Pasada una semana había conseguido alejarme de Connor y olvidarme así un poco del tema. Además, parecía que él también había decidido apartarse de mí en cierto modo, pues las veces que habíamos cruzado alguna palabra se había comportado de una forma muy distinta a la anterior. Ahora era seco, cortante, y ese no era el Connor que conocía.
No sabría decir si aquella situación me gustaba o no, simplemente era diferente y me hacía sentir muy extraña, como si necesitara aquellas estúpidas peleas.
¿Pero qué estás diciendo?
Era fin de semana y no tenía ningún plan, así que aproveché para salir a correr un rato y a la vuelta me topé con él.
Connor.
Estaba en la cocina preparándose un desayuno híper calórico basado en: cereales, tostadas con mermelada y algo de bollería que encontrara por alguno de los armarios. En ese momento me pregunté cómo podía mantener aquel impresionante físico con una dieta tan desequilibrada. Me quedé observando como le quedaban aquellos pantalones grises de chándal que llevaba y la camiseta blanca que usaba de pijama prácticamente desde que llegó. Me imaginé a mi misma acercándome a él y oliendo aquella prenda que, seguramente estaría impregnada de su olor.
¿Pero qué te pasa?
De pronto Connor se dio media vuelta y se topó con mi mirada clavada sobre él.
-¿Quieres algo?- preguntó con aire despreocupado.
Tardé unos segundos de más en reaccionar y pensar qué decirle, pues me había quedado mirándolo descaradamente. Finalmente, opté por disimular mi nerviosismo y contesté.
-¿Cómo puedes desayunar todo eso?
Connor simplemente se encogió de hombros y tomó asiento en la mesa de la cocina.
¿Pero qué coño le pasaba?
No lo entendía, él no era así. Normalmente me hubiera seguido el juego y me habría soltado alguna de sus pullitas insolentes. A pesar de su pasotismo, no me dí por vencida. No sabía por qué, pero necesitaba ese estúpido juego que habíamos establecido desde que lo encontré en la entrada de mi casa.
-¿No piensas soltarme una de tus bromitas? ¿Quién ha conseguido domarte Connor Hunt?
¿Connor Hunt? ¿Desde cuándo recalcamos su apellido?
-Supongo que me da pereza.
Seguía manteniendo aquella apatía tan dispar a su carácter propio. Por ello, decidí abandonar el marco de la puerta y me acerqué hasta tenerlo frente a mí. Únicamente separado de mí por aquella mesa de cristal.
Cómo odio esta mesa ahora mismo...
A continuación apoyé mis manos sobre esta y me incliné hacia delante para tenerlo más cerca.
-Ah, ¿sí? ¿Te doy pereza?
No sé por qué mi tono había descendido unos pocos decibelios y mi respiración entrecortada junto con mi mirada que lo devoraba, dejaba a la vista mis intenciones.
-Sí, no suelo aguantar muy bien a princesitas como tú a primera hora de la mañana.
Inmediatamente, se me dibujó una sonrisa pícara en el rostro, pues estaba consiguiendo que entrase en mi juego. Sin embargo, su cuerpo aún parecía impasible, apenas me había mirado y no era capaz de soportarlo. Necesitaba su atención, que me desnudara con la mirada, tal como había hecho hasta ahora, que me buscara las cosquillas, que fuera él quién intentase acercarse a mí constantemente.
-¡Qué raro! No me diste esa impresión cuando intentaste besar a esta princesita.
Por favor, no caigas tan bajo.
Conforme solté aquello último me arrepentí. Recurrir a lo ocurrido en el aula de lectura era muy rebuscado, incluso yo había intentado obviar lo sucedido durante toda la semana, pero es que necesitaba tan desesperadamente una reacción por su parte que mi cerebro no era capaz de razonar correctamente.
Comencé a analizar la reacción de Connor hasta el más mínimo detalle y, cuando ya parecía que iba a ignorar mi comentario, soltó una risita condescendiente y agregó.
-Sólo estaba jugando contigo, cómo se nota que vives en un cuento de hadas.
¡¿PERO QUÉ?!
Mentira. No podía creerlo. Él sentía algo por mí, lo sabía, se le notaba a la lengua. No podía hacer como si todo hubieran sido imaginaciones mías, un simple juego.
Mi expresión había cambiado por completo. Incluso me había incorporado y separado un poco de él.
-Anda, date una ducha bien fresquita a ver si así vuelves a la realidad. Además, después de la carrera no te vendrá mal.
Dicho esto, Connor cogió el croissant que le faltaba por comerse y se esfumó de la cocina, dejándome allí sintiéndome fatal conmigo misma y con millones de pensamientos encontrados que no eran capaces de desaparecer de mi cabeza.
¿De verdad era cierto lo que me había dicho? ¿No sentía nada por mí? ¿Todo habían sido imaginaciones mías? De pronto se me vinieron a la cabeza las palabras que mi madre me había dicho la noche de los Walker Awards.
-No todo gira a tu alrededor, Ashley.
Ya no me apetecía ni ducharme, no quería darle ni un ápice de razón a Connor o a mi madre. No soportaba seguir dentro de aquella casa, así que salí a toda prisa por la puerta y comencé a correr calle abajo.

ESTÁS LEYENDO
Mi protagonista
Romance¿Qué pasaría si tuvieras que convivir con un actor famoso? Ashley está harta de vivir en el mundo de ensueño de su padre, Robert Walker, un prestigioso director de cine. Pero la gota que ha colmado el vaso, es que este decida alojar en su casa a uno...