Capítulo 43 | La vuelta al trabajo.

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Capítulo 43 | La vuelta al trabajo.


Una vez llegué a casa, me sequé las lágrimas rápidamente y llamé al timbre. Yo nunca llevaba llaves, siempre las llevaba Harper porque a mí se me acababan olvidando de alguna manera. Un segundo después, la puerta se abrió y Harper me recibió con una sonrisa como de costumbre. Esta no le duró mucho, pues al bajar su mirada a mi camiseta y ver que estaba totalmente rota, una expresión de disgusto inundó su rostro.

— Emma, ¿qué ha pasado?

Debatí entre contarle la verdad y mentirle. Si le decía la verdad me sentiría mejor, pero no arreglaría nada. Y si le mentía le haría daño. Yo o Harper. Tomé una bocanada de aire, y con una sonrisa falsa me armé del valor que no tenía y reuní fuerzas para decirle;

— Nada, es que en la lavandería hubo un problema. Se disparó el agua e intenté secar el suelo con un trozo de mi camiseta.

— ¿Y por eso vas medio desnuda? –preguntó sin creerme ni un ápice.

— No voy medio desnuda, sólo me falta un poco de tela.

— ¿Y la sangre de tu frente? ¿También has intentado parar el agua?

— No. Se cerró la puerta, e intenté hacer fuerza, pero una chica también estaba haciendo fuerza desde el otro lado y cuando abrió me dió sin querer. –mentí.

— Haré como que te creo porque sé que no me mentirías. –se echó a un lado.

— Claro. Yo nunca te mentiría.

Mentiría si digo que la culpabilidad no me consumía. Era como un peso que tenía en el pecho incapaz de dejarme respirar. Esto ocasionó los ataques de ansiedad repentinos que tenía de vez en cuando, sobre todo en la ducha. Cuando estaba desnuda ahí dentro y el agua corría por mi cuerpo pensé en lo que podría haber pasado si no llego a darle con el bote de jabón en la cabeza y la chica no llegase a entrar. No podía describir exactamente cómo me sentía, porque no sentía... nada. Ese era el problema. Sólo me sentía sucia e insegura. No había pasado nada, ¿pero y si...

— ¿Estás bien? –aporreó Harper la puerta.

— Sí. –me aclaré la voz.

— Llevas mucho tiempo ahí dentro y tengo que hacer pis.

— Pues entra.

Entró y cerró la puerta a sus espaldas.

— Estoy pensando que, luego me gustaría ir a hablar con Thalía. Creo que ya se le habrá pasado el enfado.

Mi idea era ir a hablar con nuestras antigua jefa porque ya que sabía que había sido Jota, con un poco de suerte le explicaría la situación y nos dejaría volver a trabajar ahí. Porque siendo honesta, no me veo trabajando en otro sitio que no sea en la pastelería.

— ¿Qué te hace pensar que cambiará de idea? –cuestionó.

— Bueno, han pasado varios días y quizá ya no esté tan cabreada. –razoné.

— Bien, como quieras. Pero te acompañaré, a fin de cuentas me lo cargué yo también.

Alerta roja, alerta roja.

— No. –dije inmediatamente–. Es decir, que quiero arreglarlo yo. Por mi misma. –completé.

Al salir de la ducha me cubrí el cuerpo con una toalla y empecé a secarme el pelo.

— Oye, ¿estás segura de que no ha pasado nada? –preguntó mientras se lavaba las manos–. Es que... te noto ausente, como sumergida en tus pensamientos.

Todo Lo Que Nunca Te DijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora