-Perdóname Padre, porque he pecado.
Así se presentaba la hermana Consolación, una joven rubia, de ojos azules, su estatura de 1,63 aproximadamente, con una cara que los mismos dioses hubiesen pintado. La hermana Conso, como la llamaban muchos, estaba arrodillada delante del confesionario con las manos juntas en posición de oración esperando una respuesta del padre.
-Cuénteme, hermana.
-Padre... es que no sé cómo decir esto - la hermana se dejó llevar por el silencio, las palabras no le salían. -Tengo sentimientos por otra persona.
-Está bien...¿Y es la primera vez que los tiene? -le preguntó el padre.
-No, he tenido sentimientos por otras personas, pero estos sentimientos me queman por dentro.
El Padre tenía más de setenta años y era muy curioso.
-¿Son deseos carnales por alguien? - indago más el religioso.
-Sí, Padre. Son sentimientos pecaminosos.
-Entiendo y me temo que sé la respuesta por tu visible incomodidad...¿Son deseos por otra mujer?- el Padre preguntó sin miedo.
-Sí, padre, son sentimientos por una de mis hermanas.
-Cuénteme todo desde el principio. Quiero saber qué pasa en ese convento.
-¿Para qué?
-Para perdonar a todas las que no tienen el valor de confesar sus pecados carnales.
La monja Consolación no estaba segura de si haría bien confesando los pecados de sus hermanas.
-No sé... ahora no estoy segura en contar nada.
-Pues, ¿No querrá que mueran en pecado?
-No, padre.
-Cuéntame, hija, cuéntame... prometo no juzgar, solo escucharte- respondió el Padre muy comprensivo.
La monja se siguió confesando.
-Estaba yo de rodillas fregando el piso de un pasillo del convento con un cepillo cuando la vi por primera vez, era morena y muy guapa, venía con la madre superiora y la hermana Ángeles. La madre superiora, me dijo:
-Hermana Consolación, recoja y venga a la celda contigua a la suya.
-Sí, madre superiora.
-Allí la esperamos.
-Al terminar, fui a la celda y allí estaban las tres sentadas en la cama. La madre superiora me dijo:
- Hermana Consolación, esta es la hermana Iris.
-Encantada de conocerla, hermana Iris- le tomé la mano y le sonreí.
-Es muy tímida, su madre la dejó aquí para que la llevemos al buen camino. La dejó a su cuidado, hermana- dijo la madre superiora.
La madre superiora y la otra hermana se fueron. Me senté al lado de la hermana Iris y le dije: -A mí me abandonaron en la puerta del convento y me criaron las monjas. No sé nada de la vida exterior, pero del convento te puedo decir muchas cosas y todas buenas.
-No, no quiero estar aquí- me dijo ella con cara de pena.
-Si no quieres estar en el convento puedes irte cuando quieras- le contesté.
-Pues. No puedo, soy mala y solo Dios puede ayudarme- respondió Iris. Se abrazó a mí y me dio tanta pena que le acaricié la cabeza como si fuera una niña, y le dije: -No tengas miedo, todo va a ir bien.
-Eso espero.
Al día siguiente salí a dar un paseo por el bosque del convento y vi a la hermana Iris sentada en una roca. Me senté a su lado, le sonreí y le pregunté: -¿Estás mejor hoy, hermana? -Me respondió que no con la cabeza. Le cogí una mano y le dije: -Sabes, yo a veces me siento triste, pero luego se me pasa con el cariño de mis hermanas, te acostumbrarás a estar aquí.
-Pues. No creo- dijo con una sonrisa forzada.
Saqué una petaca. Cuando la vio la hermana Iris me preguntó:
-¿Eso es vino sacramental?-Sí, lo es- le dije sonriendo.
-¿No es un pecado, hermana?
-Sí, pero después me confieso- me eché un trago y le ofrecí. La hermana Iris bebió un poquito, puso cara de asco y me dijo:
-Me quitaron de las brasas y me han puesto en el fuego.-¿Lo dice por el vino, hermana?
-No, lo digo porque me gustaba una chica, y ahora usted me gusta más, hermana.
Aquella confesión no la esperaba. Se me subieron los colores, me levanté y antes de irme, le dije: -Rece, hermana, rece y quité de su cabeza los pensamientos impuros.
-Aunque quisiera no podría, hermana, es usted tan bella...
- escuchar eso fue la estocada para mí.Al día siguiente fueron todas las monjas a confesar y después de recibir el cuerpo de Cristo, me dijo la madre superiora:
-Las hermanas Lucy y Jenny han faltado a la comunión. Eso es una falta muy grave. Vaya y encuéntralas.
En el bosque oí risas y fui a ver si eran ellas. Sí que lo eran, pero no esperaba encontrarlas cómo las encontré. Se estaban besando y se habían quitado la cofia, sus largos cabellos de color negro y pelirrojo caían por sus hábitos, me escondí detrás de una roca y me puse a mirarlas. La hermana Lucy, la del cabello negro le quitó el hábito a la hermana Jenny, y la hermana Jenny se quedó vestida solo con su ropa interior blancas, sus medias blanca, el rosario con la cruz colgado al cuello y los zapatos negros. La hermana Lucy le echó las manos a los pechos, eran unos pechos grandes y redondos.
Al cura le gustaba llamarle al pan, pan, y al vino, vino. Le dijo:
-Senos, hija, al hablar de sexo se dice senos.
-¿No es pecado decir senos, padre?
-No, lo que es pecado es comerlas. Sigue.
Seguí con mi confesión.
-Después le apretó los senos y se los chupó. La hermana Jenny gemía y tenía cara de estar sintiendo un gran placer cuando dijo: -¡Dios mío, esto es el cielo!
Luego le quitó el hábito, ella a la hermana Lucy y quedó vestida igual, con la ropa interior y las medias blancas, el rosario y la cruz colgando al cuello y los zapatos negros. La besó con lengua y la hermana Lucy se la chupó, después la hermana Jenny le dijo: -Estás muy rica.
Le acarició y le lamió los senos, que aún era más grandes que las de la otra hermana. Luego le quitó las pantaletas. Tenía mucho vello negro en aquel sitio, Lucy se las quitó a ella y aún tenía más, solo que el suyo era pelirrojo. La hermana Lucy extendió el hábito sobre una roca, se sentó encima y la hermana Jenny lamió aquel sitio de abajo a arriba...
El Padre la interrumpió.
-Su intimidad, cuando se habla de sexo se le dice: intimidad. Es para que no seas tan vulgar.
-¿No es pecado, padre?
-No, para efectos de sexo, no.
-Bueno, pues bien, lamía su intimidad de abajo a arriba y después se lo frotaba con la palma de la mano. Poco más tarde Lucy se abrió mucho de piernas y la hermana Jenny le metió dos dedos dentro de su vagina. Mientras se lo metía y se lo sacaba dijo palabras muy fuertes- A la hermana se le hacía muy difícil expresar lo que había escuchado.
-Dilas.
-...Más rápido, puta londinense, puta de dos chelines, meretriz de barrios bajos, cabrona.
-¿Y gemía?
-Mucho, padre, gemía mucho.
El cura dijo en bajito:
-Quien tuviera diez años menos.
-¿Qué ha dicho, padre?
-Nada, hija, nada, siga hablando.
(...)
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Censurado Vol. 3
General Fiction(+18) Serie de relatos eróticos llenos de fantasía y pasión. Todos publicados al azar. ⚠️ ADVERTENCIA⚠️ Nada de lo aquí relatado es real, 100% Ficción. El contenido aquí expuesto es para consumo (+18), lenguaje explícito. Así que si lees mis relato...