13. Los Angeles, parte 1

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Caos.
Hayley corría, chillaba por todas partes.
Alice estaba enojada, estresada porque tuvo que ir al hospital a ocuparse toda la mañana y tuvo muy poco tiempo para hacer su maleta.
Jackie estaba hace una hora molestándonos, completamente listo y con su pequeña maleta debajo de sus piernas.
Gunther acababa de entrar y Alice había desatado su furia contra él cuando le confesó que no había llamado a Tim para darle la dirección como le había pedido, ahora Tim nos esperaría en el aeropuerto.
Yo había mantenido la puerta de mi habitación cerrada, y cuando la abrí Alice corría de un lado a otro absteniéndose de darle un puñetazo a Hayley que chillaba y gritaba a cada rato. Rodee los ojos con la escena digna de una telenovela adolescente.
Por Dios, solo íbamos dos días...

El teléfono sonó y Gunther lo contestó. Yo estaba tomando de una botella de agua cuando él avisó que los taxis ya estaban en la entrada del edificio. Casi me ahogo con el agua cuando lo escuché, pero nadie lo notó porque empezaron a correr. Sentía que el corazón se me iba a salir y ni siquiera habíamos llegado a Los Angeles.
Y cuando todos estábamos en el taxi cuando recordé... la tarjeta.

—¡no!—jadee tomando mi cara entre mis manos.—¡espere!—le dije al chofer, los chicos me preguntaron con sus expresiones. Hayley casi me ahorca, pero antes de eso corrí hacia el edificio con las llaves en mis manos y abrí el cajón de mi armario. Ahí no estaba. Abrí cada uno de los cajones de mi mesa de noche hasta que en el último ahí estaban... esos ojos cafés y esa expresión masculina que me miraban con recelo junto a las palabras: "Michael Jackson Bad World Tour 1988". El gafete que Michael nos había entregado. Lo había olvidado. Y entonces sobre la cómoda de mi cama lo vi, el collar. Antes de si quiera pensarlo lo tomé entre mis manos y lo guardé en el bolsillo de mis pantalones... bajé de nuevo para encontrarme con los quejidos fastidiosos de mis amigos.

***

Había venido aquí hace muchos años con mis padres y mi hermana. Había sido una navidad. Y es de los únicos recuerdos hermosos que puedo esculcar en la memoria de mi infancia en esta ciudad.

Los Ángeles.

Las calles estaban inundadas, la gente corría, los carros se detenían. Habían mujeres. Niños. Hombres. Adolescentes. Jóvenes. Todos. Todos corrían por una misma meta, todos se dirigían a un solo lugar. El frío se había extinguido, estaba algo cálido en comparación con nuestro hogar, aunque las calles estaban húmedas y la ciudad se extinguía a nuestros pies. Todavía mejor que como lo recordaba, con más edificios, más color y más vida. Una chispa de felicidad quiso encenderse en mi pecho, aunque el frío que corría por mis venas quería deshacerse de ella.
Y cuando Hayley tocó el suelo del hotel no tardó mucho en apurarnos para poder tomar nuestros lugares antes del concierto.
Tim se quedaría con Alice. Gunther con Jackie. Y yo... con la bestia que corría de un lado a otro con maquillaje en sus manos y chirridos de alegría que me tenían agotada, sí, con Hayley.
Ella conocía a Michael, le había abrazado, le había inundado de recuerdos sobre sus canciones, sus álbumes, y todo lo que tuviera que ver con él en su corta vida. Le había visto hasta el cansancio, y aún así su emoción chorreaba como si no tuviera límites, como si nunca le hubiera conocido en la oficina de nuestro jefe.
La chispa de la curiosidad se encendió en mi cuando la miré actuar de esa forma, y antes de siquiera yo abrir la boca para preguntarle a qué se debía su actitud, ella me empujó hacia el tocador para que yo me alistara y la chispa en mi se apagó de inmediato.

Había elegido para el concierto unos pantalones. Unas zapatillas deportivas, una camisa corta y un blazer ligero y abierto que cubría mis brazos de la humedad del lugar. Perfecto. Cómodo. Sencillo.
Maquillé mis pestañas y regué un poco de rubor en mis mejillas. Trencé con cuidado mi cabello y dejé que unos mechones sueltos inundaran los lados de mi rostro. Suspiré al mirarme en el pequeño espejo de nuestro baño. Todavía pálida, todavía demasiado delgada. Mi suspiro con suerte empañó mi imagen en el espejo antes de salir de ahí.
La habitación era espaciosa, con una cama matrimonial en el centro, una lámpara de color cremoso en la esquina, una sola ventana grande que nos dejaba apreciar la ciudad y un armario pequeño donde acomodamos algunas de nuestras cosas, algo práctico y económico, perfecto para un solo día.

Sanando Heridas/Michael Jackson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora