[En algún momento]
Eddie llevaba días preguntándose por qué su padre le ocultaba tantas cosas. Sabía muy poco desde que había ido por él con una explicación a medias sobre porqué había fingido su muerte y porqué debían irse muchísimo tiempo antes de junio de 1992.
Había extrañado a su padre y eso lo había hecho seguirlo hasta ese búnker y mantenerse aislado, pero debía encontrar respuestas y no parecía que las encontraría ahí encerrado bajo tierra, así que, a mitad de la noche, decidió ir a buscar a alguien que parecía ser el centro de los males del universo: la doctora Pearson.
Su padre la había etiquetado como el anticristo en persona. Alan decía, mucho antes de la guerra, que Chronos podía ser utilizado para los fines más perversos jamás imaginados y Eddie le creyó por muchos años, pero cuando su padre le mostro una foto de aquél «anticristo», quedó sorprendido.
Pearson era una mujer bastante hermosa, sin tomar en cuenta su inteligencia y que era talentosa e innovadora, por lo cual el chico comenzó a sentir una latente admiración hacia ella.
Después de analizar mentalmente el funcionamiento de ambos artefactos, Eddie pensó que la idea de Pearson de cambiar la conciencia de las personas a otro cuerpo era más viable que trasladar un cuerpo completo a través del espacio-tiempo por las consecuencias físicas que éste les traía.
Así fue como condujo cientos de kilómetros a mitad de la noche hasta llegar al norte de Oregón a una linda casa a mitad de la nada.
Se estacionó lo suficientemente lejos para no ser visto y se acercó para mirar al interior por unos grandes ventanales. La casa estaba tranquila y solo las luces de la sala de estar permanecían encendidas. Ahí, un muchacho dormía sobre el sofá y Eddie no sabía si era algún familiar o pareja sentimental de Pearson, o tan siquiera si estaba en la casa correcta.
—Deberías entrar por la puerta de atrás, por ahí nadie te verá —le sugirió una voz detrás de él, haciendo que se sobresaltara.
Se giró en su dirección y se encontró con la misma doctora Pearson frente a él.
El mismo anticristo que su padre le había descrito.
—Lo siento... Yo no... —comenzó a tartamudear.
Ella le sonrió tranquila.
—Descuida, Eddie. Te estaba esperando —le palmeó el hombro.
***
—¿Fumas? —le ofreció una cajetilla de cigarrillos.
—No.
—Ya aprendiste la lección, cariño —ella sonrió con el cigarro sostenido con sus dientes cuando su rostro se iluminó con el fuego. Dio una fuerte calada y soltó el humo hacia el cielo.
La luna estaba en su máximo esplendor y los iluminaba por completo.
—¿A qué has venido?
—Necesito respuestas.
—¿Crees que yo las tengo?
—Creí que sí.
Ella sonrió con ironía y volvió la vista al frente. Le parecía bastante ingenuo.
—Tengo cáncer —confesó él.
—Lo sé, Eddie.
Se formó un silencio en medio de ambos.
—Ve a buscarla —habló ella.
—Ni siquiera la conozco aún.
—Entonces hazlo, no sé qué haces aquí conmigo —tomó el vaso de cristal y dio un gran trago.
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El tiempo que nos queda ﹝+18﹞
Bilim KurguCharlie se enamora perdidamente de un chico que llega al pueblo a inicios de la década de noventas. En ese mismo año lo ve morir de una manera trágica y dolorosa, así que pasa las siguientes décadas pensando en qué pudo ser diferente para mantener c...