Capítulo 17 | Boxeo.

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Capítulo 17 | Boxeo.


— ¿Dónde está Jake? –pregunté al no verlo ni en la cama ni en el salón.

— Tu novio está en el garaje. –dijo Ryan bebiendo un sorbo de café.

— Gracias. –agradecí.

— ¿Café? –preguntó–. Marisa sigue durmiendo.

— No, gracias.

Fui directamente al garaje a ver lo que estaba haciendo.

Y estaba... Con unos guantes de boxeo pegándole a un saco.

— ¿Por qué estás... pegándole al saco? ¿Practicas boxeo? –me recosté en el marco de la puerta.

— A partir de hoy sí. Me estoy preparando por si hay que repartir como panes. –pillé su metáfora–. Quiero cuidarte y no quiero que te pase nada. –paró y se giró a mirarme.

— Pero no es necesario que le pegues al saco.

— Sí lo es, hay un loco ahí fuera que te acosa y quiere matarte. ¿Tengo razón suficiente?

— ¡Qué buen novio eres! Si pasa algo le cantaré Shake It Off y entonces sí que saldrá corriendo. –bromeé.

— Qué graciosa. –siguió pegándole.

— ¿Cuánto llevas aquí?

— Una hora y media. Pero vienes y me desconcentras. ¡Te parecerá bonito! –dijo sacándose los guantes.

— ¿Vienes a desayunar?

— Yo prefiero desayunarte a ti.

— ¿No tuviste suficiente anoche?

— Nunca me canso de ti. –dijo acercándose y robándome un beso.

— Dúchate y ya hablaremos, anda. –me reí.


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Salí de clase y Jake y yo fuimos a Rock's.

— ¿Sabes que me han ofrecido un puesto de trabajo en la empresa más famosa del mundo? –dijo emocionado.

— ¿De verdad eso es increíble? –me alegré.

— Lo es. Pero, es en Nueva Orleans. –dejó de masticar y atrapó sus ojos con los míos.

Suspiré y nos miramos.

— Eso es...

— A dos mil doscientos kilómetros, es decir, diecinueve horas y cincuenta y siete minutos.

— No pasa nada. –le cogí de la mano–. Estaremos bien. Estaremos genial. La distancia no podrá con nosotros.

Asintió.

— ¿Qué día es? –pregunté deseando que sea dentro de mucho.

— El día veinte. – Es decir, dentro de dos semanas.

Tragué saliva.

— Pero, es una entrevista, si todo sale bien, el puesto será mío y me incorporaré unos días más tarde.

Asentí.

— Y yo me graduaré dentro de dos años. Entonces me iré contigo. Empezaremos de cero. Una nueva vida juntos. –comenté entusiasmada.

— No quiero que antepongas lo que yo quiero a lo que tú quieres.

— No. ¿De verdad piensas que no quiero esto? Cuando por fin termine la universidad, con suerte me podré dedicar a tiempo completo a la escritura. Es lo que más quiero en la vida. –sonreí–.

— Bien. –asintió–. Quiero darte algo. –se sacó una caja del bolsillo.

— ¿Vas a pedirme matrimonio? –bromeé.

— Quiero que lo tengas. –sacó una cadena corta con un corazón pequeño precioso–. Yo tengo esto. –sacó una llave pequeña–. Tengo la llave de tu corazón, ¿no es así?

— Totalmente. –las piezas encajaban perfectamente.

No era como todos los demás, la llave estaba a un costado del corazón.

— Es una pieza única. –dijo rodeándome el cuello con la cadena.

— Es preciosa. Muchas gracias. –le di un beso corto. 


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