SIN SALIDA (2/4)

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Valeria quería ir a una discoteca donde se juntaban todos los hijos de los ricachones de la ciudad, decían que había que pagar la entrada, esta salía por el ojo de la cara. Iba a ser una noche interesante, yo siendo amante del heavy metal, me iba a adentrar en la cueva del enemigo. Cuando llegamos había cola por entrar, me puse a pensar que todos los que estábamos allí éramos imbéciles, en cualquier rato servían cerveza y no había que pagar por entrar. Valeria me agarró del brazo besándome, había perdido la guerra completamente, deje que me arrastrara a aquel infierno.

Una vez dentro tengo que admitirlo, el sitio no estaba nada mal, la música era horrible, pero el local era grande, suficiente para poder moverte por el lugar sin problemas, aunque estuviera lleno de gente. Llegamos a una barra interminable, pedimos dos cervezas, Valeria era de las mías, para salir de rumba, nada como la cerveza, el único inconveniente es que te pasas toda la noche orinando, Valeria me miró y me dijo.

— Vamos a la pista de baile Gabriela.

— ¿Tú estás segura? — Dios mío con estos tacones le iba a hacer polvo los pies.

Ella mirándome sonriente me dijo que sí, no sabía la que le venía encima. Bailando soy torpe no, lo siguiente, pero habiendo tanta gente alrededor, pasaría desapercibida, eso me decía a mí misma. Llegamos a la pista, empezaba el show, Valeria se movía con movimientos felinos, no podía dejar de mirarla y eso me ayudo a perder la poca vergüenza que todavía albergaba mi cuerpo. Llego un momento que me dije a mí misma que me dejaría llevar y eso hice, todo fue bien, divirtiéndonos y riéndonos, pero siempre tiene que haber alguien con la vocación de joder al personal.

Mientras hacía mil esfuerzos para bailar con los zapatos puestos y no morir en el intento, note como alguien muy corpulento me empujaba a un lado con fuerza. De no ser porque había mucha gente, chocándome con ellos hubiera terminado en el suelo, después de disculparme me dirigí al grandulón y le dije.

—¿Te has perdido grandulón?, la salida está por allí.

— Anda, vete de aquí y deja que tu amiga se divierta con un hombre de verdad.

— Amiga no, ¡novia!

Vi como Valeria sonreía al escuchar lo de novia, el grandulón frunció el ceño y dijo.

— ¿Eres una chupa almejas pelirroja?, seguro que no prefieres comerte mi pene, antes que la almeja de la escuálida está.

Después de terminar con el altercado con el grandulón y las consumiciones decidimos que era hora de marcharnos para terminar la noche disfrutando la una de la otra. Salimos de la discoteca cogidas de la mano, riendo, después de mucho tiempo era feliz de verdad. Cerca había un pequeño hotel, no era muy grande, una habitación limpia era suficiente para nosotras. Entramos y pedimos una habitación con demasiado entusiasmo, la mujer que nos atendió nos miraba de forma extraña, pero al ver la propina, una gran sonrisa se dibujó en su rostro y todo fueron amabilidades.

Su olor y calidez me tenían embriagada, era el néctar de los dioses y pensaba degustarlo con gula. Valeria al notar como mi lengua iba surcando su rajita apoyó sus manos en mi cabeza, tenía la vagina más hermosa y perfecto que hubiera visto jamás. No pude evitar que las lágrimas recorrieran mi rostro, los gemidos de Valeria cada vez fueron más fuertes, hasta que llegó a un delicioso orgasmo. Cuando aparté mi rostro de su intimidad, tenía toda la cara llena de flujos, ella me tendió la mano, acerco su boca a mi rostro y empezó a lamer sus propios flujos, eso todavía me puso más caliente de lo que ya estaba.

Después de la mano me llevó hasta la cama, me tumbo sobre esta, ella se colocó de tal manera que yo pudiera seguir disfrutando de ella y haciéndola disfrutar. Al notar el aliento de Valeria sobre mi casi consigue que me corra. Eso no me había pasado en la vida, para mí no fue un problema, demostraba que mis sentimientos por ella eran profundos y sinceros. Lo mejor vino cuando noté como su lengua jugaba con mi clítoris, la sensación era como si encadenara un orgasmo tras orgasmo. Jamás en mi vida había sentido tanto placer. ¡Nunca!

Mi corazón iba a tope y me faltaba el aliento, pensé que me moriría esa noche, pero sería la muerte más dulce. No había gritado un orgasmo en mi vida, pero esta vez lo grité a pleno pulmón, Valeria me miró con una sonrisa y me besó. Sus labios olían y sabían a mí. Valeria abrió sus piernas y pasando sus brazos por mi espalda me atrajo a ella, hasta que mi intimidad tocó el
la suya. Había escuchado de esta práctica, pero jamás la había probado. No podía haber sido con nadie mejor, Valeria empezó a rozar su apetecible vagina con la mía.

Al principio fue una sensación extraña, pero pronto esa sensación se convirtió en mucho placer para las dos. Cada vez movíamos nuestras caderas con más ímpetu, tanto que el cabecero empezó a golpear la pared. Cuando llegamos al orgasmo el golpe fue tan fuerte que creímos que habíamos tirado la pared al suelo.

Agotadas, con la respiración todavía agitadas empezamos a reírnos, la sonrisa se nos cortó cuando la dueña del hotel nos tocó la puerta para ver si estábamos bien.

—Menos mal que no ha abierto la puerta— dije mientras reía.

— Sí, si—  risa — que locura.

Las dos nos miramos y empezamos a reírnos, teníamos intención de ir a la ducha, pero Valeria y yo hicimos la cucharita hasta quedarnos profundamente dormidas. A la mañana siguiente nos duchamos, momento que utilizamos para seguir dándonos amor la una a la otra, después de vestirnos decidimos que mejor desayunábamos en otra parte. Pero cuando llegamos a recepción y todos se nos quedaron mirando, no he pasado tanta vergüenza en mi vida. Valeria se lo tomó mejor que yo, saludo a todos los presentes con mucha educación, yo hice lo mismo, pero con la cabeza agachada.

Una vez fuera llamamos a un taxi, este dejó primero a Valeria y después a mí. Jamás olvidaré la cara de asco que puso el taxista. Por suerte no vivía muy lejos de la casa de Valeria y no tendría que seguir viendo esa cara de imbécil por mucho tiempo más. Durante los siguientes meses los pasé en una nube, mi jefe se reía de mí diciendo que estaba tan enamorada que ya no me quejaba ni de lo incómodo que era el localizador en el tobillo. La verdad es que estaba más feliz que nunca, pero esa sensación de peligro no se terminaba de difuminar del todo.

Mi instinto me decía que algo estaba por suceder, algo malo que cambiaría mi vida y la de Valeria para siempre.

(...)

Censurado Vol. 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora