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Mire a todos reunidos en la sala de practicas mientras escuchaba lo que el maestro Bayona decía.

Al salir todos, y que nos despidiéramos con varios del cast. Enzo y yo nos fuimos al apartamento sin decir ni una sola palabra, nos sentamos en la sala y mire a Enzo.

—¿Es enserio? —fue lo primero que dije. —¿Pondrás en riesgo tu salud por esto?

—Sam, ganare peso y luego lo bajaré, habrá muchos nutricionistas que nos ayudaran, no será tanto como un riesgo si lo vemos así.

—Enzo, yo creo que si lo será, ¿siquiera comes carne? no que yo sepa, además es peligroso.

—Pues lo hare si es necesario Sam, no podes opinar al respecto porque es mi decisión.

—¿Ahora lo pintaras así? ¿Tu decisión? Es lo ultimo que me faltaba.

Me puse de pie y saque la cajetilla que tenia guardada en uno de los cajones de la estancia. También fumar era mi decisión. No de Enzo, no de Bia, no de Bayona, era mía.

Mi decisión.

—Sam. —me miró mientras terminaba de prender el cigarrillo. —Sam, deja eso, ibas bien.

—No. —dije y me salí al balcón con la cajetilla en la mano.

—Sam, habíamos dicho que...

—No Enzo, esto es mi decisión, no podes opinar al respecto porque es mi decisión. —repetí sus palabras y me arrebató el cigarrillo.

Lo lanzo por el balcón y lo mire.

—Sam, no.

—Estaba nuevo, que te pasa. —lo empuje. —No Enzo, no. —comencé a pegarle en su pecho. —No podes hacerlo.

Ambos sabíamos que mis reclamos no se basaban únicamente en el cigarrillo.

—Sam, es mi gran oportunidad.

—No podes poner tu vida en riesgo. —suspire y me recargue en su pecho a punto de llorar. —No podes dejarme sola Enzo.

—Sami, jamas lo haría flaca. —Tomo mi cara en sus manos, obligando a que lo mirara. —Yo como tu amigo, prometo que jamas te dejaré sola.

La verdad es que lamentaba muchas cosas y aún así no me detenía a pensar que era lo que lamentaba sobre él. Se me daba muy bien fingir emociones que no sentía, pero en aquel momento fue totalmente imposible y lo mejor que pude hacer fue tener una actitud defensiva.

Pero Enzo y yo nos estábamos viendo con muchos lamentos en la mirada.

—Promételo.

—Lo prometo, estaré bien. —beso mi frente y me abrazo.

Ya había dejado a mis amigos en otro país, había dejado de hablar con ellos, no podría permitirme perder a alguien que amaba, no otra vez.












Ya había dejado a mis amigos en otro país, había dejado de hablar con ellos, no podría permitirme perder a alguien que amaba, no otra vez

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