Capítulo 40 | Invasión de privacidad.

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Capítulo 40 | Invasión de privacidad.


Stiven

La gripe me iba pasando factura día a día. Tan pronto me encontraba increíblemente bien a increíblemente mal –que solía ser la mayoría de veces–. Me gustaba la idea de tener a Emma cerca a todas horas, se quedaba día y noche en la cama conmigo tan sólo se iba a por comida. Sin embargo, esta misma mañana la noté muy ausente.

— Jota ha salido de la cárcel. Está en Denver. –dijo con un tono de preocupación.

Me había contado vagamente que hace años tuvo un novio, Jota en cuestión, del que no estaba tan enamorada como ella pensaba. Pues cuando se fue a estudiar a Nueva York se enamoró de Jake. Comenzaron una relación en la que todo era muy intenso, perfecto e idílico. Sin embargo, cuando volvía a la ciudad de hacer una entrevista de trabajo me contó que tuvo un accidente que lo dejó tanto inconsciente como en coma. Al despertar no lograba recordar nada de Emma ni su antigua relación. Por lo tanto, Emma se quedó hecha polvo.

La primera vez que nos conocimos, en aquella fiesta, consideró en contármelo y me lo explicó. Esa fue la primera vez en toda mi vida que supe que me había enamorado profundamente de alguien. Sin embargo, no tenía nada que hacer ya que ella no superaba a su ex. Meses después, nos volvimos a encontrar aquí y supe que tenía que conquistar a esa chica.

No voy a mentirme a mí mismo diciendo que no tengo miedo a que un día llegue ese tal Jake y se entrometa en la relación de Emma y mía. Muchas veces se queda pensativa absorta en su mundo, es en aquellas numerosas veces que me pregunto en qué estará pensando con tanto resentimiento. Algunas veces, al caer en la cama cierro los ojos y pienso: si Jake ha recuperado la memoria y vuelve, perderé a Emma. Pero luego me consuela abrir los ojos y verla descansando en mi pecho. Como traza pequeños círculos en mi antebrazo y su respiración sube y baja al compás de la mía. El olor de su pelo y su olor corporal haría que cualquier hombre se rindiera a sus pies. Sin embargo, me eligió a mí, es por ello que cada día tengo más claro que este primer pensamiento no sucederá.

Previamente un repartidor timbró. Yo, me levanté de la cama con cautela de no despertarla.

— ¿Emma Miller? –preguntó una voz masculina áspera.

— Soy su compañera de piso y amiga. –informó– Puedes dármelas a mí. Le diré que se las han traído.

— No, prefiero dárselas en mano. El chico que vino a encargarlas pidió explícitamente que se las entregara en mano.

¿El chico que las encargó? ¿Qué chico?

Por el amor de Dios que no sea quien estoy pensando.

— Le estoy diciendo que soy de confianza. –insistió–. Además, si ese chico quiso darle una sorpresa ¿no cree que será mejor que las encuentre cuando despierte? –persuadió al hombre.

— Está bien, pero encarguese de que las reciba. Me dijo que era muy importante y no quiero tener problemas.

— Yo tampoco, créame. Muchas gracias.

Cerró la puerta de un portazo y unos pasos fueron alejándose. Mientras tanto, Emma se removió y yo me adelanté y me metí en la cama de un salto. Cuando despertó le hablé de que podía irse tranquila a trabajar, pero percibí que no me prestaba atención. Pues lo que le ocurría era que estaba acojonada porque su ex novio había salido de la cárcel.

No le di mucha importancia porque seguramente tenga cosas mejores que hacer que molestar a mi novia.


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— Voy a ir con Harper a una librería, ¿estarás bien? –preguntó.

— Sabes que sí. –respondí obvio.

Cerró la puerta suavemente, yo me quedé un rato debatiendo con mi yo racional y mi yo capullo si cometer semejante atrocidad que había estado rondándome por la cabeza hacía días.

Sé que está mal, pero si sigue estando aquí tengo que preocuparme y si no, puedo estar completamente tranquilo. Ahí voy: miraré por la habitación de Emma si tiene algún recuerdo o alguna foto de su ex. Jake.

Solté una bocanada de aire y revisé mirando a través de la ventana que efectivamente, ya no estaban. Entonces, me puse en marcha. Miré debajo del colchón, en los cajones de la mesilla de noche, en la cómoda, en el escritorio, en las estanterías... No había nada.

Me sentía muy mal al respecto, pero ya no podía retroceder en el tiempo, lo hecho, hecho está. Sin embargo, me quedaba un sitio por mirar: el armario. Si llegados a este punto no había encontrado nada, dudo que lo encuentre ahora.

— Veamos que hay por aquí. – mencioné en voz alta.

Abrí la puerta de este de par en par y abrí los cajones.

Está mal, está mal, está mal, me repetía mi cabeza.

En los cajones no había nada, como esperaba, sin embargo, una caja pequeña que había en la balda superior al fondo del todo me llamó la atención. Estreché la mano y la alcancé. Inhalé y exhalé un par de veces, entonces me armé de valor y la abrí.

En la caja predominaban un taco gordo de fotografías. De Jake y Emma. Sentí un pinchazo en mi interior. Quise ver las fotos, así que fui pasando de una a otra. Cada vez que pasaba más y más se le podía notar en sus rostros lo felices y enamorados que estaban. En ese instante supe que Emma jamás me había mirado como a él. La manera en que lo miraba estaba cargada de deseo, enamoramiento y plenitud. Por no hablar de lo que transmitían los ojos de él, era siete veces multiplicado por el anterior. Al final había una tira que parecía sacada de un fotomatón en el que abajo con la letra de la que supuse que sería de Jake ponía << Sé mi novia>>. Nosotros habíamos oficializado lo nuestro en un hospital, en un maldito hospital.

Por si fuera poco y la situación no empeorase por minutos, una voz femenina se aclaró la garganta y dijo:

— ¿Qué estás haciendo?

Mierda. Mierda. Y más mierda. Joder, ¿me podía ir peor?

Me giré y contemplé a una Emma que jamás había visto. Era una Emma llena de rabia, tristeza y decepción. Justo todo lo contrario que en las fotografías anteriores.

— No es lo que parece. –dije, pronunciando lo primero que se me pasó por la cabeza.


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