Capítulo 04 | Las estrellas.

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Capítulo 04 | Las estrellas.


Estábamos todos en casa escuchando como Marisa contaba cuando su hermano pequeño le gastó una broma a su abuela metiéndole harina en la parte trasera del secador de pelo, pero desconecté en seguida. Estaba sentada en el sofá con Jake, en el momento que sus piernas tocaban las mías accidentalmente o su brazo rozaba con el mío cuando gesticulaba o hacía alguna broma, mi respiración se entrecortaba y era difícil reincorporarme a la conversación.

— ¿Tú qué piensas, Em? –dijo.

— ¿Qué? Lo siento, no estaba prestando atención. –dije sinceramente.

— Te decía que, qué pensabas de la pizza con piña. –¿En serio? ¿Cómo podía haber gente le gustase eso?

— No me gusta. La prefiero sin piña.

— Por fin alguien con buen gusto. –dijo Jake sonriéndome.

Hoy no es mi día. Me había levantado muy abrumada por la distancia. Echaba mucho de menos a mis padres, era la primera vez que nos separamos por tanto tiempo y no lo estaba llevando muy bien. Entre ignorar las llamadas tan insistentes de mi ex, la añoranza a mi familia, y el sentimiento de faltarme algo, estaba fatal.

Echo en falta las conversaciones espontáneas, las risas compartidas y la calma de tener a mi hermana cerca. A veces cierro los ojos e imagino que está aquí conmigo intentando quitarme una de las prendas de ropa de mi armario o haciéndome bromas continuas.

También se juntó que estaba con la menstruación así que estaba más sensible de lo normal.

Lo único bueno es que hoy no he tenido clase.

Jake me sacó de mis pensamientos haciéndome la siguiente pregunta.

— Voy a por unas cervezas. –se levantó y se giró hacia mí–. ¿Me acompañas, Emma?

— Vale. –dije sin ánimos.

Nos dirigimos hacia la cocina y abrió un armario para sacar las cervezas. Yo me senté en un taburete, mientras él colocaba las cervezas en la barra americana con el abridor en mano.

Rompí con el silencio mirándome directamente y emitió las siguientes palabras.

— ¿Estás bien, Emma? –dije.

— Claro. ¿Por qué no iba a estarlo?

— Soy muy observador, por si no lo sabías. Me gustas tanto que no he podido apartar la mirada de ti en toda la tarde –dijo bromeando con tono irónico.

— Vaya. Pensaba que era la única. –dije siguiendo la broma–. Ahora en serio. Es una tontería.

— Sea lo que sea, si cambias esa sonrisa por un ceño fruncido, no es ninguna tontería.

— Vale. Echo de menos a mi familia. Nunca habíamos estado tanto tiempo separados y cada vez que vengo a casa y no los veo se me cae el mundo. Ahora pensarás que soy una ñoña, genial. –dije repiqueteando los dedos sobre la encimera.

— Claro que no. Es normal echar de menos a las personas que siempre te han acompañado en cada momento de tu vida. Lo raro sería que no lo hicieses. –dijo poniendo una mano sobre mi hombro.

— ¿A ti no te ha pasado nada interesante? Necesito tener la cabeza ocupada.

— Mi abuela vino ayer de Brooklyn, se suponía que iba a venir antes, pero quería ver un poco la ciudad.

— ¿Y qué tal con tu abuela? ¿Es de esas que parecen sacadas de cuentos para niños?

— Bueno. Si con cuentos para niños te refieres a que cada vez que me ve me estruja las mejillas, me pregunta si he conocido a alguna chica y si es mi novia.... sí, yo diría que es como esas. –dijo riéndose.

Todo Lo Que Nunca Te DijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora