LEVIHAN HISTORIAS CORTAS

¿Quién eres tú?

Mientras el eterno Morfeo los envolvía en cálidos sueños antes de dormir,  aguardaba paciente en aquel lugar donde toda esperanza parecía esfumarse.

Auschwitz-Birkenau 1944

La tenue luz de las lámparas apenas rasgaba la oscuridad de la cámara de gas. Un hedor nauseabundo impregnaba el aire, mezclándose con el sonido de los llantos reprimidos y las botas de los guardias. Entre la multitud de mujeres aterrorizadas, una joven gitana se destacaba. Sus ojos castaños brillaban con una mezcla de furia y resignación  su postura era erguida, desafiante, a pesar de estar desnuda, demacrada a punto de morir.

Cuando se colocó frente a ella, sus ojos se encontraron ¿Cómo era posible? En ese instante, él sintió una conexión profunda con ella, como si pudieran comprenderse sin palabras. A pesar del horror que los rodeaba. La cámara se sello, se introdujo el gas Zyklon B. La multitud se desespero, empezaron a sentir nauseas, no podían respirar, caían al suelo muertos. La gitana se llevo solo lo miraba, mientras se iba cayendo poco poco al suelo.

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He visto a faraones como Tutankamón perecer en el año 1323 a.C.,  reyes como Carlomagno en el 814 d.C. He presenciado la muerte de soldados en épicas batallas, como la de Juana de Arco en 1431, y el ocaso de grandes reinas como Isabel I de Castilla en el año 1504.

He visto imperios caer, como el Inca en 1532 ante la conquista española. He escuchado los gritos desesperados, las rezos, las muertes y el miedo en las dos guerras mundiales, la primera en 1914-1918 y la segunda en 1939-1945.  La ola de destrucción en Hiroshima y Nagasaki agosto 1945. Otra de sus absurdas guerras  1955 y 1975. Aquel lugar se llamaba Vietnam, entre varios sucesos. 

No entiendo a la humanidad. Observo cómo una y otra vez se repiten los mismos errores, las mismas guerras, la misma violencia, pero cuando quieren morir por decisión propia es interesante, cuando mueren como héroes sus espíritus encuentran la paz, cuando llegan a su edad avanzada temen, pero se dejan ir porque quieren encontrarse con sus seres amados, otros se quedan en el mundo de los vivos, ni a patadas entienden que deben irse. Pero así son los humanos. 

Cuando la reencarnación los trae de regreso cometen errores, buscan a quienes amaron, son mejores o peores, depende de sus acciones, de su libre albedrío. Morfeo dice que los humanos jamás pierden la esperanza ¿Sera verdad? Yo solo quiero volver a ver sus ojos, pero para eso debo dejar mis alas.

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 El sol matutino se filtraba por las vidrieras del Museo Nacional de Historia Natural, iluminando el rostro de Hange  Zoë mientras examinaba con lupa un fragmento de cerámica precolombina. Su meticulosa atención a los detalles era una de las cualidades que la distinguía como una de las arqueólogas más reputadas del mundo.

Hange no solo era una experta en excavaciones y análisis de artefactos, sino también una apasionada divulgadora de la ciencia. Su entusiasmo por la arqueología era contagioso, y sus conferencias en el museo siempre atraían a un público numeroso y diverso.

Esa mañana, Hange se encontraba inmersa en la preparación de una nueva exposición sobre las culturas prehispánicas de América del Sur. La exposición, que se inauguraría en dos meses, prometía ser un éxito rotundo gracias al trabajo meticuloso de Hange y su equipo.