25. Historias

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Jackie
—¿qué?
—muévete.
Me detuve en la puerta, bloqueándole el paso. Exigiéndole una silenciosa explicación. Ella tampoco se movió, sin embargo, fue imposible dejar de ver la ojeras negras y los labios resecos. Su cabello azabache estaba más corto.

Verla me había destruido la piel, me había dejado como un crío, aunque mi mandíbula estuviera apretada y mis puños se aferraran a la puerta con rabia.

Le cedí el paso, por fin,  y ella revisó rápidamente todo antes de entrar a casa. Gunther estaba en guardia, no volvería hasta la noche. Con suerte y podría estar en la cena que Jenna había planeado para darle la bienvenida a Michael. Si no es así, Alice le aniquilaría.
Me miró con esos malditos ojos fríos de siempre, y dejó su bolso en el taburete de la mesa junto a la cocina.

—¿no deberías de  estar en casa con tu perfecto esposo?

Había dejado una distancia considerable, y me había recostado a una de las paredes opuestas de donde ella estaba de pie.
Ella parpadeó, la vi tambalearse un momento... ¿ella tambaleándose? La escena me hacía reverente, me hacía gritar por dentro insultos que me paraban la polla de furia.
¿Pero en qué mierda estaba pensando yo en dejarla entrar? Toda la vida ha sido así, incluso con su propia hermana. No entiendo que sería de diferente conmigo... incluso después de haberle prometido el maldito cielo y después de haberla escuchado comprometerse con un imbecil más.

Que sus últimas palabras hayan sido "si le dices a alguien sobre esto te voy a destruir"... y que aunque no se lo haya dicho a nadie lo haya hecho de todas formas, cuando dijo "sí" en un altar.

—no volverá, se fue.
Sorpresivamente no me sorprendió. O al menos eso quise darle a entender con mi expresión.
—y estás aquí... ¿por qué?—me acerqué rápidamente, casi sintiendo como su cuerpo se estrujaba y su mandíbula se tensaba ante mi cercanía. Puse un dedo en su barbilla, y ella aspiró con fuerza.—¿quieres a tu juguete un poco más?

—no...—gruñó.—no eres mi juguete.
—juguete, distracción, ¿qué más da?
—¿eso creíste?
Mi labio se estiró.
—me dijiste que me amabas...—achiqué mis ojos, Gwen parpadeó.—y después te fuiste con otro hombre.—sentí la vergüenza en sus ojos, y aún así no bajó la cabeza.

Ella nunca bajaba la cabeza.

—lo siento.
—¿qué?—fruncí mi ceño.
No podía dar crédito a lo que escuchaba.
—me aseguré de aplastarte.
Me reí, algo muy crudo para mi gusto. Me arrepentí de hacerlo cuando Gwen dejó en el aire una mueca de dolor.
—me hiciste más fuerte a personas como tú.—escupí.
—no quería que el mundo me destrozara y entonces me hice más fuerte.
—síguete diciendo esa mierda hasta que te la creas, Gwen.—mi aliento estaba chocando contra su cara, y aunque nuestros pechos subían y bajaban con fuerza y rapidez; ninguno de los dos retrocedió.

—no tienes una idea de lo que tuve que pasar...
—todos estamos hecho de lo mismo, Jackie.—me interrumpió.—me dices a mi todo esto ¿y qué hiciste? Te acostaste con medio California...—hizo una pausa para acercarse aún más a mi, donde podía descubrir la cantidad de pestañas que tenía.—les demostraste a todos que eres igual que yo.

Las ultimas palabras las pronunció lentas y destructoras, con la única manía de la cual yo había estado de acuerdo desde el inicio... la manera en la que tenía de impactarme contra una montaña cada vez que se topaba conmigo.
Me juré no volver a caer y aquí estaba, a menos de un puto centímetro de sus labios, escuchando todo lo que me merecía escuchar.

Que se joda.

Me di la vuelta, y salí del departamento azotando la puerta con fuerza y bajando las escaleras hasta donde se encontraba Elain, la vecina del piso número dos. A la que me había follado hacía ya dos semanas sin parar...

Sanando Heridas/Michael Jackson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora