Capítulo 20 | La detención.

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Capítulo 20 | La detención.


20 horas para volver a Nueva York.

Me pasé la noche en el avión. Tan sólo faltaban unas horas para que Jake volviera.

Llegué y fui directamente a casa de Jota (no sin antes llamar a la policía por lo que pueda pasar). Respiré hondo y miré para adelante.

Llamé a la puerta tres veces y al cuarto golpe se abrió.

— ¿Emma? ¿Qué haces aquí? – preguntó descolocado.

— Tenemos que hablar. ¿Estás ocupado?

— No. Pasa. –dijo haciéndose a un lado.

— No, podemos hablar aquí en el porche.

Dadas las circunstancias ya no me fiaba de nadie.

Cuatro meses engañada.

Cuatro meses viviendo una mentira.

Cuatro meses de mi vida perdidos.

Se sentó en las escaleras dejándome a un lado.

— Dime, ¿Estás bien?

— La pregunta es, ¿tú estás bien?

— Claro. ¿Por qué no iba a estarlo?

— Sé la verdad. Lo sé todo. –dije.

Se tensó de pies a cabeza completamente. Jugueteó con sus manos y apartó su mirada de la mía.

— No sé a qué te refieres.

— Sé que tienes esquizofrenia. Sé que te medicas. Y también sé que tu padre era la persona que me acosaba porque lo tenías amenazado.

— Es mentira. Todo es mentira.

Negó con la cabeza con rapidez. Sus pupilas estaban dilatadas totalmente. Parecía... ido.

Nunca lo había visto así.

— Necesitas ayuda. He venido hasta aquí porque no puedes poner a la gente que te quiere en peligro.

En parte ese no era el motivo.

El motivo por el que he vuelto es porque temo que le haga algo a mi familia por querer hacérmelo a mí.

— No le hago daño a nadie. Emma, tienes que creerme. Él se lo ha inventado todo.

— Jota, de verdad. Esto no es sano, pide ayuda. Necesitas ayuda. –me puse en pie.

Las sirenas de la policía empezaron a sonar por toda la calle y me miró despectivamente en ese instante supe que quería matarme.

Lo vi en su mirada.

Me miraba con rabia y con desprecio.

Como nunca lo había hecho.

Corrí hasta ver el coche patrulla y los policías se llevaron a Jota en él.

Suspiré sintiendo que me había quitado un gran peso de encima brutal.

Fui a pie hasta casa de papá y mamá, ya que estaban a pocos minutos.

Llamé al timbre y mamá abrió.

— ¡Sorpresa! –exclamé.

— ¿Qué haces aquí? Pasa, no te quedes en la puerta.

Todo estaba como recién lo dejé.

— Hay algo que debería deciros. –dejé la chaqueta en el sofá.

Todo Lo Que Nunca Te DijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora