[Marzo de 1993]
Línea original.Una ley fundamental del universo es que el caos y la entropía solo pueden aumentar. Nunca retroceder. Es como si el tiempo tuviera una preferencia en hacernos caer en la oscuridad del caos.
Evidencias hay muchas y Charlie tenía bastantes.
Sus últimos meses habían sido un completo calvario y a medida que el tiempo avanzaba, todo empeoraba. Parecía que el destino buscaba las formas más creativas para hacerla sufrir.
Había perdido al amor de su vida antes de que el otoño llegara.
Faltando unos días para navidad, a su madre le diagnosticaron un problema en el corazón que terminó con su vida de manera repentina en menos de un mes.
Su abuela sufrió un paro cardíaco cuando se enteró de la muerte de su hija y tuvieron que realizar un agobiante funeral doble.
Su padre llevaba dos meses enteros bebiendo hasta quedar inconsciente y ella aún no superaba la muerte de Eddie cuando ya tenía que lidiar con la de casi toda su familia.
¿Acaso podía estar peor que eso?
Salió una mañana de su habitación con la intención de prepararse algo para almorzar, pero el refrigerador estaba casi vacío. En la cocina se percibía un olor a rancio que no sabía si provenía de la pila de platos sin lavar en el fregadero o de la basura del bote que ya se había desbordado desde hacía días, pero seguían sin sacarla y echándole más encima.
La isla donde su madre amaba cocinar mientras platicaba con su abuela estaba llena de botellas vacías de alcohol, al igual que la mesita de centro de la sala.
Charlie caminó hasta allá y miró a su padre en camiseta interior con unos jeans sucios y una botella a medio tomar que se le derramaba por partes en el sillón cada vez que se empezaba a quedar dormido.
Ella resopló y negó con la cabeza antes de tomar su mochila entre la pila de ropa sucia junto a su padre.
—¿A dónde vas, jovencita? —balbuceó medio dormido.
—Lejos de esto —anunció antes de salir de casa.
Rick no era un hombre malo, nunca lo había sido. Se caracterizaba por ser un buen esposo, un padre amoroso y un hombre ejemplar. Pero los últimos meses lo habían destruido a él también.
Su hija perdió a su novio, un chico con el que todos se habían encariñado y que con su muerte se llevó una gran parte de ella también. Rick hacía todo lo que estaba en sus manos para ayudarla a salir adelante. Le pidió que ya no trabajara en la cafetería y que pasara más tiempo con Hanna, su madre. Ella solía hacer que su hija se abriera con más facilidad y podía aconsejarla mejor que él.
Intentaban sacar a flote esos problemas, pero todo se quebró cuando Hanna volvió del médico con un diagnóstico que no alcanzaron a comprender cuando ya tuvieron que preparar un funeral doble.
Rick perdió el rumbo y el sentido de su vida en ese momento.
Comenzó a beber un poco en las noches para conciliar el sueño mientras veía la brecha entre su hija y él cada vez más grande.
Su vida se convirtió en una constante de eventos trágicos que sólo aumentaron a medida del tiempo.
Charlie se cansó de todo eso, entonces se subió a su camioneta, que no manejaba en mucho tiempo y se dirigió al pueblo. Sentía que era momento de pedir ayuda. La situación la estaba superando.
Llegó hasta un instituto gubernamental en donde le habían ofrecido apoyo psicológico desde el accidente de Eddie y que se había negado a aceptar.
—¿Quieres contarme cómo murió? —preguntó la mujer frente a ella de una manera neutral después de varios minutos indagando sobre el fondo de la depresión de Charlie.
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El tiempo que nos queda ﹝+18﹞
Science FictionCharlie se enamora perdidamente de un chico que llega al pueblo a inicios de la década de noventas. En ese mismo año lo ve morir de una manera trágica y dolorosa, así que pasa las siguientes décadas pensando en qué pudo ser diferente para mantener c...