Vanesa

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Había fuego en el patio. Algunos vecinos se habían asomado curiosos y preocupados ante un posible incendio, pero se dieron cuenta de que todo parecía estar bajo control, una chica vigilaba la fogata con los brazos cruzados sobre el pecho. Lo que no sabían era que esa chica guardaba en su interior un deseo inexplicable de ver arder una casa entera. No la casa en la que se encontraba, por supuesto, ese era su hogar. Pero había soñado como ardía en llamas la casa de su ex-novio Benjamín.

Claro, no podía quemar una casa, creerían que estaba loca, pero si podía quemar todas las sudaderas que el muchacho había dejado en su casa unos meses atrás y las cartas llenas de mentiras que le había escrito. Así que eso hizo, rompió en pedazos las estúpidas cartas y las lanzó al fuego mientras gritaba una que otra maldición.

Y cuando Vanesa se quedó sin nada más que quemar permaneció estática un momento, y luego soltó un grito de pura ira, no era suficiente, necesitaba más, necesitaba venganza.

—Wow, día duro, ¿no es cierto?

Desde el otro lado de la cerca la observaba una chica un poco mayor que ella. Vanesa se secó las lágrimas aprisa y se puso de pie con bastante agilidad.

—¿Quién eres tú?

La chica saltó la cerca y se acercó a ella.

—Alguien a quien también le gusta jugar con fuego —abrió una de sus manos y de ella brotó una bola de fuego.

Vanesa dio un pasó hacia atrás, alarmada.

La chica apagó el fuego.

—Lo siento, lo siento. —Levantó sus manos con un gesto de paz—. Eso fue algo dramático. Me llamo Adria.

—Estás traspasando propiedad privada —informó Vanesa con hostilidad.

—Ya sé, también me disculpo por eso, pero tengo que hablarte de algo importante —señaló su muñeca—. Ese brazalete, seguro que te preguntas de dónde salió.

Vanesa se llevó la mano al brazalete. La miraba con precaución pero dejó que hablara.

—¡Fue increíble! Me sentí tan asombrosa y misteriosa. —Desde que habían llegado a la mansión Adria no había parado de hablar de su actuación en el reclutamiento de Vanesa, mientras la chica permanecía a su lado con los brazos cruzados y cara de pocos amigos.

—Ya entendimos Adria, ¿Podemos pasar a lo verdaderamente importante?

—Siempre arruinas la diversión, hermanito.

Estaban fuera de la mansión, ya que Vanesa había accedido a acompañar a Adria pero hasta el momento se había negado a entrar.

Ojos curiosos observaban la escena a través de las ventanas, lo que hacía que la muchacha se sintiera aún más reacia a ingresar a la casa.

La puerta se abrió y Vanesa miró con recelo a la mujer que salía de ella.

—Entiendo que Adria te ha informado de nuestra lamentable situación. —La mujer bajó las escaleras del porche—. Mi nombre es Padma, se podría decir que estoy a cargo de todo lo que ocurre aquí.

—Aún no tengo claro si quiero ser parte de esta... lucha o lo que sea. Estoy aquí porque siempre he tenido interés en la astrología y la magia. Y quiero saber más.

—Está bien, entiendo que has estado demasiado alejada de tu verdadero ser. Espero que ese interés te ayude a encontrarlo y decidas asumir lo que corresponde.

Vanesa no dijo nada más.

—Deberías conocer a las demás herederas —propuso Padma.

—No voy a entrar la casa.

Crónicas del Zodiaco - La caída de los doce reinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora