Mi relación con Dalia duro solo cinco años desgraciadamente, pero la disfruté como nadie y doy gracias por haberlo vivido. Conocerla fue lo mejor que me había pasado en la vida y perderla fue el golpe más doloroso. Los dos éramos montañeros y nos conocimos haciendo una ruta de alta montaña. Empezamos nueve personas y poco a poco todos se fueron retirando, al final solo nosotros dos, conseguimos alcanzar la cumbre que nos habíamos propuesto y cuando culminamos nuestra hazaña, nos abrazamos y ella me pidió que la besará.
Hasta ese momento nunca me había fijado en ella más allá de lo normal, solo como mi compañera de ruta. Era una más de las compañeras del club de montañismo y aunque había tenido sexo con alguna otra, jamás se me ocurrió pensar en ella como posible compañera de juegos sexuales.
La verdad es que la besé a modo de celebración por el éxito que solo los dos habíamos conseguido. Cuando ella me metió la lengua en la boca y empezó a lamerme, me pareció lo más sensual que me había pasado en la vida. Respondí a su beso, le puse las manos en el trasero para traerla contra mi erección y ella empezó a frotarse conmigo. -Que rico besas Javier - me dijo en un susurro.
Cuando cortamos el beso, ya estábamos deshaciéndonos de la ropa. El terreno no era el más idóneo para buscar un sitio mínimamente cómodo para tumbarnos, así que nos tuvimos que quedar de pies, le besé los senos mientras ella me tocaba mi paquete que estaba listo para la acción, después me agaché lo suficiente para darle los últimos toques con la lengua en el sexo antes de que se corriera.
Se puso de rodillas encima de su mochila y tomó mi miembro adorándolo y dándole toda la pasión que tenía. Recuerdo que entonces pensé que era la mejor mamada que me habían hecho nunca, aunque la verdad es que solo estuvo bien en comparación con las que vendrían. Cuando le dije que me iba a correr, incremento la succión y no me permitió sacársela, quería que me corriera en su boca y no pensé defraudarla.
No se la sacó hasta que estuvo convencida de que ya no iba a ser capaz de sacarme más, luego alzó su mirada buscando la mía y empezó a dejar salir mi pena de su boca. La ayudé a incorporarse y me besó apasionadamente, ya no era capaz de creerme lo que estábamos haciendo en la cumbre de una montaña. Al separarnos dijo que había sido maravilloso y la mejor manera de celebrar el éxito, luego remarcó que no era la forma más higiénica de practicar sexo oral. Ambos sudados después de cuatro horas de marcha ascendiendo por el monte, pero aun así había sido maravilloso y esperaba poder repetirlo en un sitio más cómodo para tener sexo.
Nos vestimos y empezamos a descender a buen ritmo. Deshicimos el camino andado en menos de hora y media, recuerdo que ella iba delante y yo no hacía más que mirarle el trasero, pensando en meter mi pene entre aquellas dos nalgas respingonas. Ella consciente de lo que yo miraba, me dijo que esperara a comérmelo a que llegáramos a la base, los dos nos reímos y comentamos que éramos unos animales. Después del esfuerzo y sin descansar, nos habíamos puesto a hacer sexo.
Al llegar a la base y reunirnos con los compañeros, Dalia, cerró el puño con el pulgar hacia arriba indicando que habíamos conseguido culminar la cumbre. Entre todos nos mantearon para felicitarnos y al bajarnos al suelo ya teníamos unas cervezas abiertas que nos bebimos de un trago... Era la tradición del grupo.
A partir de ese día nunca nos volvimos a separar, llegamos al hotel donde nos hospedábamos y nos bañamos en la misma habitación, no salimos hasta que conseguí que se corriera dos veces a base de un buen sexo oral y ella me hiciera una buena atención a mi amigo aún mejor que la de la cumbre. Eso sí, esta vez limpios y oliendo a gel de baño en vez de a sudor.
Recuerdo que me dijo que se estaba haciendo muy tarde y seguro que ya nos estaban esperando para comer. Además, esperaba que me recuperara para la noche porque quería pasarla con mi miembro bien duro dentro de su cuerpo. A lo que yo repliqué que esperaba estar a la altura de sus expectativas.
La semana siguiente nos vimos dos días para cenar y tener sexo. Pasamos el fin de semana juntos en mi casa, pasaron los meses y decidimos vivir juntos, era una forma de optimizar nuestros recursos económicos y el tiempo, además, nos encantaba despertarnos por la mañana juntos y oliendo a sexo de la noche anterior, daba lo mismo donde o como me corriera, al final, siempre quería exprimirme.
La desgracia vino unos años más tarde. En una revisión rutinaria le detectaron varios bultos en el pecho, lo que al principio nos dijo el médico que no era muy preocupante, al final se los quitaron y resultaron ser malignos, la operación era inevitable y aunque lloró desconsoladamente al enterarse, entre los dos lo superamos.
Pasó un tiempo hasta que la cirugía podría reconstruirlo y decidimos no recurrir a ella. Me encantaba besarla donde había estado su pecho que tantas veces había disfrutado de ellos, pedía que le diera atención a sus cicatrices, era como si le besara el pezón que ya no existía. Dalia para mi seguía siendo tan preciosa y deseable como al principio, nunca se resintieron nuestras relaciones sexuales por esta circunstancia.
Un año después, en el segundo control, volvieron a detectarle células cancerígenas de nuevo y el calvario empezó de nuevo. Una nueva operación, después las sesiones de quimioterapia, la pérdida del cabello y los dolores que tenía que calmar era todo muy doloroso. Dos meses después ambos sabíamos que lo inevitable se acercaba y fue decisión de ella solicitar al médico ingresar en paliativos para evitar su sufrimiento y el mío, no había vuelta atrás posible y ya llevaba más de quince días ingresada.
El día que iban a empezar a ponerle los calmantes y retirarle el tratamiento, pidió al personal médico que nos dejaran despedirnos en la habitación. Me pidió que la besará y le acariciara el maltrecho cuerpo que a mí me seguía pareciendo maravilloso, al separarme vi una sonrisa en su cara que hacía mucho tiempo que no tenía.
Me dijo que quería marcharse con un último recuerdo de mí, el que siempre le había encantado y si era verdad que en el más allá había otra vida, quería llevárselo junto con mi olor y mi sabor.
Me pidió que le diera una última alegría, y así lo hice como puede, pues era su capricho y quería dedicarle la energía que le quedaba. Durante todo el proceso nos estuvimos mirando a los ojos, viendo como las lágrimas de ambos discurrían por nuestras mejillas.
No fue realmente un acto sexual, fue un tributo a todo el amor que nos habíamos tenido y cuánto habíamos disfrutado juntos. Media hora más tarde, ella ya con los ojos cerrados y sin fuerzas, vinieron los médicos y me dijeron que me despidiera de ella, estaba en las últimas. Esa misma noche su pulso dejó de funcionar y la vida abandonó su cuerpo.
Hoy la recuerdo con dolor por haberla perdido, pero feliz por todo lo que fuimos capaces de darnos uno al otro. Nunca se me ha borrado y espero que siga ahí, en mi recuerdo, que me dedicó su última voluntad para que no olvidará tantos ratos felices.
FIN DEL RELATO
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Censurado Vol. 3
General Fiction(+18) Serie de relatos eróticos llenos de fantasía y pasión. Todos publicados al azar. ⚠️ ADVERTENCIA⚠️ Nada de lo aquí relatado es real, 100% Ficción. El contenido aquí expuesto es para consumo (+18), lenguaje explícito. Así que si lees mis relato...