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[Mayo de 1993]
Línea original

—Quiero adoptar a Michael —declaró Charlie de manera tajante al llegar a la oficina de su psicóloga. Sabía que ella estaba a cargo del orfanato y que, si había alguien capaz de concederle la adopción, sería ella.

La mujer se quitó los anteojos en un suspiro y la miró con atención, esperando que estuviera bromeando sobre el asunto, pero al ver la seriedad en su rostro se percató de que no se trataba de algún tipo de chiste.

—No creo que sea la mejor opción para ambos. Están en un proceso de duelo y atravesando una gran depresión, no es recomendable ni siquiera que convivan.

—Precisamente porque ambos estamos atravesando por lo mismo es que considero que somos la mejor compañía del otro —puso su dedo sobre el escritorio para hacer énfasis—. Sus padres murieron el mismo día que Eddie, ambos hemos perdido a nuestras familias y usted ha visto el avance social que el niño ha tenido desde que me conoció. No pretendo alardear, pero también ha notado el gran cambio en mí. Tenemos un vínculo muy grande, no puede decirme que no se ha dado cuenta.

La mujer suspiró y se frotó el arco de la nariz, cansada.

—Eres muy joven, Charlie ¿Para qué quieres adoptar un niño? Ve, disfruta tu vida, enamórate y ten tus propios hijos. Michael ya está grande ¿Qué vas a hacer tú con un niño tan grande como él? Y que, además, tiene grandes problemas psicológicos.

—¿Sabe que voy a hacer con un niño así? —se inclinó hacia ella—. Voy a amarlo, cuidarlo y apoyarlo hasta que vuelva a ser completamente feliz. No pienso permitir que crezca en un lugar como este en donde la posibilidad de ser adoptado disminuye cada día más porque los matrimonios felices que usted tanto menciona, siempre vienen aquí buscando niños pequeños. Esto es como un refugio de perros, nadie se fija en los viejos, siempre buscan un cachorro lindo que puedan hacer a su manera. Nadie voltea a ver a los perros que ya tienen una historia, una vida y sus propios traumas porque no están dispuestos a esforzarse un poco para mejorar esas vidas que han perdido toda esperanza.

—No puedes comparar a estos niños con perros —frunció el ceño.

—No lo estoy comparando, los estoy usando de ejemplo. El punto al que quiero llegar es Michael me necesita y yo a él. Sé que soy joven, pero por ello mismo puedo cuidar mejor de él, puedo trabajar y darle todo lo que necesite. Yo sé que no volveré a enamorarme, después de Eddie no habrá nadie más. No me casaré ni tendré mis hijos propios, pero lo que sí puedo hacer es dedicarle mi vida a un pequeño que lo único que necesita es una familia. Nunca reemplazaré a sus padres, pero estoy dispuesta a entregarlo todo para darle la mejor vida.

No fue para nada fácil. Charlie asistió veintitrés días seguidos a la oficina de la psicóloga con un listado nuevo de argumentos bien establecidos de porqué debía adoptar a Michael.

A pesar de ser ella una persona civil y estar tratando con un profesional de la salud mental, logró tener tanto peso y poder en sus palabras que logró cambiar su forma de pensar y convencerla de aceptar.

Fue un largo proceso de documentación y trámites que cuando finalmente sucedió, Charlie lo sintió como un sueño. Hasta ese momento asentó toda la información de que se convertiría en madre de la noche a la mañana y que debía cambiar su formar de vivir y de pensar.

Buscó una casa lejos del pueblo en donde pudiera vivir con Michael, pero había algo que la seguía atando a ese lugar: su padre.

Era por él que seguía ahí viviendo en su casa de la infancia a pesar de ya tener al niño en su custodia y a su padre cada día más hundido en el alcohol.

El tiempo que nos queda ﹝+18﹞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora