32. Sombras del pasado

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Finales del año 1989.

Narradora principal.

Los gritos estallaron en la habitación, y el sudor bajaba por el cuerpo tembloroso y ahora pálido de emociones de Gwen.
—largo, largo, largo, mierda.
Abrazó sus rodillas y le rogó al silencio dejarla en paz, mientras su garganta se cerraba cada vez un poco más. Un pésimo frío le recorrió la espalda y un chillido fue lo único que salió de su boca cuando volvieron a ella los gritos de sus padres, y el olor del armario húmedo en el cual se había escondido aquel día, en la oscuridad que ahora odiaba y que la aterraba con todo tipo de pesadillas macabras. Seguía escuchándoles en los susurros de los fantasmas que la atormentaban siempre, y había odiado cada segundo de cada minuto de su vida después de lo que había pasado el día que a su padre le arrebataron el viñedo de su infancia, la razón por la cual le había mentido a su hermana menor toda la vida. El secreto que se habían guardado todos estos años, la razón de su burbuja fría e impenetrable de sentimientos ocultos y rostro inerte. Y todo lo que había pasado esa noche que ahora solo quedaba en las maldiciones más dolorosas de su memoria.
La culpa la hacía temblar y su cuerpo era el que recibía los estragos de su furia cuando sus uñas desgarraban su piel. Furia hacia nada más que a ella misma.

¿Cómo pides ayuda cuando te mueres en silencio?

•••

Jenna

—¿crees que puedes sostener mi mano más fuerte?

Ryan asintió, y levantó su mirada hacia Michael, quien sostenía su hombro en apoyo moral. Volvió a intentarlo, pero el resultado fue el mismo.

Habían pasado dos semanas desde que La Toya y los chicos se había ido, Webber no discutía cuando se trataba de recuperar turnos de horas perdidas, y les hizo reponer el doble de las horas que perdieron. Michael se sintió tan culpable de hacerles trabajar más que envió regalos y comida hasta que Hayley se enojó y le ordenó que dejara de sentirse culpable por haberle dado uno de los mejores días de su vida. Por supuesto que Michael volvió a sentirse culpable, y no dejó de alegar por ello todos los días de la semana restante. Así que Wayne me permitió hablar con Bill, quien seguía en sus vacaciones anuales, y cuando al fin respondió, me reveló que Michael había estado visitando a un adolescente realmente enfermo que iluminaba sus días a inicio de año, y que sería una agradable sorpresa llevarlo unos días más a Neverland.

Ryan White era su nombre, y mi corazón se destrozó cuando Michael susurró la causa de su debilidad y su palidez; VIH. Él había estado más débil de lo normal estos días, según me había confesado su muy dulce madre, y yo me ofrecí a hacer un chequeo completo de sus signos después de nuestro picnic en el jardín de Neverland.
Jamás olvidaré como sus ojos brillaron y su sonrisa se agrandó al ver a Michael. Guardé el recuerdo en esa cajita en mi mente que utilizo para los momentos preciados.

—crees que soy débil pero deberías de verlo a él perder en luchitas.—bromeó Ryan, señalando a Michael con su pulgar.

El chico llegaba un poco más abajo de los hombros de mi novio, tenía un cabello rubio impecable, y una sonrisa preciosa, además de unos intensos ojos cafés que siempre miraban todo con curiosidad. Me hubiera reído de su chiste si no fuera porque me estaba tomando la mano tan débilmente que ni siquiera llegaba a apretarla del todo. Michael leyó mi expresión y su sonrisa fue una mueca. Casi sentí como empezó a dolerle el pecho.

—¿quieres algo de vitaminas? Logré conseguir para ti una intravenosa, después de tu descanso podemos ver una película y comer dulces—ofrecí, Ryan silbó.

Sanando Heridas/Michael Jackson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora