Lior

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En medio de un día soleado que prometía ser radiante, Raven y Damian se encontraban en la dulce espera de su primer hijo. La casa que compartían irradiaba felicidad y expectación por la llegada del nuevo miembro de la familia. Los preparativos para la llegada del bebé llenaban cada rincón, desde la habitación decorada con mimosos peluches hasta la cunita de madera amorosamente tallada.

Sin embargo, lo inesperado golpeó con una fuerza devastadora. Mientras Raven se encontraba en casa, sumida en los preparativos finales para la llegada de su bebé, un incendio brotó sin previo aviso en la cocina. El humo denso y el calor abrasador se extendieron rápidamente por el hogar, envolviendo todo en una danza infernal de llamas voraces.

Raven, ajena al peligro que se cernía sobre ella, se vio atrapada en medio del caos. El fuego rugía con furia a su alrededor, devorando todo a su paso mientras ella intentaba desesperadamente escapar. Las llamas danzaban ante sus ojos, iluminando el horror que se desplegaba ante ella.

Mientras tanto, Damian, ajeno a la tragedia que se desarrollaba en su hogar, se dirigía hacia su trabajo con la ilusión de volver pronto a casa y compartir una tarde tranquila con su amada. Sin embargo, un presentimiento súbito y ominoso nubló su mente, haciéndole dar media vuelta en medio del tráfico y regresar a toda prisa hacia su hogar.

El rugido de las llamas que devoraban la casa atrajo su mirada con horror, el corazón latiéndole con fuerza desbocada en el pecho. Sin pensarlo dos veces, Damian se lanzó hacia la casa en llamas, el miedo y la desesperación ardiendo en sus ojos.

El humo oscuro se cernía pesadamente sobre el ambiente, mientras Damian luchaba por abrirse paso a través de las llamas que amenazaban con consumirlo. El calor abrasador acariciaba su piel, una advertencia silenciosa de la tragedia que aguardaba en su interior.

Finalmente, logró llegar al interior de la casa, donde halló a Raven tendida en el suelo, inconsciente y gravemente herida por las llamas. Su corazón se detuvo por un instante al verla en aquel estado, la angustia y el temor enfrentándose en un torbellino de emociones.

Con un esfuerzo titánico, la cargó en brazos y salió de la casa ardiente, el aire fresco chocando contra su rostro sudoroso y ahogado por el humo. Las lágrimas brotaban de sus ojos al ver el rostro pálido de Raven, sus labios entreabiertos en un susurro silencioso de dolor y desesperación.

Rápidamente, Damian llamó a una ambulancia, que llegó en cuestión de minutos para llevar a Raven al hospital más cercano. Los médicos lucharon denodadamente por salvarla, por curar las quemaduras que habían marcado su delicada piel, por devolverle la vida que pendía de un hilo frágil.

Días de incertidumbre y angustia siguieron, mientras Raven luchaba entre la vida y la muerte en la fría sala del hospital. Damian permanecía a su lado, su mano aferrando la suya con la fuerza de un corazón desgarrado por la culpa y el dolor.

Finalmente, el veredicto de los médicos se escuchó en un murmullo sombrío: Raven se había salvado, pero el bebé que llevaba en su vientre no había resistido las quemaduras y el trauma sufrido durante el incendio. Un silencio sepulcral llenó la habitación, las lágrimas brotando libremente de los ojos de Damian y Raven, en un duelo sin consuelo por la pérdida de su hijo no nacido.

Fin

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