Valerie

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—Cuida tu postura —le recordó Kolin.

Valerie observó sus pies y volvió a situarlos justo como el chico le había indicado al inicio de la sesión de entrenamiento.

Estaban detrás de la mansión, cerca del acantilado pero no lo suficiente como para que resultara un peligro. Esa había sido la petición de Valerie, entrenar afuera y lejos del resto de los habitantes de la mansión, no podía soportar las miradas, ni las reverencias, ni las palabras extremadamente educadas que le dedicaban cada vez que se cruzaban con ella. Algo en su interior respingada cada vez que la llamaban su alteza o su majestad. Afortunadamente tenía a Kolin y a Adria, se alegraba de que los dos habían entendido al instante que se sentía mucho más cómoda si la trataban como a una persona normal, incluso Padma la llamaba por su nombre, pero los demás se negaban a hacerlo, sobre todo los mayores, quienes consideraban que eso era una falta de respeto.

La estatura de Valerie estaba un poco más arriba del promedio de la de las mujeres de Mexicoamerica. Kolin le sacaba apenas unos centímetros.

«Todos en mi familia son bajitos », ese pensamiento la tomó por sorpresa. Apretó los puños.

—Gran parte del éxito de una batalla está en observar a tu oponente y entender su forma de pelear. Existen contrincantes agresivos, calculadores, indecisos, muy decididos y muchos otros. Tienes que aprender a ver las señales y reconocer a tu tipo de contrincante lo más pronto que puedas —dijo el muchacho sin percibir que algo había perturbado a su aprendiz.

Valerie asintió.

—Eso lo iremos viendo poco a poco pero quería que lo supieras desde ahora. —Luego procedió a mostrarle una serie de movimientos de defensa.

Nunca en su vida se había sentido tan fuera de su zona de confort.

Una media hora más tarde Adría apareció.

—Perdón por la interrupción pero es la hora del alfiler.

Valerie suspiró. Odiaba el alfiler. En las últimas dos semanas se había pasado bastante tiempo observando ese maldito alfiler y nada pasaba. No podía soportarlo más. Sin embargo siguió a Adria hasta el salón donde había charlado con Padma la primera vez que fue a la mansión.

La mujer la esperaba sentada en el mismo lugar de siempre. Se dirigieron un breve saludo pero no dijeron nada más, las dos sabían porque estaban ahí.

Valerie tomó asiento. El alfiler ya estaba sobre la mesa de madera, tan plateado como siempre.

La muchacha soltó otro suspiro.

—Sé que es tedioso, pero es necesario que lo sigas intentando.

—Lo sé —dijo, se guardó la parte de que realmente no le importaba que fuera aburrido, su pesar provenía de no haber hecho ni un mínimo avance.

Observó el alfiler e intentó concentrarse.

La imagen incluso podía resultar cómica, la chica con la mirada puesta en la mesita de centro y los labios fruncidos, tan quieta que parecía que no respiraba.

—Recuerda que puedes cerrar los ojos si quieres —intervinó Padma después de unos minutos—. Relaja la mente y siente tu poder, luego puedes canalizarlo hacía el alfiler.

Las otras veces que había intentado aquello tampoco había funcionado, pero de igual forma lo hizo.

Su mente nunca había sido un lugar tranquilo y mucho menos lo era ahora. Estaba lleno de dudas y exigencia, pero como todos los días anteriores, se esforzó por dejar todo eso de lado. La pequeña llama de poder que llevaba en su interior se hizo presente, no con fuerza como ella deseaba. Se parecía más a un niño asustado saliendo de su escondite, pero ahí estaba.

Crónicas del Zodiaco - La caída de los doce reinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora