Capítulo 15 | Ven a buscarme.

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Capítulo 15 | Ven a buscarme.


Desperté de golpe sobre un colchón en el suelo. Era una habitación sucia, desgastada. Había manchas de todo tipo; estaba todo deteriorado.

Bajé la mirada hacia abajo para comprobar que no me habían hecho nada. Mi ropa seguía intacta, todo estaba en su sitio.

— Bien. Ahora tengo que ver cómo salgo de aquí. –susurré para mí misma.

Estaba esposada a una mesilla de noche rota, pero se ve que quien me había dejado aquí la cabeza no la usaba para pensar.

— Por lo menos si me secuestráis hacedlo bien. –volví a susurrar.

Simplemente, deslicé mi mano hacia abajo y ya estaba fuera. Ni siquiera las esposas eran de verdad.

Me puse en pie e inspeccioné la zona. Vale. Había una pequeña ventana, con suerte podía poner la mesilla rota y encima el pequeño mueble que había como cajonera –o lo que queda de él–.

En aquel momento en el que iba a colocar la pequeña mesilla de noche, escuché pasos.

Cada vez se acercaban más y más, pero no eran unos simples pasos, eran como si fueran botas.

Me acojoné, no voy a mentir.

Así pues, tomé mi posición inicial y me hice la dormida.

En ese momento pensé en Jake.

Ven a buscarme.

Y una lágrima me brotó por la mejilla.

Abrieron la puerta y al instante me reincorporé.

Era la misma vestimenta que el hombre de Deep Creek, pero esta vez más delgado.

Así que son personas diferentes...

O eso o ha adelgazado en tiempo récord.

— Qué quieres de mí, ¿eh? ¿Qué te he hecho yo? –pregunté aturdida.

Este no dijo nada, se limitó a arrimarme un sándwich y un vaso de agua.

Al agacharse le sobresalía el mango de lo que parecía un cuchillo.

A mí me da algo.

— Eres un cobarde. Da la cara. –las lágrimas no tardaron en salir. Sólo podía pensar en Jake, y cuánto más pensaba en él más deprimida me ponía.

El hombre se giró y se fue pegando un portazo.

Nada más salir me puse en marcha y apilé los muebles.

Cuando por fin logré empujar el cristal, miré hacia abajo esperando que hubiera metros de longitud.

Pero no, era suelo. Estaba plano.

Y sin pensarlo dos veces salté. Lo que no sabía era que había un perro rabioso de dos metros (irónicamente) corriendo hacia mí.

Mi primera reacción fue trepar por la enredadera del muro. Tal y como hice.

Trepado el muro corrí, corrí y corrí hasta llegar hasta Times Square.

¿Times Square?

Así que estaba a unos pocos minutos de mi casa. Eso sí, ni loca iba a mi casa sola ahora.

Por tanto, me dirigí hacia la de Jake.

Hice parar a un taxista pidiendo clemencia, no tenía dinero, mis cosas de la universidad se habían quedado en Dios sabe dónde. Ni siquiera tenía móvil.

Todo Lo Que Nunca Te DijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora