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¿Qué tan irónico era ir a catecismo por órdenes de tu madre cuando tenías algo con el Anticristo?

Muy irónico, tanto que dolía.

Sus calificaciones habían bajado considerablemente desde que Damien se había metido en su cabeza de forma romántica. Simplemente no podía concentrarse en clases, sus intentos no hacían efecto cuando tenía al maldito chico en frente.

Y sabía que eso no tenía nada que ver con la iglesia, pero a su madre le pareció un buen castigo después de enterarse de quien era el peli-negro, sabiendo que no querría.

Tal vez era un buen momento para mencionar que no estaba bautizada.

Todos estaban con alguien pero ella había decidido estar sola ya que no conocía a nadie. No le apetecía. Las algarabías y los mismos versículos de la Biblia siendo relatados por la mujer a cargo estaban haciendo que le doliera la cabeza.

«Satanás se disfraza de ángel de luz».

«El Diablo usa tácticas malvadas para conseguir que la gente desobedezca a Dios».

«Le ofrece a la gente cosas que parecen buenas para que sigan sus enseñanzas en vez de las de Dios».

Era como si trataran de lavarle el cerebro. Diciendo las mismas cosas hasta volverla loca y haciendo que comenzara a creerlas.

Se preguntaba si su padre era tan malo como todos lo describían. O peor, que de ser el caso, Damien era igual.

Por otro lado, no lo creía una posibilidad. Habían pasado varios meses y en algún momento debió de haber revelado su verdadera naturaleza. Sin embargo no; se había mostrado bastante dócil y tranquilo, incluso dispuesto a protegerle, cuando se suponía que no era capaz de sentir algo como amor o empatía.

Al menos con ella, claro.

Por alguna razón no pudo dejar de pensar en él cuando se suponía que era algo prohibido en la iglesia. Cuando mencionaron la esperanza, pensó en sus ojos. La humanidad, en su extraña necesidad por protegerla. Las plegarias, en su risa burlona. La devoción, en sus besos suaves y adictivos.

Se estaba volviendo loca. No quería eso.

Miró el reloj de círculo de la pared, viendo la hora repetitivamente, deseando con todas sus fuerzas que ya acabara. Justamente, Damien la había invitado a salir para tomar algo, y aunque no quiso estaba enterado de que su madre la había obligado a ir a ese lugar.

—Espero poder verlos el próximo domingo. — la mujer les sonrió amablemente, viendo a los jóvenes tomar sus cosas al finalizar la clase.

Sí, no volvería ahí jamás.

Se colgó la mochila en los hombros y salió del lugar. Era el colmo que su madre todavía quisiera que volviera a casa por sí misma después de que la obligara. Ella creía que la clase terminaba a las 12:00pm, pero realmente lo hacía a las 11:00am. Una hora para poder encontrarse con el peli-negro.

Su mente durante todo el trayecto divagaba sobre lo visto en la clase de catecismo, sobre cómo hacían creer a las personas sobre la maldad de Satán y Damien. Y tal vez era verdad, pero se negaba a que lo fuera.

Se sentó en el columpio del parque en el que acordaron verse, el cual era relativamente solitario y apartado, hasta tétrico. Perfecto para Damien, quien no quería que los vieran.

Cuando lo vio llegar a lo lejos, sonrió ligeramente. El mismo semblante de siempre se adueñaba de su rostro pero podía sentir que no estaba molesto o fastidiado. Se paró para recibirlo, dándole un abrazo.

—Percibo energía pura en ti, qué molestia.

Dejó el cálido espacio en su pecho para mirarlo.

—A mí tampoco me gusta del todo.

Sonrió, como satisfecho con la respuesta. Le gustaba mucho cuando se ponía de su lado. Se sentaron en una banca para conversar, Damien extendiendo el brazo por el respaldo de esta.

—¿Cómo te fue?

—Fue aburrido. Muy aburrido.

—¿Nada más?

—¿Te importa?

—No, pero quiero saber cómo estás.

Nuevamente, esa sensación cálida en su pecho regresó.

—Me molestó, más que nada. En algún momento hablaron de ustedes.

—¿«Ustedes»?

—Satanás y el Anticristo.

—No me sorprende, siempre es lo mismo.

—Sí... — desvió la mirada, pensativa.

Se negaba a creer que Damien era alguien malo. Y si lo era, podría mejorar. Todos tenían derecho a redimirse si es que lo querían de verdad. No negar lo que era, pero si se lo pidiera, tal vez, y solo tal vez, Damien podría hacerlo.

—¿Estás asustada por lo que leíste o algo?

—No, asustada no, preocupada. No quiero empezar creer todo eso.

Ella era muy crédula, así que no descartaba no tener su entera confianza puesta en el chico por una corazonada.

—¿No confías en mí? — la miró, inquisitivo.

—Claro que lo hago, pero... no lo sé.

—Mira, entendería si lo hicieras en algún momento y quisieras alejarte, pero si no, solo quiero que sepas que nunca te haría daño.

Asintió rápidamente, mirándolo a los ojos fijamente.

—Sé que no.

No era creyente pero por su amor podría ser atea.

Él bien podría ser su religión, su fruto prohibido.

✓ QUESTION...?, damien thorn.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora