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—¿Hace cuanto saliste con él? —Enzo y Sam se habían quedado afuera platicando.

Ambos estaban sentados en la escalera de la puerta trasera.

—Cuando tenia dieciséis, duramos unos meses y a veces nos veíamos en las noches pero, todo muy tranquilo.

—Entonces te gustan los músicos. —dijo y Sam se rió.

—Un poco así, me gustan personas mayores, el psicólogo dijo que es por mis issues, pero nunca he amado a nadie con locura.

Enzo asintió, a veces no entendía a la chica, y esas veces era donde estaba convencido de que era muy misteriosa.

Samantha es como un libro complejo de matemáticas, eres capaz de realizar las operaciones básicas como las sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, pero no eres capaz de realizar todos esos problemas llenos de letras, coherentes y el famoso pi {π}.

Al menos eso pensaba Enzo de su amiga.

—Yo no creo haber amado a alguien con locura, tal vez a Sofi pero, no como para perder la cabeza. —dijo y Sam asintió mientras abría un nuevo chicle.

—Yo nunca he amado a alguien si te soy sincera, solo, bueno, dicen que me gusta jugar con ellos, pero, jugar con alguien no es lo mismo que pasar el rato queriendo a alguien, ¿o si?

—No lo sé Mimi, no soy bueno dando opiniones al respecto de temas amorosos.

Lo miro a los ojos, y el a ella.

Para Enzo en ese momento, los ojos de Sami eran más brillantes que la luna.

Y para Sami, solo podía repetir en su mente como le dijo su amigo.

—¿Cómo me dijiste? —sonrió y casi se lanza a su amigo. —Dilo.

—No lo se, no soy bueno dando opiniones respecto de temas amorosos, eso dije.

—No, después del no lo se y antes del no soy bueno.

—Mimi. —el chico dijo y ella sonrió.

Ella solo sonrió y beso la mejilla de su amigo.

—Debo irme. —sonrió y salió casi corriendo a seguir con su tarea.

—Si. —solo fue lo único que pudo decir.

Se toco la mejilla y solo pudo sonreír.

Y se quedó todo sonrojado, con su mente hecha un desastre y con ganas de un poco más que un beso en la mejilla. Con el deseo de ser besado realmente por Samantha, y que ese beso fuera más que uno simple en la mejilla.

don't bladme | enzo vongricicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora