Monty

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—Monty por favor llévanos contigo.

El grupo de niñitas la miraban con unos ojos de corderito a los que era difícil resistirse, pero Monty, que ya estaba acostumbrada a lidiar con sus caprichos, ni siquiera se inmutó.

—Lo siento niñas, pero Erin ya se los dijo muchas veces, está obra es para mayores.

Revolvió el cabello de las que se encontraban más cerca y cruzó el portal.

La señorita Carla ya estaba arriba del auto y cuando Monty entró no se contuvo al expresar lo orgullosa que sentía de Erin y de lo feliz que estaba de tener boletos para la obra de teatro. Monty intentó mantener una expresión neutra, pero a la señorita Carla no se le escapó que algo le molestaba.

—Sabes, también me alegró de que Erin y tú estén superando sus diferencias.

—No lo hacemos —aclaró entre dientes.

La señorita Carla levantó las manos en gesto de paz.

—No, claro que no, simplemente quieres ver la obra porque no vas a desaprovechar la oportunidad, ya me lo habías dicho —dijo con ese tono que indicaba que estaba segura que había otras razones ocultas.

—Exacto—confirmó la muchacha.

Monty sí tenía razones ocultas, pero no creía que las especulaciones de la señorita Carla se acercaran a la verdad. La chica, ahí sentada en el asiento del copiloto, sentía que en el estómago tenía un hoyo más profundo que el océano, el cual no hacía más que crecer entre más se acercaban al Rouge Fenetre.

El extraño presentimiento de que algo horrible iba a ocurrirle a Erin no la había abandonado, y su instinto le gritaba que quedaba poco tiempo y que debía estar presente entre el público del festival del invierno, no entendía el motivo, sí a Erin le pasaba algo durante la obra, dudaba que fuera capaz de ayudarla estando lejos. Pero su intuición era una fuerza magnética de la que no podía escapar por más que así lo quisiera.

Monty nunca había entrado a un teatro y quizá se hubiera cautivado un poco por la visión de la impresionante arquitectura del interior del Rouge Fenetre si al momento de entrar no la hubiera azotado ese miedo intenso que la visitaba cada vez con más frecuencia.

Se quedó plantada ahí, debajo del marco de la puerta. El suave rumor de los asistentes que esperaban con respeto a que iniciara el espectáculo le era ajeno, y de pronto las luces le parecieron demasiado brillantes. Creyó escuchar que alguien decía su nombre desde muy lejos.

Monty, Monty, Monty

—Monty.

Un brazo le sacudió y salió del trance.

—¿Te encuentras bien? —El semblante de la señorita Carla lucía preocupado.

Monty parpadeó varias veces.

—Sí —respondió aturdida—, es que nunca había visto algo así. —Se apresuró a buscar el asiento que tenía asignado.

Intentó relajarse, pero terminó por asumir que debía mantenerse en estado de alerta. Los minutos que pasaron antes de la tercera llamada le parecieron eternos, pero finalmente el telón se abrió y la obra dio inicio.

Erin representaba a una niña huérfana y Monty soltó una risa ante la ironía, pero ahí terminaban las similitudes del personaje con la persona que realmente era. La protagonista de la obra era humilde y abnegada, con una energía dócil y triste, al menos así fue al inicio, pero para el final de la obra Monty notó que el personaje se convertía en una mujer fuerte y que amaba la vida y por su puesto, el invierno.

Fue una pieza teatral emotiva y seguramente Monty la hubiera disfrutado más si no sintiera que estaba conteniendo la bilis y las ganas de salir corriendo a advertir a Erin sobre su inminente muerte.

Cuando los artistas se despidieron del público con una reverencia y el telón se cerró, Monty sintió una rafaga de angustia que la dejó sin aire, iba a ocurrir, no le quedaba ni una sola duda.

Los aplausos resonaban en sus oídos cuando se puso de pie. Miró a todos lados en busca de la manera de llegar hasta Erin y entonces divisó a tres chicas que se apresuraban a salir de la sala. Ellas eran la respuesta, sintió esa certeza justo cómo había sentido muchas otras, sí les pedía ayuda Erin viviría.

Salió a su alcancé pero alguien la detuvo.

—¿A dónde vas? —era la señorita Carla.

Estaba tan perdida en sus pensamientos que olvidó que había venido acompañada.

—Perdón —dijo atropelladamente—. Vi a unos amigos de la escuela, quiero alcanzarlos antes de que se vayan para platicar un poco, ¿Te veo en casa? —pidió con ojos de súplica.

—Trata de regresar junto con Erin —le pidió.

Monty asintió. Lo haría, regresaría a casa junto con Erin, no solo le hizo la promesa a la señorita Carla, sino también a sí misma. 

Crónicas del Zodiaco - La caída de los doce reinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora