Capitulo 44

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   La sangre de una amiga. 

A la mañana siguiente desperté temprano. Me lavé y comí algo en la cantina, y entonces, como no tenía nada que hacer antes de la tanda de latigazos del mediodía, me paseé por la universidad. Visité varias boticas y talleres de soplado, y admiré los cuidados jardines de extensiones verde en ese césped que brillaba en su cuidado largor. Al final me senté en un banco de piedra que encontré en un amplio patio.

Estaba demasiado nerviosa para pensar en hacer algo productivo, así que me quedé allí sentada y disfrutando del buen tiempo, y mirando cómo el viento arrastraba unos papeles por el suelo adoquinado. Al poco rato llegó Willem y se sentó a mi lado sin que yo lo invitara.

El cabello y los ojos, del color castaño oscuro característico de los Cealdicos del centro del Fealdo, le hacían parecer mayor que Simon y que yo; pero seguía conservando ese aire un tanto torpe de los niños que no se han acostumbrado a manejarse con la estatura de un hombre.

—¿Nerviosa? —Me preguntó con su mercado acento Siaru.

—La verdad es que procuro no pensar en eso —Repuse. Will dio un gruñido. Nos quedamos callados un rato, viendo pasar a otros estudiantes. Dos que iban de paso interrumpieron su conversación para señalarme, pero yo ya estaba cansada de tanta atención—. ¿Estás haciendo algo ahora mismo?

—Estar acá sentado —reapondió él—, respirando.

—Muy listo, ya veo por qué te admitieron en el Arcano. ¿Tenés algo que hacer en la próxima hora? —Willem se encogió de hombros y me miró con expectación— ¿Podrías enseñarme dónde está el maestro Arwill? Me dijo que pasara después.

—Claro —señaló una de las salidas del patio—. La clínica está al otro lado del archivo.

Rodeamos el inmenso bloque sin ventanas que era el archivo. Willem puntuó con el dedo y dijo: —Esta es la clínica.

Era un edificio enorme y con forma rara, parecía una versión más alta y menos laberíntica de la principalía.

—Es más grande de lo que esperaba —comenté distraídamente—. ¿Todo ese edificio solo para la clínica?

Will negó con la cabeza. —Gran parte de su trabajo consiste en atender a los enfermos, nunca rechazan a nadie, aunque no pueda pagar.

—¿Posta? —volví a contemplar el edificio y pensé en el maestro Arwill— Me sorprende.

—No tenés que pagar por adelantado —aclaró—, es cuando te recuperás —hizo una pausa y capté la insinuación—. Bueno, si te recuperás pagás la cuenta. Si no tenés dinero, trabajás hasta que la cuenta esté... —hizo otra pausa—. ¿Cómo se dice “sheihem”? —preguntó levantando las manos con las palmas hacia el frente y cambiando levemente su altura la una con la otra como si fuera una balanza.

—¿Sopesada? —sugerí. Negó con la cabeza.

—No. “Sheihem”. —Hizo hincapié en la palabra y dejó las manos a la misma altura. 

—Ah —imité el gesto—. Compensada.

Will asintió. —Trabajás hasta que la deuda con la clínica queda compensada. Muy pocos se marchan sin saldar la cuenta.

 𝚂𝚒𝚗 𝚂𝚊𝚗𝚐𝚛𝚎 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora