simpatía? —Le interrumpí con todo el respeto del que fui capaz.
—Supongo que vos lo llamás magia —dijo de mala gana—, pero en realidad no lo es —se encogió de hombros y continúo—. Pero aunque practiques las simpatía, eso no te convierte en arcanista. Un verdadero organista es el que ha estudiado el arcano en la universidad.

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𝚂𝚒𝚗 𝚂𝚊𝚗𝚐𝚛𝚎
Fanfic(Cassandra Dimitrescu x OC) En la posada Roca De Guía una mujer espera. En los sonidos más tranquilos y bajos encuentra algo que puede usar para aferrarse. La mujer es alguien que quizá conozcas. Es su máscara apacible y calmada la que quizás te es...