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Odiaba a Damien.

Odiaba que siempre tuviera la razón.

Había salido sin doble chaqueta debido a que ya estaba llegando demasiado tarde a la escuela y Damien estuvo todo el día jodiéndola con que se enfermaría. Incluso trató de darle la suya, ya que de todas formas era inmortal. Todas esas veces la rechazó, molesta, alegando que ya se había acostumbrado al frío del pueblo. Había vivido toda su vida en South Park, ¿qué podría salir mal?

¡Oh! ¡Todo! Se había enfermado justo como él le había dicho que haría. Estaba pálida y estornudaba cada dos por tres, los mocos colgaban de su nariz. Y ahora Damien estaba en su puerta, tratando de entrar a la fuerza.

—No, no puedes pasar.

—¿Por qué?

¿En serio lo preguntaba, viéndola como estaba?

—Porque estoy enferma.

—¿Y crees que una simple mortal me va a detener? Hazte a un lado.

Rendida, lo hizo. Damien entró a la casa volteando a ver para ambos lados, asegurándose de que no hubiera nadie ahí. Sonrió divertida.

—Mi madre salió. — apaciguó su incomodidad con esa simple oración, haciéndolo suspirar.

—Qué bien, si me ve aquí empezará con su parloteo insoportable.

Era un hecho que no le agradaba a su madre, pero no podía importarle menos. Amaba a su hija y eso era lo único que lo tenía ahí ese día.

—Imagínate vivir con ella. ¿Quieres algo? — Damien negó, al parecer acabando de recordar la razón por la que estaba ahí.

—Vengo a cuidarte, ¿tú quieres algo?

—...no.

—Buen intento, debes tomarte tu medicina.

Al parecer con eso logró hacerla atar algunos cabos, ya que abrió la boca consternada.

—¿Otra vez te transformaste en un objeto del consultorio del doctor?

Esbozó una sonrisita ladina, encogiéndose de hombros. No era la primera vez que lo hacía. Y era enteramente culpa de ____, si no podía cuidarse a sí misma por algo tan importante como su salud menos podría confiar en ella. Abrió la puerta del refrigerador, donde estaba su medicina enfriándose. Él mismo se la sirvió en una taza de medición de 30ml, que era lo que le tocaba. La memoria que tenía cuando se trataba de ella era digna de estudio.

5 minutos después, y ya se encontraba a punto de explotar por su renuencia.

—Joder, no seas una nena, tómatelo.

—¡Sabe horrible! Pruébala. — le tendió el vasito.

Gruñó, rodando los ojos. Lo saboreó en su boca por un momento antes de tomárselo. ¿Por eso hacía tanto alboroto?

—¿Ves? Sabe a mierda, sí, pero me la tomé de una. Tú también puedes.

—Lo haces parecer tan fácil, pero si me la tomo de una vomitaré del asco.

—A ver, si lo haces, me quedaré contigo hasta que te duermas.

Eso la convenció un poco, así que accedió sin más. Solía tomar una siesta en las tardes y despertar al anochecer, por lo que terminaba llegando con ojeras al colegio. Despertar sin él sería algo feo, pero no podía pedirle que le diera algo más que eso. Se tomó su medicina, con muchas arcadas de por medio, pero lo hizo al fin y al cabo. Le llamó la atención que a Damien lo obedeció casi sin rechistar, y a su madre siempre le renegaba cada que le tocaba tomarse su pastilla de la mañana. No le dio más vueltas al asunto y juntos subieron a su habitación.

Se recostaron en su cama y comenzaron a besarse. ____ se aferró a él como si, al soltarlo, se fuese a morir. Damien parecía importarle poco el sabor de la medicina en su boca.

—Eres absolutamente hermosa... — sus manos no se detenían, seguían acariciando su cuerpo pegado al suyo, haciéndola suspirar. — Soy el hijo de Satanás pero no sé qué hice de bueno para que Dios me mandara a este ángel tan precioso.

—Damien, te amo.

—Yo más, preciosa.

La besó más apasionadamente, envolviendo su cuello con sus manos. No hizo presión, pero sintió una extraña necesidad por ponerlas ahí. ____ recordó el pequeño comentario de Estella hace unos días, lo que la hizo esbozar una sonrisa.

 ____ recordó el pequeño comentario de Estella hace unos días, lo que la hizo esbozar una sonrisa

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Oh, los besos que se dieron ese día le costaron caro. También el que haya tomado del mismo vasito de medicina que ella.

—¿No que eras inmortal?

—Cállate. — entonces, estornudó sonoramente, tapando su boca con su mano. Gruñó, molesto. — Me voy a suicidar, nunca me había enfermado.

Debía admitir que se veía muy lindo con sus mejillas sonrojadas, pero su ceño fruncido lo hacía mil veces mejor.

—Y sé que no soluciona nada, pero... te traje un café, amargo como te gusta. Pasé por la cafetería de camino aquí.

Damien miró el café, y luego a ella. Era la única que se había preocupado tanto ahora que se había enfermado, siendo la primera vez en toda su existencia. Suspiró profundamente, extendiendo la mano para que se lo diera.

—Gracias.

Ella se lo dio, y teniendo cuidado de no derramarlo, lo bebió. Un tueste muy oscuro genera un sabor amargo y ____ lo sabía, sabía que le gustaba así.

Ni siquiera su padre sabía eso.

Había logrado colarse en su corazón tanto, que empezaba a saber cosas que nadie sabía. Temía que si llegaba a profundizar más en su ser, encontrara algo que no le gustara y lo dejara. Temía admitir que eso lo destruiría.

✓ QUESTION...?, damien thorn.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora