Capítulo 47 | Maldito Jake.

52 13 2
                                    


Capítulo 47 | Maldito Jake.


— ¿Quieres algo de comer? –preguntó sentándose en el sofá.

— Lo que quieras darme, no tengo quejas. –respondí dejando mi bolso en el perchero y tomando asiento a su lado.

— Bueno, se me ocurre algo que quizá te guste.

Ni siquiera tuve tiempo de responder, tan sólo me besó. Me arrepentí al segundo. Mientras que su boca se movía en sintonía con la mía y hacía porque nuestras lenguas se tocaran yo no paraba de pensar en el maldito encontronazo de la pastelería.

Maldito Jake.

Siempre pensando en él en los momentos que no tengo que hacerlo.

Sus besos bajaban por mi cuello y luego entre mis pechos, sin embargo, no sentía nada. Nada de nada. Me sentí mal, pero no quería hacer nada que no quisiera. Así que le dije que parara.

— ¿Qué pasa, hay algún problema? –preguntó recomponiéndose alarmado.

— Pensé que íbamos a comer de verdad.

Soltó una carcajada sonora.

— Qué inocente eres Em.

Si tu supieras...

— No tengo complejo de microondas, de verdad, pero es que hoy no me apetece.

— Está bien, te comprendo.

Honestamente, me dio la sensación de que se estaba intentando autoconvencer.

— Podemos ver Netflix si quieres.

Tenía la sensación de que cada cosa que salía por mi boca empeoraba por momentos. Sólo tenía que ver la cara de Stiven en ese momento.

— Claro.

Eligió una de acción. Fingí bostezar varias veces para ver si se daba por aludido y la cambiaba, pero no tuve suerte. Así que decidí hacer algo que no había hecho nunca. A pesar de que no me hablaba con Harper, había hecho de todo por entablar una conversación conmigo y decidí que ya era hora de arreglar las cosas.

EMMA:

Llámame en cinco minutos.

HARPER:

¿Algo va mal?

EMMA:

No preguntes, estoy con Stiven, la cita es horrible.

HARPER:

Ponme en altavoz, voy a llorar y todo.

Señoras y señores, esa es mi mejor amiga.

A los pocos minutos comenzó a sonar. A Stiven se le desvió la mirada de la pantalla de la televisión a mi móvil y yo lo cogí en mi mano.

— Es Harper, no sé qué querrá. –mentí–. Voy a ponerlo en altavoz.

Stiven asintió y yo lo puse en altavoz.

— ¡EMMA! No te lo vas a creer mi perro ha tenido un accidente y está muy mal, necesito apoyo moral, ¿puedes venir? –preguntó moqueando.

Sí que le salía bien, sí. Pero aquí la pregunta es, ¿cómo había conseguido llorar en tan poco tiempo?

— Por supuesto, vaya tragedia. Voy para allá, ya mismo.

Colgué y miré a Stiven.

Ni teníamos perro, pero coló.

— Tengo que irme. –anuncié.

Todo Lo Que Nunca Te DijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora