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Grabar fue rápido, Enzo había comprendido desde el inicio la idea de su amiga y la siguió sin preguntar.

Inclusive habían encontrado entre las cosas de Santana ropa que estaba demasiado desgastada, habían comprado cervezas y alguna que otra botella.

Habían llorado, habían gritado y habían grabado escenas hermosas en la casa que Santana había conseguido para filmar.

—Alice, Alice. —Enzo la tomo en sus brazos, tocando su cara con las yemas de sus dedos.—Mierda, Alice yo... despierta. —sus balbuceos y sollozos hicieron que Sam abriera los ojos, poniendo mi mano encima de la suya. —Alice. —se lanzó nuevamente a los brazos y de Sam y lo recibió. —Prométeme que no me dejaras, no ahora que más te necesito.

—Lo prometo.

—¡Corte! —dijo Santana y los miro. —Son geniales actuando, ya iba a llorar.

—Bueno, gran productor tenemos.

—Da igual, hay que movernos a la playa ahora.



–Es bueno tener el corazón roto, ¿Sabes?– dijo Enzo mientras encendía un cigarrillo

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–Es bueno tener el corazón roto, ¿Sabes?– dijo Enzo mientras encendía un cigarrillo. –En medio de la tristeza es cuando nos conocemos e indagamos más fácilmente; es fácil vivir felices, pero no lo es estando tristes, porque no somos capaces de enfrentarnos a nuestro verdadero yo, la tristeza nos hace valorar lo que teníamos, queremos o tenemos, simplemente aquello que más nos importa. Si tenemos el corazón roto, podríamos apreciar la felicidad de cuando lo tenemos entero.

–Deja de hablar sobre eso, es como si hablaras de pan en tiempo de hambre.

–Es lo que te quería explicar, después de todo. —dio una calada y después de sacar el humo se sentó al lado de Sam. —Ambos sabemos lo que se siente. —le brindo una sonrisa tan vacía pero tan sincera, que lo único que pudo hacer fue recargar su cabeza en su hombro.

—¡Terminaron! ¡Que geniales son ustedes!

—Buena química se dice. —aplaudió Dani.

—Vamos para regresarlos a su casa, ya casi estamos cerca de las tres.

—Vamos.

—Vamos

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Enzo:

—¿Vas a seguir? —la mire tirada en la alfombra mientras seguía en la computadora.

Eran ya las cinco de la mañana y Sam seguía trabajando en el corto.

—Ya casi acabo, me falta cuadrar la voz de la narración, pero ya casi acabo. —me miro y sonrío a duras penas.—Duerme, tu lo necesitas mas que yo.

—¿Crees eso? —le pase una de las tazas de café con leche que había hecho. —¿Te pasa algo?

Y de pronto paso, Sam se rompió frente a mi.

No me miró a los ojos, no me dio una explicación y se quedó en silencio un largo rato mientras de sus ojos brotaban lagrimas. En aquel momento sentí un poco de lástima por ella. Sam no estaba quebrándose frente a mí, pero parece que en cualquier momento lo haría.

En aquel momento ella fue para mí como un océano lleno de palabras conocidas a las que yo tenía mucho miedo por su significado. Era triste a la vez de insólito, ese sentimiento de querer saber más estaba allí.

—Tengo miedo... ¡Quiero desaparecer! ¡Soy despreciable! ¡No tengo motivación! ¡Sólo soy un estorbo que crea problemas! ¡Robo oxígeno! —Fue entonces cuando sin pensarlo la abracé. No podía escucharle siendo tan dura con ella misma. Sam estaba hundida en un lugar tan oscuro del que sólo ella podía salir. —Sé que parece... muy superficial y estúpido, Enzo, pero... no sabes la fuerte carga emocional llevo desde que llegué a Montevideo y la que llevo acá en España ¡Quiero ser alguien! ¡Quiero tener más motivación! ¡Pero no hay nada! ¡Estoy tan vacía! Dejé que todos los malos comentarios, las burlas y mis estúpidos sueños me consumieran. ¡¿Cómo dejo de sentirme así?! ¡¿Cómo dejo de existir?! No tienes idea... No sabes cuántas veces le he rezado a Dios entre lágrimas pidiéndole un buen motivo para seguir adelante... ¡Y sólo recibo silencio! Enzo... yo ya no quiero seguir... y no quiero sonar estúpida o berrinchuda... Sólo quisiera dejar de estorbar, dejar de sentir.

Me rompió tanto con solo escuchar lo que su pobre alma sentía, ¿Pero qué podía yo hacer? Ayudarla, solo eso.

¿Cómo alguien que se la pasaba sonriendo y siendo un sol parecía tener un gran peso sobre la espalda?

—¿Por qué no nacemos sabiendo que seremos una mierda? ¿Por qué existo si solamente soy un dolor de cabeza?

¿Qué sucedió después?

Mejor me ahorro los detalles, porque es tan dulce y agradable que prefiero guardarlo en mi corazón. Sólo diré que el llanto no paró allí, las ansias de sanarla persistió y el tema de conversación no cambió. El dolor y el dudar de uno mismo no se fue de allí en ningún momento.

Y nos quedamos dormidos en aquel sofa, ella con su cabeza sobre mi hombro y yo pensando en mil cosas para devolverle la motivación.

don't bladme | enzo vongricicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora