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Las mañanas en South Park eran frías.

Solo eso. Frías. Gélidas. Siempre era invierno en el pequeño pueblo.

La gente debería de contraer resfriados todo el tiempo debido al frío, pero no era el caso. El sistema inmunológico de todos sus habitantes debía de haberse acostumbrado, o evolucionado, quizá. Pasaban cosas tan extrañas todos los días que un súper humano no sería llamativo.

Su compañía en el autobús escolar eran solamente sus audífonos, sus pensamientos intrusivos, y un libro si se diera la oportunidad de poder leer sin que los changos que tenía por compañeros se callaran. Si no viera a Pip hasta estar en la escuela, hablaría con él, pero tampoco era el caso. Llegaba muy temprano, antes que todos, o nunca alcanzaba el autobús, no sabía.

Sí, era amiga de Pip Pirrup, el saco de boxeo de todo el mundo. No entendía por qué, si había mucha más gente de la que se podían burlar, incluso ella entraba en las posibles opciones. Pero no, siempre era el pobre británico.

Ella estuvo ahí para defenderlo cuando le dijeron que no le caía bien a nadie. Ella estuvo ahí para romperle la cara a Stan y a Cartman en media fila de cafetería cuando dijeron que Pip era un nombre estúpido. ¡Incluso estuvo para darle un casco cuando los del equipo de fútbol americano no quisieron darle uno! Era su salvavidas aquí en South Park.

Dios Santo, cada día seguía impresionándole lo malos que eran con él. Defenderlo causaba que no tuviera muchos amigos, pero no le importaba. Con Pip le era suficiente.

Las clases con el Señor Garrison casi siempre eran lo mismo. Ella sentándose a la derecha de Pip, en la segunda fila. Su mano sosteniendo su cabeza, y hojeando desinteresadamente los libros escolares. Las puntas estaban maltratadas por lo tanto que solía rasparlas con las uñas, a la espera de que la clase comenzara. Siempre se quitaba los guantes al entrar al salón, y se los ponía al término del día.

Hoy había algo nuevo: Cartman entregando sobres de cartas, con una en su interior, evidentemente.

—Son las invitaciones a la fiesta de mi cumpleaños este fin de semana. — explicó.

Las fiestas de cumpleaños de Cartman siempre eran algo grande. Solo había ido a una en una ocasión, y fue cuando el cumpleañero en cuestión criticó su sudadera de Taylor Swift en frente de todos ahí. Se la estaba pasando bien hasta que se lo topó de frente. Recordaba muy bien cómo la dejó llorando en su cama esa tarde.

—Eric, yo no recibí ninguna invitación. — intervino Pip, con esa inocencia que removió su corazón el día que lo conoció y la orilló a volverse su amiga.

—¿En serio? ¡Cielos! ¿Dónde habré puesto la invitación de Pip? — oh, oh. Aquí venía otra burla. Por debajo de la mesa tronó sus puños, enderezándose. — ¡Pensemos! La invitación de Pip... ¡Ya lo recuerdo! Me la metí en el trasero. Así es. La escribí, la puse en un sobre, la sellé y... — hizo un ademán con las pocas cartas que traía en mano. — ¡Me la metí en el trasero!

Pip la miró por el rabillo del ojo, con la boca entreabierta del miedo. Sabía lo que vendría: ella dándole un puñetazo al gordo para defenderlo. Con la mirada y un leve movimiento de cabeza le dijo que no lo hiciera, con esa mirada desanimada que siempre lograba atravesar su corazón, y solo por eso se contuvo.

—Por siempre arruinada la posibilidad de que vengas a mi fiesta. Lo siento, Pip. — concluyó, reanudando su caminata por el salón.

Con un movimiento de labios, ella le dijo "no le hagas caso" y volvió a su lectura habitual. Si no lo defendía, lo consolaba; siempre era una cosa u otra. Poco tiempo después notó que la presencia del gordo no se había desvanecido, por lo que subió la mirada.

✓ QUESTION...?, damien thorn.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora