Capítulo 50 | El (casi) beso.

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Capítulo 50 | El (casi) beso.


— Es primordial que prestéis atención a esta clase y salgáis al pie de la letra mis indicaciones. Aprenderemos algunas cosas que hay que hacer antes de ir al hospital. –dijo el experto.

Estábamos aquí para sacarnos ese certificado para trabajar, Thalía estaba muy nerviosa por el incidente que ocurrió y no nos deja volver a ninguna de las trabajadoras sin el certificado. Nosotras nos encontrábamos en última fila, cuando de repente, la puerta se abrió.

— Disculpe, ¿llego tarde? –preguntó una voz potente.

No tenía que girarme para ver de quién se trataba, reconocería su voz hasta susurrando.

— Sí, joven. Llega tarde, póngase en última fila donde no moleste.

Tenía que ser una broma. Literalmente había toda una fila vacía, dos puestos delante de nosotras.

— Con gusto. –sonrió.

Harper me miró guiñándome un ojo y yo aparté la mirada. Por suerte no estaba a mi lado, sino al de Harper.

El señor siguió parloteando hasta que llegó a la parte práctica pero inquietante. La hora de hacer parejas. Ya empezaron a sudarme las palmas de las manos temiendo que me emparejase con algún anciano de la sala. No tengo nada en contra suya, de verdad, es simplemente que no me gustaría hacerle el boca a boca. Con el destino de mi parte, mi compañero fue un chico bastante atractivo; era rubio de ojos marrones y fuerte. Bueno, tenía ojos en la cara, ese chico estaba más que bien. Esperamos nuestro turno para salir al centro, mientras que seguían diciendo parejas. A Harper le tocó con una chica que parecía de nuestra edad y a Jake... con una anciana.

Tuve que contenerme para no reírme, pero fue prácticamente imposible.

— Pásatelo muy bien. –le susurré en el oído para que sólo él pudiera oírme.

Puso una mueca de fastidio, pero no replicó. Nos tocó al lado, pero a pesar de que no le gustase la idea de tener que hacerle la reanimación cardiopulmonar parecía entenderse muy bien con la anciana. Hablan de manera animada y sin pausas, hasta se reían. La situación me causó ternura cuando Jake le ayudó a levantarse.

— Perdona, pero tu pareja está delante de ti. –me regañó el médico.

Qué borde.

Y ahora estaba roja de la vergüenza, había conseguido que Jake se girase y sonriera de una manera triunfal, como si su objetivo se hubiera cumplido.

— Lo siento. –me disculpé.

Volví a centrarme en mi compañero que ahora me miraba expectante.

— ¿Cuántos años tienes? –preguntó sin discreción alguna.

— Eh... tengo veinticinco años. –contesté–. ¿Y tú?

No me gustaba decirles mi edad verdadera a desconocidos, ¿vale?

— ¿Cuántos crees que tengo?

— Veinte. –contesté rápidamente.

— Error. –sonrió–. Tengo veintitrés.

Asentí.

El médico antipático le habló con amabilidad a la anciana y en cuestión de minutos estaba con nosotros.

— Disculpa, ¿te importaría cambiar de pareja? no me siento cómoda con ese chico. –me preguntó.

¿Con Jake? ¿No se sentía cómoda con Jake? ¿Estaba de coña?

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