34. Guerra

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Jenna

Lo contaba, todo esto; como si fuera algo más de su día a día. Y no sabía cuál de las dos cosas me daba más náuseas. Solo podía mirarla atentamente con la boca abierta.

—era un pequeño de 8 años.—repetí, sintiendo gráficamente como el corazón se me hacía trizas.
Ella solo asintió mientras metía otro maní a su boca.

Estábamos en la sala de juegos.
Michael, Gunther y Alice se encontraban batallando en el Pac-man, peleándose por quien podría batir el récord que Michael había dejado en la máquina. Hayley y Jackie estaban en algún juego de baloncesto cerca del dispensador de dulces, tratando de anotar la mayoría de canastas como fueran posibles.
Mientras tanto, La Toya y yo, estábamos sentadas junto a un Mickey Mouse enorme en el centro de la sala.

Ya habían pasado 15 minutos desde que yo le había preguntado cómo había sido la crianza de todos en el pequeño barrio en el cual vivían. Gracias a mi hermana, y poco por mi madre; los primeros niños que habían oído cantar tan angelicalmente habían sido ellos... todos ellos. Eso era una clase de arte que mi madre apreciaba; aunque yo sabía que más que por el arte, la idea de ver a personas trabajar y matarse desde tan corta edad le causaba algún tipo de alivio estúpido.

—casi nunca hablaba de lo que sentía...—ella desvió su mirada hacia la nada y después viró hacia su hermano por encima del hombro. Asegurándose de que Michael no escuchara absolutamente nada de lo que estaba apunto de decirme.—mientras los demás siempre se quejaban; Michael se quedaba en silencio, siempre se quedaba en silencio. Nunca nadie lo entendió, pero con el tiempo lo descubrí, bueno... Janet lo hizo por mí.

—¿qué?
El corazón empezó a palpitarme tan fuerte que el pecho me dolió y lo escuché en mis oídos.
Ella hizo una mueca de dolor que no suavizó en lo mínimo sus palabras.

—desarrolló un pavor a dejar entrar a alguien a su vida interior, alguien que lo destrozara de la misma forma que su padre lo hizo.

Michael, entonces, volteó hacia nosotras en un salto. Emocionado por demostrar que había roto su propio récord.

Su sonrisa se borró al instante que miró las lagrimas bajar por mis mejillas.

•••

Colgué el teléfono.

—no es tan usual que tu jefe llame a tu departamento, ¿sabes?—Geller alzó una ceja.

—no, no lo es. A menos de que quiera informarte sobre la reunión que definirá tu futuro como médico.—solté. Las palmas de mis manos empezaron a sudar.—y por supuesto, echarme en cara que no le dije nada y lo tuvo que escuchar de parte tuya.

—¿reunión?—Alice sacudió su cabeza, con ella se movió su perfecto cabello liso azabache.
—es el sábado.
—cinco días.—Geller se tiró al sofá al mismo tiempo que alguien tocó la puerta.—un día antes del baby shower.—hizo un mohín dramático.

Tensa, había estado terriblemente tensa todos estos días, mis hombros dolían y las bolsas debajo de mis ojos estaban más marcadas que nunca. Mi cabeza dolía casi diario debido a la contractura de mi trapecio, y la visión me palpitaba de vez en cuando. Esperaba, perspicazmente, el momento en el cual todo empeorara, y eso me dejaba en vela día tras día, sin apetito y con ganas insaciables de tirarme de un maldito puente.
Mis pensamiento oscuros se vieron interrumpidos, gracias al cielo, por Wayne, quien entró al departamento después de que Alice atendiera su llamada a la puerta. Me ubicó en la sala y una leve sonrisa salió de sus labios. Más de lo que podía recibir de parte de Wayne.

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⏰ Última actualización: 10 hours ago ⏰

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Sanando Heridas/Michael Jackson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora