Nathaniel Moore se marcha de New York dispuesto a ganarse la vida y convertirse en el mejor arquitecto a nivel mundial y, porque no, a olvidar la traición de su hermano, Gael.
Sin embargo, los inicios jamás son fáciles y eso le lleva a viajar incans...
Nathaniel, con la maleta en mano, se dirigió al Hotel The Crown. Desconocía cuales eran los planes de Aurora, pero había pensado una opción para cada una de las posibilidades. De hecho, había anulado su estancia en el Hotel Prixton, pues si no viajaban ese mismo día a Madrid estaba decidido a pagar la estancia en este otro. Estaba preparado para cualquier escenario que le pintaran, a excepción de la indiferencia de Aurora.
El día anterior había enviado una única flor con una pequeña nota con la intención de limar asperezas, sin embargo, a pesar de que sabía que le habían llegado ambas cosas, jamás obtuvo respuesta. Así que, esperaba que fuera lo que fuese pudiera solucionarlo en persona.
—Buenos días, buscaba a la Sra. Molina. Había quedado con ella en las instalaciones.
La mujer de recepción lo analizó en silencio y tras unos segundos en silencio lanzó la más amplia de las sonrisas.
—¿Es usted el Sr. Moore?
Sí. Sin duda lo era y que aquella mujer estuviese al tanto de su llegada era la mejor de las noticias. De pronto, deslizó un sobre por encima de la mesa donde se podía leer con una preciosa y excelente caligrafía su nombre completo. ¿Qué narices era aquello?
—La Sra. Molina dejó esto para usted está misma mañana antes de marcharse.
—¿Disculpe? ¿La Sra. Molina ya no se encuentra en el hotel? —preguntó con evidente sorpresa.
—No, Sr. Moore. Hace un par de horas que salió con su equipo al aeropuerto.
—Gracias.
Dudaba que aquella empleada pudiera darle más información, así que con rapidez cogió el sobre y tras refugiarse en una enorme columna, lo abrió. Lo primero que vio fue una nota escrita a mano con la misma caligrafía del sobre y tras aquel papel un billete de avión dirección Madrid que salía a última hora de la tarde.
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¿Eso era todo? No solamente tenía que aceptar un acuerdo de mierda, sino que además tenía que viajar hasta Madrid para saber cuánto cobraría o de qué trataba el proyecto. Nathaniel no perdió el tiempo y con agilidad buscó la empresa por internet. Encontrarla fue fácil, de hecho, era una de las más conocidas en cuanto a construcciones o edificaciones, pero eso ahora poco le importaba porque quería darle un baño de realidad a Aurora y pensaba hacerlo de la mejor manera que se le ocurría. Tras analizar varias páginas, dio con su email de empresa y sin más, escribió:
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