No veía la hora de salir de una vez por todas a la cancha. La mayoría de nosotros llevábamos muchos años entrenando para llegar al curso más importante de todos, el último. Competiríamos con los mejores equipos y además habría ojeadores que podrían ficharnos en el equipo de alguna gran universidad.
Por eso, en el vestuario se respiraba energía e ilusión.
-¿Estás preparado?- me preguntó mi amigo Brice.
-Nací preparado.- bromeé.
Minutos después ambos salimos a la cancha junto con todo el equipo. Allí nos encontramos con las animadoras realizando el número de apertura y con el cálido abrazo de la grada, que vitoreaba nuestra entrada.
-¡Demos un aplauso a los tiburones!- exclamaba el director refiriéndose a nuestro equipo.
Mientras saludábamos a la grada intenté localizar a mi chica en ella pero, por más y más que busqué no pude encontrarla. ¿Dónde demonios estaba? Quise pensar que se habría retrasado debido a la clase de lectura.
Comenzó el partido y los leones no nos lo ponían nada fácil. Tenían técnica y además eran rápidos. Por eso, tuve que vigilar bien mis espaldas para pasarle aquel pase a Brice que, casi que por suerte, consiguió encestar desde un poco menos de mitad de la cancha.
-¡Punto para los tiburones! Y conseguimos empatar llegada la mitad del partido- aclamaba el comentarista.
El marcador emitió un pitido que indicaba que disponíamos de un pequeño descanso, así que aproveché y dirigí de nuevo mi mirada a la grada. Nada. No estaba. ¿Por qué no había llegado aún?
-¡Aiden! ¡Ven aquí!- gritó mi entrenador.
Me acerqué a él a toda prisa y a continuación nos explicó la jugada que debíamos hacer. Minutos después el partido siguió su curso y tuvimos que salir a jugar. Sin embargo, esta vez mi cabeza sólo era capaz de pensar en Ashley, ¿dónde se había metido? ¿Por qué no estaba ya aquí? Ella sabía lo importante que era este momento para mí.
-¡Aiden, atento!
Me giré hacia mi compañero y me topé con una pelota que fué directa sobre mi cara.
-Aiden... Aiden...
Escuchaba su dulce voz a lo lejos llamándome, aunque esta vez sonaba algo agitada.
-Aiden, por dios, ¿estás bien?
De pronto reaccioné y al abrir los ojos me encontré con ella. Sonreí.
-Has venido.
-Pues claro, pero lo importante ahora es si estás bien.
-¿Por qué no iba a estarlo?
Intenté levantarme del suelo, no recordaba bien qué hacía allí, pero al intentarlo me mareé y mi cuerpo se tambaleó.
-Ven aquí, chaval.
Mi entrenador me agarró de la cintura y colocó mi brazo sobre sus hombros. A continuación, Ashley y él me llevaron al vestuario.
-¿Pero qué hacéis? Aún no ha terminado el partido.
-Ya, pero no estás en condiciones de jugar.
-¡Claro que sí! No me podéis hacer esto.
Estaba desesperado, no podían fastidiarme mi primer gran partido. Llevaba mucho tiempo preparándome para ello.
Finalmente, me sentaron en uno de los bancos del vestuario.
-¿Cuidas tú de él?
-Por supuesto.- contestó Ashley.
Cuando el entrenador se había ido, me dirigí a mi chica.
-¿Dónde estabas?
-Vaya, de eso sí te acuerdas.- dijo con una leve sonrisa.
-¿Qué ha pasado?
-Te ha dado una pelota en la cara.
De pronto todo cuadró en mi cabeza. Claro que me acordaba, y eso no iba a impedir que jugase.
-Ah, sí. Pero ya me encuentro mejor.
Intenté levantarme pero Ashley me agarró de la mano y me volvió a sentar en el banco.
-Tú no vas a ninguna parte, te quedas aquí conmigo.
-¿Por qué?- pregunté indignado.
-¡Mírate! Te tambaleas. No estás en condiciones de jugar.
Suspiré. Sabía que no tenía nada que hacer, así que volví al otro tema.
-¿Cuándo has llegado?
-Justo a tiempo para ver esa pelota sobre tu cara.
-¡Joder! Qué oportuna. Ya podrías haber estado cuando hemos remontado el partido.
-Ya, lo siento...
-¿Qué te ha pasado?
-He discutido con mi madre, quería que fuera a una estúpida cena con ellos y me ha costado mucho convencerla para que me deje venir.
-Jolín, ahora me siento culpable por haberme molestado antes.
-No pasa nada, no lo sabías.
-Eres la mejor, Ash.
-Para nada, Aiden.
Me abracé a ella y me quedé acurrucado sobre su pecho. Estaba tan bien cuando estaba cerca de ella...
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Mi protagonista
Romance¿Qué pasaría si tuvieras que convivir con un actor famoso? Ashley está harta de vivir en el mundo de ensueño de su padre, Robert Walker, un prestigioso director de cine. Pero la gota que ha colmado el vaso, es que este decida alojar en su casa a uno...