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[27 de Mayo de 2025]

El mundo está lleno de causalidades disfrazadas de casualidades. Nada de lo que sucede es mera coincidencia, hay una serie de hechos complejos y alineados que nos llevan hasta el punto en el que estamos en este preciso momento.

Es ilógico pensar que lo que hacemos no tiene repercusión alguna. Cada acción tiene un resultado, por más mínima que sea. Efecto Mariposa suelen llamarlo, pero, aunque pueda sonar amenazador, algunas veces podemos usarlo a nuestro favor.

—Doctora Pearson, tenemos todo listo —anunció el muchacho desde la puerta.

La mujer tenía la mirada perdida en la laptop sobre su escritorio mientras el chico castaño la veía, expectante con las manos unidas en su espalda.

—¿Metieron los valores que les di? —habló ella, con voz autoritaria y fría.

—Así es —asintió.

—De acuerdo —cerró su computadora y suspiró con pesadez.

Cuando se puso de pie el chico le abrió la puerta del despacho y salió detrás de ella.

—¿Quiénes están ahí? —inquirió ella.

—Todo el equipo, doctora.

—Me parece estupendo —masculló.

Caminaron a través de un largo pasillo iluminado únicamente por luz blanca desde el techo. Se encontraban en un búnker subterráneo, escondidos de la civilización y los ojos curiosos del público.

Llegaron a una gran sala de controles, con varios muchachos vistiendo batas blancas al igual que la doctora Pearson. Ella los saludó levantando su mano y se fue directo a corroborar los valores en la pantalla.

Frente a ellos había una barrera de cristal templado de varias pulgadas de grosor, del otro lado había un artefacto en el que habían trabajado los últimos dos años.

—Buenos días, jóvenes —habló ella—. Me alegra tener a todo el equipo aquí reunido y que sean puras mentes frescas, ansiosas de conocimiento —les sonrió apretando los labios y todos asintieron—. Ya conocen el procedimiento, pero tengo noticias que darles, unas son buenas y otras preocupantes.

Los muchachos se comenzaron a ver entre sí, junto con el hombre a cargo de los controles.

—Recibí una llamada del gobierno. Esta será la última prueba que me permitirán hacer —comenzó a caminar de un lado a otro—. Los pobladores han comenzado a sacar algunas teorías de lo que sucede y no queremos los ojos encima de nosotros así que, si esta prueba no resulta exitosa, nos iremos a nuestras casas y daremos por terminado el proyecto.

Un murmullo colectivo se formó dentro de la sala. Todos eran estudiantes que habían mentido a sus padres para ir a ayudar a la doctora Pearson en el que prometía ser el logro más grande de sus vidas. Habían arriesgado demasiado para dejarlo ahí.

—La buena noticia —ella alzó la voz para recuperar su atención— es que ya sabemos que es lo que ha fallado anteriormente y hemos hecho los ajustes pertinentes. Esperemos el mejor de los resultados.

Nadie se movió después de eso, solo Frank, el chico que había ido por la doctora a su despacho.

—Hagámoslo —concluyó, decidido.

La doctora se giró en dirección al aparato tras el vidrio y los chicos se miraron entre sí. Todos parecía nerviosos, excepto ella.

Siempre había sido una mujer decidida y confiada. Una prueba de su experimento, que ponía en la cuerda floja su carrera profesional, no la haría flaquear.

El tiempo que nos queda ﹝+18﹞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora