Emma se muda a una ciudad nueva para comenzar su año universitario, teniendo que hacer su vida en solitario. Pero, durante el periodo conoce a Jake, un chico que pone su mundo patas arriba desde
su primer encuentro.
¿Logrará Jake enamorar a Emma?
Mis padres me acompañaron hacia el aeropuerto para empezar por fin el nuevo reto de mi vida. Comenzar mi año universitario. Nos bajamos del coche y cuando pusimos un pie en el depósito de equipaje las lágrimas de mamá no tardaron en salir.
— Por fin ha llegado el momento con el que has estado soñando tanto tiempo. Mi pequeña se hace mayor. – dijo secándose una lágrima con la manga de su jersey.
— Te voy a echar muchísimo de menos. Nunca hemos estado tanto tiempo separadas. ¿A quién voy a enfadar yo ahora? – dije rodeándola con las manos en su cintura.
Todo un drama.
— Yo también te voy a echar muchísimo de menos, pero ahora, tienes que demostrar lo que vales. – dijo colocándome las manos en los hombros.
— Me da un poco de vértigo. ¿Y si no soy suficiente? –dije preocupada. Mamá al final siempre tenía razón, quizás debería de haberme quedado en Minnesota.
— Es normal que te dé miedo al principio –interviene papá–. Pero mira el lado positivo, podrás conocer gente nueva y recorrer las calles de Nueva York como tanto ansiabas. Además, sabes que te vamos a llamar todos los días. –añadió.
— Muchas gracias. – dije riéndome.
— Infórmanos de todo lo que pase, y ya sabes, no pienses en la estúpida ruptura, ese cara de culo no te merecía. –dijo poniéndose tan seria que daba miedo.
— Lo sé. –dije separándome de ella.
— También te digo, no te prives de hacer lo que quieras en todo momento, además.... te he guardado preservativos por si acaso. –dijo papá riéndose.
— ¡CHARLIE! –lo regaña mamá.
— Anda ven aquí. – dicho esto, me apretó y me dio un largo abrazo. – Te queremos muchísimo, hija. –gritó cuando ya me estaba alejando.
Me ajusté mi pequeña mochila gris y subí las escaleras del avión. Me giré por última vez hacia la dirección donde estaban mis padres y sacudí mi mano en forma de despedida. Seguí mi camino y me senté en uno de los asientos del avión junto a la ventana, me puse mis auriculares y comencé a leer mi libro favorito. Estaba nerviosa, sí. Pero tarde o temprano tenía que enfrentarme a ello.
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