El Bueno, el Malo y el Feo.

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El humo, el vaho y la escarcha decoraban la apacible y maltratada ciudad fronteriza de Jerez de la Frontera. Cubierta sobre una profunda manta blanca nevada, amurallada y en júbilo tras que los invasores amarillos pusieran pies en polvorosa tras los tres meses de sitio que dejaron desolado el asentamiento Tartés. Las puertas de la ciudad abrieron nuevamente, la caballería real, comerciantes y viajeros eran libres de traspasar las murallas sin peaje alguno nuevamente y poco tardó esta en llenarse de estos.

A primera hora de la mañana, cuando a penas los comercios abrían sus puertas, una mujer joven de cabellos plateados, pálida tez y ojos del homónimo color parecía montar un caballo blanco como aquel que mencionan del legendario apóstol Santiago. Con una ligera armadura de plata y cota de malla entraba rodeada y escoltada por la caballería real ondeando la bandera de tartesos al alza. Una bandera completamente blanca con una cruz roja en el centro para dar al invasor un mensaje claro y conciso, "Dios está con nosotros" y aunque paganos los amarillos respeto temían al dios emperador de la cristiana fé que se practicaba en el continente.

Las calles se llenaron de expectantes plebeyos que agradecidos y entusiasmados salieron para mirar a la doncella de plata, con el cabello corto por los hombros y completamente liso y limpio, de facciones rectas y finas deslumbraba con su belleza por donde pasará su deslumbrante figura. Parando la compañía frente a la casa del señor feudal, el Marqués de Jerez. Este se encontraba junto a su guardia personal y familia en la puerta de su domicilio frente a la plaza central, paciente ante la platica con la doncella.

Se podría describir al Marqués como un hombre mayor, rozando una tercera edad y vestido completamente con pieles negras de bisonte para resguardarse del frío, barbudo y con sombrero de copa. Su mujer, con una edad mucho más temprana, que nadie diría que los cuarenta superaba, rubia y delgada esperaba atrás con ambas niñas menores de edad pero aun no lo suficientemente como para contraer matrimonio con otro noble local.

La mujer bajó de su blanco compañero equino manchando así sus botas de cuero en el lodo comenzando a caminar lentamente rumbo al noble señor local que decidió tomar la palabra en primera instancia.

Ma: Infanta Helena, ¿a qué se debe su sorpresiva visita a la frontera norte?

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Ma: Infanta Helena, ¿a qué se debe su sorpresiva visita a la frontera norte?

He: Padre me envía por una orden de busca y captura, vivo.

El escudero personal de la doncella, vestido de pies a cabeza con una armadura negra, rozando los dos metros se acercó al noble mientras rebuscaba en su bolsa de cuero de oveja forrada en lana gris un cartel enrollado algo maltratado por el viaje que ofreció al Marqués. Este lo tomó raudamente lleno de curiosidad, en el cartel, un dibujo de un cuervo blanco y un precio y texto bien claros al pie de ma imagen.

Ma: "Bajo órdenes directas del Rey, si ven a un hombre acompañado de un cuervo blanco capturenlo vivo y entreguen al desdichado inmediatamente a las autoridades." Jum... ¿Cinco mil perras? ¿Tanto dinero vale?

Una de las niñas que acompañaba a la marquesa tiró levemente del vestido de su madre, la más pequeña fue para realizar en voz baja una pregunta que le vino a la mente.

Hi: Mamá, mamá, ¿por que llama Perras a las monedas?

La madre en voz baja, se agachó ligeramente para contestar la duda de su hija sin ser escuchada ni molestia.

Ma: Por qué las monedas llevan el dibujo de un león, y esta algo mal hecho y dicen que se parece a una perra abandonada.

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