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Las tetas de Bebe destruían la sociedad.

Dejando de lado lo sucedido y que Damien no había intentado buscarla, cierto día Bebe llegó teniendo sus pechos más grandes. Entró a la pubertad más temprano, supuso.

Y todos los chicos del aula empezaron a buscarla para absolutamente todo, queriendo pasar tiempo a su lado. Habían desarrollado algún tipo de enamoramiento hacia ella. Y no le importaba, no se hablaba con ninguno de ellos.

El problema estuvo es que en ese grupo de interesados por la rubia, estaba incluido Damien y hasta un poco Pip. Lo sabía porque le hablaban entre clases, a pesar de que estaban rodeados de sus compañeros. Los observó sentada y sola, apretando los puños.

No sabía qué era lo que sentía, pero estaba como... ¿enojada y frustrada?

—¡¿Quién se cree esa zorra?! ¡Damien es solo mío! — pataleó el suelo como niña pequeña, gritando en un susurro. Tenía los orificios de la nariz inflados y la cara roja del enojo. — ¡Es mío!

La simple idea de que podrían hacerse novios era insoportable. Preferiría dispararse en la cabeza con la pistola de su padre que verlo. Una posibilidad de una en un millón, pero considerando que la única a la que había buscado hasta el cansancio era ella, bueno...

Sabía que no le era suficiente, lo sabía bien. No era divertida, mucho menos bonita. O al menos no tanto como Bebe Stevens. Pero tenía derecho a enojarse y sentirse mal, Damien era solamente suyo. Una rubia tonta no cambiaría eso de la noche a la mañana.

O eso esperaba.

—Mamá, quiero que me crezcan los pechos.

Su madre, sonriendo incrédula por ese comentario tan inesperado durante la cena, la miró.

—Si es por un chico, créeme que no quieres.

—No, nada más...

No por cualquier chico, al menos.

No quería... gustarle. Solo quería que le prestara más atención y así volvieran a ser los amigos de siempre.

—Pero ¿cuándo me crecerán?

—Pasará cuando tenga que pasar. No puedes saberlo ni acelerarlo.

Maldijo por lo bajo. Tenía que encontrar alguna forma de acelerarlo.

 Tenía que encontrar alguna forma de acelerarlo

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Nuevo día, nueva jornada escolar.

Se levantó, fue al baño, se lavó los dientes, se cambió y comenzó a peinarse frente al espejo de su habitación. Acomodó algunos mechones molestos, resoplando con hastío.

Al sonreírse en el espejo, tratando de darse ánimos, se dio cuenta de algo, más de otras cosas que nunca le habían importado ya que no le interesaba su apariencia.

✓ QUESTION...?, damien thorn.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora