Valerie

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Cher sostenía una pancarta muy linda y estaba de pie gritando como loca. Valerie, al contrario, estaba sentada, mirando el partido pero con la mente en otro lugar. Aplaudía cuando los demás lo hacían pero no gritaba, nunca solía gritar, no se sentía ella misma cuando gritaba. Las amigas de Cher también estaban en las gradas, animando al equipo de Voleibol de la Preparatoria.

De vez en cuando Felipe volteaba la mirada hacía Cher y ella le lanzaba un beso que él fingía atrapar. Valerie rodaba los ojos ante tales muestras de cariño. No había ni rastro de Javi.

Ben también lanzaba miradas y sonrisas furtivas hacía el lugar donde estaban sentadas. Valerie no estaba del todo segura de que las miradas fueran para ella, pero así parecía y por lo general le devolvía una sonrisa incómoda.

El partido iba muy reñido y cerca del final se sentía una intensa tensión entre los jugadores y los espectadores. Pero justo cuando todo el mundo estaba seguro de que iban a quedar empatados, una chica del equipo de Ben y Felipe anotó el punto que les concedió la victoria y la multitud que rodeaba a Valerie se volvió loca entre ovaciones y aplausos.

Poco a poco la multitud se disipó, algunas personas salían del gimnasio sin más, mientras que otras se acercaban a sus amigos que había jugado en el partido para felicitarlos o para animarlos después de que hubieran perdido.

—Voy con Felipe —anunció Cher.

—Te espero afuera —contestó Valerie y se dirigió hacia la salida.

Escuchó unos pasos trotando hacía ella y se giró al sentir que se detenían a su lado. A Ben se le notaba el cansancio en la cara y se limpiaba el sudor de la cara con una toalla.

—Viniste.

Valerie asintió.

—¿Qué te pareció el juego?

La chica lo miró unos segundos sin decir nada antes de ignorar por completo su pregunta para soltar lo que estaba pensando.

—¿Por qué me hablas?

Ben soltó una risa nerviosa y consternada.

—¿Por qué no lo haría?

—Los chicos como tú no le hablan a las chicas como yo —dictaminó.

Ben se puso de frente a ella y le dijo muy serio:

—No Val, las chicas como tú no le hablan a los chicos como yo. —Una media sonrisa comenzó a formarse en la comisura de sus labios — Yo le hablo a todo el mundo.

Ella arqueó una ceja.

—¿De verdad no tienes ni un gramo de selectividad? — cuestionó.

—Tengo selectividad —aseguró él—, para elegir a quien le cuento mis secretos, a quien le presento a mis padres, a quien invito a una cita. —Sus ojos se clavaron en los de Valerie y a ella se le removió algo por dentro—. Pero no para tener una amigable conversación, eso podría hacerlo con cualquiera.

—La bendición de ser extrovertido, ojalá la tuviera —respondió Valerie con una falsa expresión soñadora.

—No hay nada de malo en ser introvertido, solo no tires mi carisma por la borda —la risa tímida de Valerie le dio ánimo para continuar—. Me agradas. —Volvió a dirigir su mirada a la de ella—. Más de lo que crees, de hecho, lo suficiente para entrar a mi círculo selectivo.

—¿Me vas a contar uno de tus más oscuros secretos?

—No. —Y mostró sus dientes blancos cuando se le escapó la sonrisa—. Pero quién sabe quizá lo haga algún día, lo que quiero es invitarte a salir.

Crónicas del Zodiaco - La caída de los doce reinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora