EL HOMBRE DE MIS SUEÑOS.

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Mi historia tiene más de 30 años de entrega a un matrimonio que ha dejado tres hijos. Con mis 53 y pico de años encima debo reconocer que sexualmente no he conocido otro hombre distinto a mi ex y de quién por cierto me separé hace unos años. No tengo manera de comparar sexualmente mi desempeño y no he sentido caricias distintas a lo que fue mi vida de casada.

Para ser honesta, tampoco me atormenta, no es mi prioridad. Debe ser la edad o mi situación de vida que me impulsa a tener mi cabeza concentrada en sobrevivir. Mi entrega total es a mi trabajo, ahí me siento importante y valorada, cosa que dejé de sentir hace años estando casada. Sería una mentirosa si no reconociera que me han intentado cortejar, pero han sido hombres toscos de palabras y acciones, han sido también seres ordinarios y no solo por sus facciones. Me han hecho pensar que, para cerdos, ya era suficiente con lo que tenía.

Mi sexto sentido o mi olfato para detectar pretendientes se ha averiado. Me siento una mujer mayor que ya vivió lo que tenía que vivir y en lo referente a impulsos sexuales han mermado también. Creo que pocos se interesarían en mi actualmente o la mala suerte me arroja, hombres mayores que yo, desesperados por llamar la atención y que les cuiden como si fueran niños pequeños.

A todas estas, un hombre, unos diez años menor que yo ha comenzado a venir a mi oficina. A través de un cambio de ciudad fue trasladado a la zona educativa donde estoy adscrita y su visita ha sido bastante constante. En algunas ocasiones, que estoy sola, suele quedarse hablando o escuchando mis cuentos. A veces siento que hablo demasiado y él solo me oye por pura cortesía. Cuando pasa y mi oficina está ocupada de otros visitantes, saluda y se marcha. No imagino que este hombre pudiera interesarse en mi y las razones creo que me acompañan. Soy diez o doce años mayor que él, aunque físicamente pareciera que fueran 20 los años de diferencia.

Él hace ejercicio constantemente y yo apenas camino del trabajo a la casa y viceversa. Puede que mi genética de morena prieta me ayude a aparentar mi edad y verme interesante, pero él con su altura y blancura... no creo que se interese ni por mujeres mayores ni negras. Para mí, es un hombre simplemente educado y cortés, pues nunca me ha dirigido un comentario altisonante o doble sentido.

Debo reconocer que tiene una sonrisa llamativa, aunque poco la usa. He visto, por cierto, como otras mujeres cuchichean cuando él está cerca. Les llama la atención su porte y hasta la calva, he escuchado, que dicen le hace ver interesante. <¿Cómo será en la cama?>, escuché un día que le decía una profesora a otra.

El caso es que no me ha cortejado y las veces que coincidimos en mi oficina solo nos dedicamos a nuestro trabajo y a uno que otro chiste o comentario sobre el clima o la economía. Como les he venido diciendo, mi mente está centrada en otras cosas y la verdad me creo vieja para estos asuntos.

Un día se me ocurrió irme al trabajo con el cabello suelto y me sorprendió de manera agradable que Alex, así se llama, me dijo que me quedaba muy bien. Nuevamente estaba cerca de mi sitio de trabajo, aunque él está a unas dos cuadras de su puesto. Me dijo que tengo el cabello bastante largo y dejarlo así le daba toques juveniles a mi rostro.

Me ha gustado que Alex es comedido para decir las cosas a pesar de que en ocasiones se juega con sus compañeros y dice unas payasadas que hasta me río sin que nadie se dé cuenta. No sé si he permitido que su presencia ronde mis pensamientos. Sin embargo, reconozco que cuando solo pasa y saluda porque estoy ocupada o acompañada, me gustaría que se quedase más tiempo. Se hace menos pesado el trabajo.

Después de la jordana laboral, regresé a casa sola como lo hago desde los últimos dos años. Saludé a mi madre que preparaba la cena. Mis hijos no viven conmigo, tienen sus propias familias. Esa noche cuando me iba a dormir, no sé por qué, pero recordé a Alex sonriéndome y me sentí emocionada. No recordaba esa sensación de cosquillas internas invadiéndome.

A la mañana siguiente me desperté y descubrí que mi ropa interior estaba húmeda. Tal vez se debe a que este hombre invadió mis sueños o lo traje con mis deseos ocultos.

Recuerdo que en mi sueño estábamos en un sitio limpio muy iluminado, creo que era un restaurante, pero no había nadie. En el sueño sentía la mirada de Alex que me atravesaba mis pensamientos y que sonreía con complicidad, sin que yo dijera nada. Me había dejado nuevamente el cabello suelto y tenía un vestido playero blanco. No hablábamos, solo me miraba y yo me sentía ruborizada.

De la mesa donde estábamos de repente me encontré saliendo del baño, me iba a lavar las manos cuando lo veo parado en el lavabo. Se me quedó mirando y sonriendo. Estiró su mano y yo me intimidé, pero las mariposas empezaron a enloquecerse dentro de mí.

—Déjame lavarme las manos— le digo, pero él siguió con su mirada sobre mi y con su mano esperándome. Cuando camino hacia el lavabo y voy a abrir la llave, él toma mis manos con las suyas y se las lleva a la nariz. Trato de resistirme, pero sin hacer mucho esfuerzo. Alex me huele y me las besa sin dejar de mirarme. No puedo creer lo que está pasando. Estoy dominada por el miedo y el deseo. Sus labios dejan ahora que su lengua se asome un poquito y lame los dedos índice y medio de mi mano derecha. Quiero reaccionar, pero estoy flotando, las mariposas de mi estómago me elevan.

De repente estoy sobre el lavamanos y veo que Alex está abajo, mirándome y sonriendo. Está tocando mis pies, me quitó las sandalias y está acariciando mis tobillos. Yo solo lo miro desde esa perspectiva tan poderosa, me besa los tobillos, me huele y deja que su barba acaricie mi piel y siento que me quiero desbordar. No me doy cuenta, pero con su cabeza ha comenzado a separar mis piernas. Siento su barba en mis muslos. Es demasiada electricidad, demasiada energía la que está recorriendo mi cuerpo. Hago un esfuerzo y tomo fuerzas para colocar mis manos entre el vestido y el muro. Siento vergüenza de que vea mi intimidad, en mi cabeza de nuevo está la idea de que soy mayor que él, que soy una vieja.

No recuerdo cuándo fue la última vez que mi ex se acercó a mi sexo con su boca, tampoco recuerdo si era tan bueno como este preludio que soñé.

Dentro de mi sueño siento vergüenza porque mi ropa interior es cómoda y no erótica. Ya es tarde y mis manos ceden a la presión de Alex que llega a mi entrepierna y me besa en los muslos. No veo nada, él está debajo de mi vestido, es al mismo tiempo cómico y excitante. Sé que me mira, siento su aliento caliente, siento que mojo toda la tela de mi ropa íntima. Siento cómo palpita mi sexo y las mariposas siguen en el estómago y en mi pecho queriendo librarse de todas estas ataduras emocionales que tengo. De repente, Alex me toca, aprieto mis dientes, evito con todas mis fuerzas que me están abandonado, el arquearme de placer, hago resistencia, pero no puedo evitar que mis líquidos sigan saliendo como si un dique se hubiese roto dentro de mi ser.

Alex me acaricia con sus dedos por encima de la tela. Es delicado y enérgico a la vez, sus dedos resbalan por lo húmedo que está mi sexo. De repente vuelvo en mi y pienso, así son los traumas definitivamente, en que mantengo mi intimidad bien tupida. Pienso que a los hombres ahora les gustan las vaginas depiladas y la mía es un triángulo negro, ya es tarde cuando quiero lamentarme, mi sueño es ahora una pesadilla.

Me ha deslizado mi ropa interior a un lado, me ha visto. Estoy abierta de piernas con mi sexo palpitando y brillando de humedad. Alex me ha dado un beso justo en la ingle. Me ha jalado con sus labios mis bellos negro, ha respirado con fuerza encima de mi clítoris, me ha querido aspirar toda con su nariz, <Lo deseo>. Sin embargo, siento miedo y vergüenza, aún. Solo quiero que me toque, y entonces, ocurre. Pasa su lengua por mi vagina y ese momento me pareció eterno y único. Alex terminó esa primera lamida o probada de mi carne estampándome otro beso esta vez en mi clítoris, mi cuerpo tiembla, las defensas ceden y mi tensión me abandona. Él lo siente también y entonces...

Todos hemos experimentado la misma situación en un sueño húmedo, por lo general cuando más rico está el momento, se acaba la alegría, así quedé, probada y alborotada, la humedad en mi ser si me acompañó hasta que me duché y me renové. Me miré en el espejo y me sentí atractiva, vi mi sexo negro y frondoso y me pareció erótico, luego me fui a trabajar. Ahora a enfrentarme con el hombre de mis sueños.

                                                                            FIN DEL RELATO 

Censurado Vol. 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora