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[En algún momento]

Eddie llevó a Charlie a una de las habitaciones dentro del mismo búnker, casi en contra de su voluntad.

—¡¿Cómo que tu padre es el creador de todo eso?! —preguntó escandalizada.

Eddie cerró la puerta tras él y se frotó las sienes.

—No es exactamente el creador de "todo esto" —realizó unas comillas con los dedos.

—Él creó la máquina del tiempo —señaló la puerta con obviedad.

—Esta sí.

—¿Cómo que «esta» sí?

—No es la única que existe.

—¿Qué estás tratando de decirme? —se puso las manos en la cintura.

Eddie se pegaba más a la puerta, como si el tamaño del cuarto lo estuviera ahogando.

—No es fácil de explicar.

—Entonces empieza de una vez.

—Charlie... ¿Por qué no descansas un rato y después hablamos? Puedes dormir o tomar una ducha...

—¿Pretendes que duerma después de todo lo que pasó? —se acercó a él con una actitud amenazadora—. Me vas a explicar en este preciso momento qué ocurre, porqué estas vivo, dónde estamos y porqué tu padre creó una máquina del tiempo, ah, y de paso también porqué que me odia.

—No te odia —suspiró.

—Apenas me vio y ya parecía tener ganas de ahorcarme.

—Es que... —miró hacia el techo y comenzó a mover uno de sus pies—. Te explicaré todo, pero primero toma una ducha —ella negó con la cabeza y Eddie no la dejó hablar de nuevo—. No lo digo para evadirte o porque huelas mal. El agua tibia podría calmar los malestares del viaje y te sentirás mejor para poder escuchar todo lo que tengo que decirte.

Charlie apretó uno de sus puños, pero sabía que no golpearía al amor de su vida, al menos no tan fuerte.

No le quedó opción más que obedecer.

Tomó un cambio de ropa sobre la cama que consistía en un pantalón azul oscuro para dormir y una playera gris, al menos podría quitarse la fea ropa que le ponían en el psiquiátrico.

Después observó su alrededor y se dio cuenta de que había solo una mesita de noche al lado de la cama y un sillón individual en el que Eddie se apoltronó para esperarla.

Se dio un baño rápido y confirmó que sus náuseas y mareos disminuyeron levemente después de eso. Quizá por ello cuando llegó a 1992 y fue a su casa a ducharse se sintió considerablemente mejor.

—De acuerdo, te escucho —se sentó en la orilla de la cama, secando su cabello con una toalla.

Eddie se acercó a ella e inhaló profundamente antes de sentarse a su lado, como si le pesara todo lo que tenía que decir.

—¿Qué quieres saber primero?

—¿En qué año estamos?

—2059.

Charlie sacudió la cabeza y cerró los ojos.

—¡¿2059?! —quiso confirmar.

—Sí.

—De acuerdo —pasó un mechón de cabello detrás de su oreja, tratando de guardar la compostura—. ¿Qué hacemos aquí?

—Primero que nada: escondernos.

El tiempo que nos queda ﹝+18﹞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora