SIN SALIDA (1/4) 🏳️‍🌈

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Mi nombre es Gabriela Quintana, y me encuentro en la azotea de un edificio, que se encuentra en frente del hospital donde está ingresada el amor de mi vida, Valeria. En el pasado fui una famosa ladrona, pero me detuvieron, siendo condenada a diez años de cárcel. El policía que me detuvo fue mi padre y si piensas que lo odio o quiero venganza para él creo que les voy a quedar debiendo porque de no ser porque me detuvo esa noche hubiera terminado muerta y jamás hubiera conocido a Valeria López.

El robo de aquella noche era una trampa, todo mi ser me advertía que era una trampa, pero mi orgullo me decía que yo podía con todo, en los años que estuve en la cárcel tuve tiempo de visualizar aquel robo en mi mente, teniendo que reconocer que no hubiera sobrevivido. Yo era el chivo expiatorio y los muertos no pueden declarar. A los cinco años mi padre me consiguió un permiso para trabajar en un museo como restauradora de obras de artes.

Y se preguntarán ¿qué loco contrata a una ladrona para trabajar en un museo, ¿no? Pues el hombre que me contrato era el mejor amigo de mi padre, además de que sabía de primera mano que era una de las mejores restauradoras del mundo. Yo siempre robé a personas ricas que compraban obras de arte en el mercado negro, algunas de esas obras terminaban en manos de sus legítimos dueños y otras en museos para que todo el mundo pudiera admirarlas.

Como todavía me quedaban cinco años, mi padre consiguió que me pusieran un grillete electrónico, ese localizador me permitía moverme dentro de unos kilómetros a la redonda en la ciudad. Por suerte, el hospital donde se encontraba Valeria, quedaba dentro de ese margen, de todas maneras, como estaba en cuidados intensivos, solo se le podía visitar una media hora al día, mi padre y yo nos turnábamos para que ella no estuviese sola.

Valeria no tenía familia, ella trabajaba junto a sus padres en la misma farmacéutica, estos murieron en el mismo accidente que la dejo a ella al borde de la muerte. Entre lágrimas recordé como nos conocimos. Me encontraba en mi taller de trabajo quejándome de lo mucho que me estorbaba el grillete en el tobillo, cuando entró por la puerta del taller era la perfección hecha mujer.

Me quede totalmente embobada mirándola, por suerte tenía una de las herramientas en mis manos, esta acabo en el suelo, si llega a ser una de las obras de arte hubiera terminado otra vez en la cárcel de cabeza. Aquella mujer me sonrió, enseñándome una figura, por lo que parecía era una figura que le regalo su difunta abuela, le tenía mucho cariño. La parte izquierda de la figura estaba bien, pero la parte derecha del rostro de aquella figura se había roto.

Coloque la figura en un escáner que me indico que la figura era simétrica, eso quería decir que podía sacar un molde exacto de aquella parte y después restaurar la parte estropeada dejándola como si fuera nueva. Cuando se lo dije a aquella mujer se echó a reír y a saltar llena de felicidad, verla así me hizo muy feliz. Entonces mi fijé como miró mi tobillo y creí que ahí, todo se había acabado.

— Si prefieres ir a otro restaurador lo entenderé— dije bastante abatida.

— No, no hace falta, sé perfectamente quién eres y lo que has hecho, pero también sé que eres la mejor restauradora de obras de arte, eso es lo que necesito- dijo aquella mujer con una gran sonrisa.

—¡Um! Sabes todo de mí, pero yo no sé ni cómo te llamas.

—Valeria López— qué nombre tan hermoso pensé.

— Igual te parece muy atrevido, pero algún día me gustaría invitarte a un café en la cafetería de enfrente.

—¿Por qué en aquella cafetería y no en otra?— preguntó la mujer cuyos ojos azules me hipnotizaban toda intrigada.

—Porque este grillete o localizador que llevo en el tobillo se pondrá a pitar si voy más adelante.

Valeria me miró sonriente, diciéndome que me aceptaría encantada ese café, esperé a que saliera del taller para empezar a saltar de alegría, sabía que estaba corriendo mucho y que tal vez no le gustaran las mujeres, pero sentí un par de señales que me decían lo contrario. Si algo había aprendido era a confiar en mi instinto, además Valeria se parecía muchísimo a Simone Simons cantante de Epica, mi grupo de heavy metal preferido. Yo, sin embargo, tenía un aire a Clémentine Delauney cantante del grupo Visions Of Atlantis.

Censurado Vol. 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora