Se despertó con el corazón latiendo muy fuerte. Había tenido una pesadilla, estaba segura. No recordaba que había ocurrido en ella pero el terror aún estaba vivo en su pecho. Se tomó un minuto para observar a su alrededor y asimilar que estaba en un lugar seguro. Su cuarto de siempre, su cama de siempre, los gritos infantiles de un montón de niñas con más energía de lo que aparentaban a simple vista.
Poco a poco se aplacó la sensación de pánico y Monty salió de la cama. Tenía que llegar a la escuela.
Monty y Erin asistían a la misma escuela y estaban en las mismas clases pero por lo general ignoraban la existencia la una de la otra, tenían amigos diferentes y pasaban su tiempo libre en rincones de la escuela diferentes, aún así todos sus compañeros sabían que ambas vivían en el orfanato Santa Cruz, aunque no solían mencionarlo.
Monty empezó a sentirse mal durante la clase de ciencias, lo que era una pena porque era su clase favorita. Un mal presentimiento la apuñaló con fuerza. Ella siempre había creído que la intuición era importante y por lo general confiaba en ella, pero esto era diferente. Era la certeza de que algo andaba mal, era como si el futuro le estuviera gritando que tuviera cuidado y que alertara a todos los demás, pero no quería que pensaran que se había vuelto loca, incluso si aquello era verdad.
Trató de calmarse contando hasta diez, y luego hasta veinte, treinta, cuarenta. "Daniel, algo va a pasarle", pensó de repente.
Miró a su compañero que estaba tres butacas a su izquierda.
Llevada por el impulso llamó la atención de su compañera de al lado.
—Oye, ¿Ya viste a Daniel? Se ve mal.
—Está muy pálido —respondió la otra preocupada. Inmediatamente le pidió al muchacho que estaba al lado de ella que le preguntara a Daniel si se encontraba bien.
El chico volteó con pesadez. Se dió cuenta de que lo estaban mirando, confesó que se sentía bastante mal y accedió a que su amigo lo acompañara a la enfermería.
Daniel se levantó.
—¡No! —A Monty se le escapó el gritó justo antes de que Daniel cayera al suelo, desmayado.
Después de atender al muchacho, la enfermera les dijo a todos que Daniel estaría bien, que no había nada de qué preocuparse. Pero los presentimientos de Monty no habían desaparecido.
Intentó concentrarse en la clase, en la conversación de sus amigos pero nada hacía que ese nudo en la garganta desapareciera. Muchas cosas iban a salir mal, no sabía cuales, tenía una ligera idea de a quién le iban a pasar, pero era todo tan confuso. Además sería una locura advertir a todo mundo, nadie le creería, ni siquiera quería creerlo ella misma, lo de Daniel tenía que haber sido una coincidencia y nada más.
Hasta que no pudo soportarlo más y se fue al baño, aprisa pero intentando lucir normal. Agradeció que estuviera vació y se encerró en uno de los cubículos.
Lágrimas desesperadas comenzaron a brotar de la comisura de sus ojos. Estaba hiperventilando, era como si su cuerpo estuviera lleno de ruido y no hubiera manera alguna de sacarlo.
Unos golpes suaves se escucharon en la puerta.
—Hey, ¿Te encuentras bien?
Monty se paralizó, sólo entonces se dió cuenta de que había estado gritando.
—No te preocupes, no voy a juzgarte por llorar en el baño, yo lo hago muy seguido —una pausa— cerré la puerta principal, nadie más va a entrar, estoy aquí para ayudarte.
Lentamente y aún hiperventilando Monty abrió la puerta de la cabina.
Frente a ella estaba Penélope. Una chica de su clase, no eran precisamente amigas pero habían trabajado juntas en más de una ocasión.
La expresión de la chica se suavizó.
—Ay Monty —tomó su mano con cuidado— todo va a estar bien, ven siéntate conmigo.
Monty se dejó guiar y acabó sentada a un costado de Penélope, con la espalda contra el frío azulejo del baño.
—Esto es temporal, respira despacio. —Le frotaba el brazo mientras le daba indicaciones que Monty seguía como si fuera un robot—. Levanta tus manos, toca tu cara, tu nariz, tus cejas, tus labios. Estás en el baño, estás en la escuela y no estás sola.
Poco a poco Monty se calmó. Se secó las lágrimas y se sonó la nariz con un trozo de papel que Penélope le proporcionó.
—Gracias Penélope.
—No es nada.
Por un momento no se escuchaba otra cosa más que las respiraciones de ambas chicas.
—Se que no es de mi incumbencia y no tienes que decirmelo si no quieres pero si sí quieres, te escucho.
—Preferiría no hacerlo.
Penélope entendió.
—Dijiste que tu lloras en el baño muy seguido —dijo tras un titubeo—. ¿Quieres hablar sobre eso?
Penélope soltó un largo suspiro.
—Es por mi abuelo. —Los ojos se le pusieron cristalinos—. Está muy enfermo, y bueno, él es la única familia que tengo, no quiero perderlo.
—Lo siento mucho —dijo Monty—. Pero no te preocupes, todo va a estar bien —sin embargo, en el momento en que lo dijo supo que no era cierto. Otra vez el sentimiento desgarrante de una verdad futura azotó su interior. Ese hombre estaba a punto de morir.
—Aunque deberías ir a verlo —balbuceó.
—Todavía no terminamos las clases.
—No importa —dijo con premura y recibió una mirada confundida por parte de Penélope—, es que... creo que podrías alegrarle un poco el día si llegas de sorpresa, podrías hacer algo lindo por él, como comprarle flores o no se, algo que le guste, seguro lo animaria y a ti también.
—No es mala idea —meditó.
—Puedo acompañarte si quieres. —Monty no estaba segura de querer estar en un momento tan terrible y vulnerable para Penélope, pero ella la había ayudado cuando peor se sentía, no podía dejarla enfrentar aquello sola. Además, necesitaba saber si estos presentimientos eran reales.
—¿No quieres volver a clase cierto?
Monty soltó su mejor sonrisa culpable falsa y Penélope accedió.
Para Monty fue casi imposible poner un pie dentro del hospital. Entre más se acercaban más se le oprimía el pecho y más ruido había en su interior. La sensación de que algo terrible iba a ocurrir era demasiado fuerte ahí. Pero necesitaba saber. Así que respiró hondo e intentó ignorarlo.
Espero a Penélope en el pasillo.
Su zapato tamborileaba sin cesar, hasta que decidió ponerse de pie y caminar por el pasillo mordiéndose las uñas. "Se va a morir, se va morir, se va a morir", era una cantaleta dentro de su cabeza que no paraba, pero cuando intentaba pensar en algo diferente empezaba otra: "Va a perder la pierna, va a perder la pierna"; "Nunca va a salir del coma, nunca va a salir del coma"; "La cirugía va a salir mal, la cirugía va a salir mal"; "el tumor es cancerígeno"; "Se va a morir".
Y entonces, un grito pidiendo ayuda.
Estaba muerto. Monty lo sabía. Lo supo antes de escuchar el grito. Se quedó estática mientras el personal médico entraba apresurado. Se aproximó lentamente a la habitación, divisó a Penélope berreando sobre el cuerpo de su abuelo. Se acercó a ella y le tocó el hombro. Sentía como si su cuerpo actuara por sí mismo, ajeno a ella. Tomó a Penélope y la sacó del cuarto. Ella lloraba desconsolada en sus brazos.
No atinó a decir nada. Solo permaneció allí. Sabiendo que sus presentimientos eran reales. Y con ello, que muchas muertes estaban próximas a ocurrir, era normal, todo el mundo moría en algún punto, pero había una en particular que le llegó como un puñetazo directo en el estómago. Erin estaba en peligro y su muerte no se encontraba muy lejos.
Y después de eso ya no llegó a ella ningún presentimiento, tan solo un pensamiento, y es que no importaba que tan molesta le resultara Erin, Monty no iba a dejarla morir.
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Crónicas del Zodiaco - La caída de los doce reinos
Novela JuvenilDespués de un extraño ataque en el parque, Valerie descubre que hay muchas cosas sobre sí misma que desconoce. Para empezar, sus padres no son realmente sus padres, es más, ella ni siquiera nació en la Tierra. Valerie es la heredera perdida de Virgo...