Sin sangre.
—Podría ser mucho peor, de eso no cabe duda —el maestro Arwill describió un círculo alrededor de mí, mirándome seriamente con su redondeado rostro—. Confiaba en que solo te salieran verdugones, pero con esa piel tuya debí imaginármelo —estaba sentada en el borde de una larga mesa, en la clínica. Arwill me palpaba la espalda con cuidado mientras hablaba—. Pero, como iba diciendo, pudo haber sido mucho peor. Dos cortes, y de los buenos; limpios, poco profundos y rectos. Si seguís mis instrucciones deberían solo de quedarte unas suaves cicatrices plateadas con las que podrías demostrar a las damas lo valiente que sos —esa última frase la repuso con un deje de complicidad. Se paró delante de mí y arqueó las blancas cejas con entusiasmo detrás de la montura redonda de sus gafas—, ¿eh?
Su expresión me arrancó una sonrisa. Arwill se volvió entonces hacia el joven que estaba de pie junto a la puerta. —Andá a buscar los siguientes Re’elar de la lista. Limitáte a decirles que traigan lo suficiente para curar una laceración recta y poco profunda. —El chico se dio la vuelta y se marchó, sus pasos se perdieron a lo lejos.
—Vas a ser un excelente ejemplo para mi Re’elar —anunció Arwill alegremente—, ese corte es muy recto, con pocas posibilidades de complicación. Pero no tenés mucha carne —me hincó un arrugado dedo en el pecho y chasqueó la lengua—, solo huesos y un poco de envoltorio. Nosotros trabajamos mejor cuando hay un poco más de carne. Pero —continuó mientras se encogía de hombros, casi tocándose con ellos las orejas y volvía a bajarlos— las cosas no son siempre ideales, eso es lo primero que debe aprender un fisiólogo.
Me miró como si esperara una respuesta. Asentí con seriedad. A Arwill debió de satisfacerle y reacción, porque volvió a sonreír. Se dio la vuelta y abrió un armario que había pegado a una de las paredes. —Veamos qué puedo hacer para calmarte el dolor. —Se puso a rebuscar en los cajones y oí tintinar unas botellas.
—No me duele, maestro Arwill —dije con estoicismo—. Puede coserme tal como estoy. —Llevaba dos escrúpulos de Nahrout en el cuerpo, prefería no mezclar anestésicos.
Arwill se quedó inmóvil con un brazo dentro del armario, pero tuvo que retirarlo para poder volverse y mirarme. —¿Te han cocido alguna vez, hija?
—Sí. —Contesté, y era verdad.
—¿Sin nada para aliviar el dolor? —volví a asentir. Como yo estaba sentada en la mesa, mis ojos quedaban a mayor altura que los del maestro. Arwill me miró desde abajo con escepticismo— Dejá que vea. —Dijo, como si no me creyera del todo.
Me subí la pernera del pantalón hasta más arriba de la rodilla y apreté los dientes, porque al moverme se me tensó la piel de la espalda. Al final revelé una cicatriz de un palmo de longitud en la parte exterior del muslo, donde Pike, en Tarbean, me había clavado su cuchillo de cristal de botella. Arwill examinó concienzudamente la cicatriz, sujetándose las gafas con una mano. La tocó con el dedo índice y luego se enderezó.
—Una chapuza. —Declaró con ligero desagrado, a mí no me pareció un mal trabajo.
—El hilo se me rompió cuando iba por la mitad —dije con frialdad—. No trabajaba en las circunstancias ideales.
Él se quedó un rato callado, acariciándose el labio superior con un dedo mientras me observaba con los ojos entornados.
—¿Y te gustan estas cosas? —Me preguntó con recelo.
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𝚂𝚒𝚗 𝚂𝚊𝚗𝚐𝚛𝚎
Fanfiction(Cassandra Dimitrescu x OC) En la posada Roca De Guía una mujer espera. En los sonidos más tranquilos y bajos encuentra algo que puede usar para aferrarse. La mujer es alguien que quizá conozcas. Es su máscara apacible y calmada la que quizás te es...