23: He's chasing me (run, run, run)

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Es la primera vez desde el incidente de las ratas que siento que me he sumergido en una novela de terror. Es justamente la escena en la que el antagonista (un vampiro, un asesino serial, un hombre-lobo, da igual) tiene al vulnerable personaje principal acorralado. Es el momento exacto en el que el protagonista se da cuenta de que ha llegado su final. No importa que intente escapar, que se esconda debajo de la cama, que llore por piedad, él siempre será más rápido.

Visualizo al chico de esta tarde. Los ojos llorosos, la sonrisa avergonzada, el rostro sonrojado. Su risa, tan armoniosa como hipnotizante. La forma en la que me rodea con sus brazos como si deseara protegerme de algo, como si deseara protegerme de sí mismo. Comparo la imagen mental con el chico que tengo ahora delante, y un escalofrío me recorre toda la espalda hasta la nuca.

—Tu hermana vino esta tarde —tartamudeo, desviando la mirada. Me cuesta creer que aún no he empezado a llorar— D-Dejó esto para ti. Quería asegurarme de que estaba en buen estado, lo digo por el Frágil que tiene escrito. Por eso lo abrí, y... —me callo de golpe cuando vuelvo a mirar a Sunghoon. Da un paso hacia mí, pero alcanzo a retroceder uno también— L-Lo siento.

—No importa —claramente sí importa—. Debe ser un regalo de mi madre, le encanta hacer regalos cada cierto tiempo...

—Tu hermana también mencionó eso.

—¿Así que conociste a Yein? —da un paso más, esta vez más largo— ¿Te dijo algo más?

—N-No —balbuceo, al tiempo que me alejo más rápido de él, con pasos dudosos hacia atrás. Siento que, en el momento en el que deje de mirarlo, Sunghoon va a saltar sobre mí, por lo que mantengo los ojos bien abiertos— No dijo nada más.

—¿Estás seguro?

Nuestro pequeño juego de persigue y escapa llega hasta la sala. Termino tropezando con mis propios pies y caigo hacia atrás, terminando sentado sobre uno de los brazos de nuestro viejo sofá. Es el fin. Sunghoon me alcanzó, es mi fin. Cierro los ojos con fuerza y siento como el agua empieza a acumularse sobre mis pestañas. Abrazo la botella de vino, indispuesto a dejarla ir.

Con una mano, Sunghoon agarra mi hombro, y la otra la deja caer sobre mi cuello. El tacto es helado, y su mano está húmeda. Empieza a acariciar mi piel con su dedo índice, y mi agarre sobre la botella se afloja. Aprieto los labios, expectante a la mordida final que tanto apareció en mis pesadillas. Ya puedo sentir su aliento sobre mi cuello, pero seguramente es un efecto secundario de la paranoia. Su voz se vuelve aún más suave, casi como un susurro.

—¿Estás seguro de que Yein no te dijo algo más?

La respiración que supuestamente percibí sobre mi cuello ahora la siento sobre mis labios. La única diferencia es que esta vez es real, no un invento de la paranoia. Al contrario de su piel, el aliento de Sunghoon es tan cálido como el sol que había esta tarde: abrasador y difícil de ignorar. Me abstengo de abrir los ojos, me aterra encontrar con unas iris rojizas y un par de colmillos brillantes y afilados frente a mí. Sus dedos siguen moviéndose sobre mi cuello con suma delicadeza, y puedo sentirlo cada vez más cerca. Las extremidades empiezan a dolerme, mis brazos y piernas se sienten como una masa pesada e inerte. La somnolencia empieza a apoderarse de mí, y siento que dejo de tener control sobre mi propio cuerpo, que he perdido todo rastro de fuerza de voluntad.

—Me dijo... que no abriera... el paquete.

—¿Entonces? ¿Hiciste caso omiso a lo que dijo mi hermana?

—Yo... lo siento.

Mis manos se deslizan sobre la botella de vidrio hasta caer a ambos lados de mi cuerpo. El vino ahora está al alcance de Sunghoon, de pie sobre mi regazo, servido en bandeja de plata. Me muerdo la parte interna de las mejillas, y paso mi lengua una y otra vez por la parte anterior de mis dientes. Sunghoon de repente desvía su camino para besar mi nariz, y me arrebata la botella de un ágil movimiento que no veo venir. Por fin abro los ojos, con tal lentitud y torpeza que parece que me estoy levantando de una larga siesta. Sunghoon toma mi rostro con ambas manos. No tiene colmillos u ojos rojos. Su rostro es el mismo de siempre, sin ningún rastro de oscuridad y con una sonrisa sutil cruzándose.

—¿Cómo te sientes, Sunoo?

—Estoy... cansado.

—¿Te duele algo?

Me echo hacia atrás, apartándome de su toque y cayendo sobre el sillón de la sala.

—Me duele todo el cuerpo.

—Mierda —maldice en voz baja, rascando su cuello y mirando el techo en busca de respuestas—. Creo que me excedí un poco...

—¿Exceder? —pregunto, aún con los ojos entrecerrados— ¿Qué quieres decir con... ?

—Olvídalo —se arrodilla junto a mí y me da unas palmaditas en la cabeza, volviendo a sonreír tan intensamente como siempre—. Deberías dormir, Sunoo. Te traeré una cobija —se levanta y se dirige a su habitación. Se detiene en medio camino y vuelve a voltearse hacia mí—. Ah, ¿cenaste, Sunoo?

Niego con la cabeza. Mi garganta se siente áspera y la voz no está dispuesta a salir.

—Entonces haré la cena. —se desvanece de mi (de por sí borroso) campo visual y reaparece al instante con una gruesa cobija con un estampado parecido a un tablero de ajedrez y dos almohadas.

Levanta mi cabeza cuidadosamente y acomoda ambas almohadas, cubriéndome con la cobija hasta los hombros. Abre el congelador y saca algunos vegetales. Llena una olla enorme con agua hasta la mitad y enciende la estufa. Alza los brazos y saca un par de cosas de los gabinetes más altos con una facilidad envidiable. Me limito a ser un lejano espectador, demasiado adolorido y aturdido como para decir una palabra. Sunghoon tararea una canción que no puedo identificar mientras corta fresas y las tira en la licuadora. Si Sunghoon cocina tan bien, me pregunto por qué hemos estado comiendo en restaurantes las últimas dos semanas.

Tengo la mente en blanco. Yein, el vino, Sunghoon, lo que sea que acaba de pasar, todo es una mezcla bizarra sin sentido. Alcanzo a ver mi celular sobre la mesa, y luego mis ojos se encuentran con la puerta, para volver a posarse sobre la espalda de Sunghoon.

Vampiro...

¿Los vampiros pueden hacer eso?

—Sunghoon —lo llamo. Mi voz suena demasiado ronca y es apenas audible bajo el sonido de la licuadora y la estufa juntas, pero sorprendentemente logra escucharme.

—¿Si?

—¿Qué me hiciste?

He's clearly a vampire || SungsunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora