Erin

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La semana no fue fácil. Por un lado, Erin estaba muy emocionada por su futura presentación, sentía que iba a lograrlo, y anhelaba pararse sobre el escenario y dejar boquiabiertos a sus espectadores, pero también se había visto obligada a realizar más tareas de las habituales, y eso no era algo que disfrutará especialmente.

Aquellas semanas, su rutina consistió en levantarse a las 6:30 de la mañana para arreglarse y llegar a tiempo a la escuela, regresar al orfanato y limpiar los baños, una tarea que odiaba aún más que lavar todos los platos después de la comida, cosa que también debía hacer. Después de aquello tenía algo de tiempo para hacer los deberes de la escuela, pero al terminar, debía ponerse a lavar la ropa. Normalmente estas tareas se dividían entre las voluntarias y las niñas más mayores que había en el orfanato, pero como Erin estaba castigada le habían cargado la mano en todo. A pesar de que después de aquello quedaba agotada, no dejaba pasar el día sin practicar un poco su gran acto.

Y entonces llegó el día.

La señorita Carla se estacionó a unas cuadras del Teatro y se bajó del auto al tiempo en que Erin saltaba fuera del vehículo.

—No pensé que quisiera venir a ver mi audición —comentó Erin mientras caminaban hacia el Teatro.

—¡Por supuesto que quiero, Erin! Te castigué por saltarte las clases no por querer ser actriz. Siempre he sabido que eres talentosa y si tienes la oportunidad de estar en el teatro y cumplir tus sueños, voy a apoyarte, así lo haría con cualquiera de mis niñas —aseguró con una amable sonrisa.

Erin le devolvió la sonrisa y le agradeció que la hubiera llevado a la audición.

Entraron juntas al Teatro "Rouge Fenetre" y Erin quedó maravillada ante lo que veía, ya que nunca había estado dentro.

En el teatro predominaba el color rojo de las butacas y la alfombra, pero también destacaban los detalles dorados de los palcos y por supuesto el enorme escenario, donde una gran cantidad de personas se encontraban haciendo ejercicios de actuación. En ese momento la chica se dio cuenta de que se trataba nada más y nada menos que de la compañía de teatro del Rouge Fenetre y no pudo evitar que el nerviosismo se apoderase de ella, estás personas eran los mejores actores de teatro del país, ¿realmente sería capaz de sorprenderlos?

La señorita Carla pareció darse cuenta de lo que le afectaba.

—Puedes hacerlo —la animó.

Eso fue suficiente para que la chica hiciera a un lado sus inseguridades. Dio pasos firmes y se aproximó a la multitud, en busca del hombre que la había citado allí aquel día. La señorita Carla tomó asiento en la quinta fila.

—Buenas tardes, señor Guillermo —saludó Erin cuando lo encontró sentado en la primera fila —Estoy aquí porque me pidió que viniera hace dos semanas.

En seguida Guillermo se puso de pie.

—Ah Erin, bienvenida, te presento a mis colegas, el señor Enrique Rojas.

El hombre alto de espalda ancha y piel morena, que se encontraba a un costado de Guillermo, también se puso en pie y le extendió la mano a la muchacha.

—Un gusto, Guillermo me habló sobre ti, estoy esperando ver lo que tienes preparado —dijo mientras estrechaba la mano de Erin.

—Él es el director de la compañía, y Daniela Vargas es la maestra de la escuela Rouge Fenetre, es quién se encarga de formar y seleccionar a los aspirantes para la compañía.

La mujer también se acercó a saludar a Erin.

—También he oído mucho de ti, encantada de conocerte.

—Igualmente —correspondió la chica con entusiasmo.

—Estoy ansiosa por ver lo que has preparado para nosotros —comentó Daniela.

Mientras tanto Guillermo llamó la atención de los integrantes de la compañía de teatro que se encontraban sobre el escenario.

—¡Todos! denme un momento por favor —dijo—, como les comenté hace unos minutos, el día de hoy tenemos una audición, por lo que les pido que tomen asiento y hagan espacio en el escenario para Erin.

Todos giraron su cabeza y le dedicaron un vitoreo que la chica no se esperaba pero que recibió con agradecimiento.

—Adelante Erin —le indicó Guillermo mientras los alumnos de Rouge Fenetre bajaban del escenario.

La muchacha tragó saliva y caminó con seguridad hasta que llegó al lugar que le correspondía.

La multitud la observaba en silencio. No eran muchas personas, pero a Erin le parecía que todo el universo la miraba.

La chica tomó aire y comenzó con lo suyo. No había tiempo para titubeos.

Era una cosa que nunca había sido capaz de explicar. La manera en que sentía que su piel ya no era suya sino la de alguien más, y sin embargo, era cuando actuaba cuando más se sentía como ella misma. Pero esta vez era distinto, por que la estaban observando, y no se trataba de un grupo de niñas fácilmente impresionables o de transeúntes a los que poco les importaba el arte de la actuación, esta vez ella estaba ahí para impresionar a otros, y de repente un pensamiento le llegó a la mente, "esto es mucho más increíble que simplemente actuar".

Y al final de su acto, hizo una reverencia y recibió una ovación de pie, pues logró que su público quedará realmente impresionado.

Crónicas del Zodiaco - La caída de los doce reinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora