21. Meseras

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Narra Jenna

La calidez y la claridad me atacaron antes de que quisiera levantarme, mis piernas se sentían como gelatina y mis párpados parecían dos pesas extrañas.
—me estás espiando.
Murmuré al aire, una pequeña risa me confirmó que era cierto. Él estaba cerca de mi, pero ninguna parte de su cuerpo me estaba tocando. Al abrir mis ojos lo encontré con la cabeza apoyada sobre su muñeca, perezoso, y aun así parecía que ya se había despertado hace bastante tiempo. Sus rizos estaban totalmente sueltos, creando una cortina interesante en su rostro.

Podía quedarme así todo el día, en ese silencio delicioso, bajo esa mirada llena de cariño y de chispas que todavía no podía descifrar.
—¿has pensado en las posibilidades?—su voz estaba ronca, lo cual hizo más difícil evitar pensamientos llenos de esas mismas chispas. Michael se dio cuenta de eso, parpadeó, y de inmediato aclaró su garganta.—lo que hemos ganado y perdido todos estos años.
—¿te levantaste reflexivo?—sonreí, y aparté de su rostro algunos rizos rebeldes, él aceptó mi caricia cerrando sus ojos y disfrutando el roce, haciendo que mi corazón se estrujara por lo mucho que yo sabía que él necesitaba esto. Sí, ese era su lenguaje del amor. Contacto físico.
—siempre.
—no me gusta recordar mucho mi pasado, sabes.
—aveces es necesario.
Sus ojos se oscurecieron.
—¿pasa algo?—murmuré, él palideció.
—cuéntame tu historia con él, todo.

Un nudo en mi garganta, tensé mi cuerpo.

—no creo que...
—por favor.—insistió, con una mueca de incomodidad, como si las sábanas fueran lijas.
—de acuerdo.—fruncí el ceño. Él esperó paciente mientras yo acomodaba mis pensamientos y terminaba de despertarme.
—te escucho.
—Lo conocí cuando era una interna, después de meses de escoger pediatría él se convirtió en mi jefe. Nos casamos muy apresuradamente, ni siquiera terminé de conocerlo con el único temor de que yo me arrepintiera en lo absoluto. Pensé estar enamorada. Pensé que todo lo que veía eran cosas de mi mente, o al menos eso era lo que él me hacía creer, que era una celosa enferma.—hice una pausa para exhalar los recuerdos amargos y mantener a raya esa furia candente, Michael había tomado ya mi mano y su pulgar hacía círculos.—le encontré teniendo sexo con una enfermera, y yo cerré la boca.—el rostro de Michael se puso verde.—los chicos nunca se dieron cuenta de que le había perdonado ya una infelidad cuando a penas 3 meses después me di cuenta de que tenía una relación con esa enfermera, y además de eso, le encontré teniendo sexo con otra chica en nuestra casa, en nuestra propia cama.—rechiné mis dientes.— Cuando me quiso obligar a callarme de nuevo ya era tarde. Cuando yo no dejé que sus palabras me hirieran y me defendí, intentó obligarme y Jackie lo... dejó tirado en el piso.—exhalé.—y entonces prefirió largarse a otro hospital antes de pasar esa vergüenza.

—maldito, es un maldito. Maldito.—el rostro de Michael estaba rojo. Cerró sus ojos un instante, como si estuviera rezando plegarias para no romper a gritar, y después exhaló.
—lo superé sin problema—continué.—, de todos modos ya había sufrido la mayor parte en la relación. No lo extrañé ni un minuto. Aún así la desconfianza se enredó en mi mente y nunca me dejó. Hasta ahora.
—¿lo viste de nuevo después de eso?
—sí. Cuando cumplimos 13 meses de separados. Dos días antes de conocerte.

Michael se estremeció, entonces sus dedos por fin decidieron abandonar su cuerpo y acarició mi mejilla con suavidad. Una promesa, me estaba haciendo una promesa, y sin tener que hablar; yo le creí.
—yo jamás...—tomé su mano puesta en mi mejilla antes de que terminara de hablar, y le di un leve apretón.
—yo sé.—murmuré, él bajó su rostro y se acercó a mi para dejar un pequeño beso en mi cabeza.
—recuérdame darle un regalo a Jackie.
—hubieras visto su cara...—hice una mueca de dolor no por mi, sino por recordar la nariz rota de Liam y la sangre en el piso.
—pagaría lo que fuera para mirarlo.
—lo creo.—rodee mis ojos, recordando esa bendita cena a la cual asistimos en un HELICÓPTERO. Michael se burló suavemente, recordándolo también, pero aun podía ver estragos de lo que yo acababa de decir en su rostro.
Alcé mi cuerpo, dispuesta a que esas palabras desaparecieran de su memoria, no permitiría que pasáramos nuestras últimas horas pensando en algo tan abominable. Necesitaba su cercanía más que nada ahora, y así sacudir las sombras que envolvían mis recuerdos. Le abracé con calma, sintiendo la cortina de cabello en mis hombros, Michael se sumió en ese abrazo con la misma calma que yo.
—un secreto por otro.
—nunca he tenido una relación.
—eso no significa que no existieran chicas.
Guardó silencio unos segundos.
—se llamaba Diana...

Sanando Heridas/Michael Jackson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora