9. Connor

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La ira corría por mis venas a una velocidad mayor de la que podía controlar. ¿Qué me pasaba? ¿Qué cojones le pasaba a ella? No la entendía. Primero teníamos una cena en la que parecía que algo había cambiado entre nosotros, después me hablaba como si no quisiera saber nada de mí, ¿y ahora venía a interesarse por mi vida? Ni de puta coña. ¡Estaba jugando conmigo!

Odiaba que me mareasen, era de las cosas que más me jodían. Sin embargo, algo me impedía ignorarla y hacer como si no me importara. Intenté centrarme en la película y tranquilizarme, pero fue inútil. Así que como sabía que el señor Walker no estaba en casa, me tomé la licencia de ir a buscarla a su habitación.

Cuando llegué a la planta superior, abrí la puerta sin llamar y me la encontré leyendo sobre su cama.

-¡¿Pero qué coño haces?!

-No sé, tú has venido a cotillear sobre mi vida y ahora me apetece hacerlo a mí.

-¿Perdona?

No sabía bien lo que estaba haciendo, pero sí que tenía clara una cosa: quería hacerla enfadar. Quería que rabiara tanto como lo estaba haciendo yo por su puta culpa, así que comencé a husmear los papeles que había sobre su escritorio.

-¿Esto qué es?

-¿Y a ti qué te importa?

Vino corriendo y me lo arrebató de las manos. Se me escapó una sonrisa. Esto me gustaba mucho más. A continuación, me acerqué a una estantería y cogí un libro cualquiera.

-After. Hum, interesante. ¿No decías que odiabas las comedias románticas?

-Eso es de cuando era una cría.- intentó justificarse mientras se acercaba a quitarme el libro.

-Sí, claro.

-¿Puedes salir de una vez de mi habitación?

-No me apetece.

Después abrí un cajón cualquiera. Me ruboricé un poco al descubrir que se trataba de su ropa interior pero lo disimulé y cogí uno de sus tangas.

(Puff, no veas, ¿no? ¡Cállate conciencia!)

-¡Pero qué atrevida mariposilla!

Ella seguía intentando encajar el libro en su enorme colección cuando se percató de lo que tenía entre mis manos. Entonces su rostro se convirtió en un auténtico tomate.

-Ohh, ¿te da vergüenza mariposilla?

-¡SUELTA ESO!- exclamó entre gritos.

Entre risas lo solté en el cajón y levanté mis manos en señal de rendición. Ashley vino corriendo a cerrar dicho cajón y se plantó delante de mí para que no se me ocurriera volver a abrirlo. Después me acerqué a otra estantería y agarré un marco pero cuando ví la foto mi expresión cambió por completo. Eran Ashley y Aiden. No sé por qué me molestó, supongo que porque Aiden era un completo gilipollas.

-Ohh, este es tu noviecito, ¿no?

-¡Cállate!

La noté tensa. Era cierto que hasta ahora había estado muy molesta conmigo, pero hubo algo en esa foto que le tocó aún más que el resto de las cosas.

-¿Qué te pasa? Estás tensa.

-Déjame en paz.

-Ohh, ¿hay problemas en el paraíso? ¿O qué?

-¡Qué cierres la puta boca!- estalló.

Aquello sí que me sorprendió. No estaba acostumbrado a verla tan súmamente enfadada. Ashley se me acercó para volver a quitarme lo que tenía entre las manos, pero entonces se me ocurrió levantar el brazo para que no pudiera alcanzarlo. Ella decepcionada se quedó parada y respiró para calmarse.

Entonces, si me había sorprendido hasta ahora con su actitud, ahora lo hizo aún más. Se acercó a mí más de lo que mi instinto podía soportar, dejando su cuerpo demasiado pegado al mío y su boca demasiado fácil de alcanzar.

¡Dios, para ya!

Me quedé paralizado en silencio mientras que ella me miraba con esos enormes ojos azules que pretendían darme miedo pero que conseguían todo lo contrario. Justo entonces, cuando me tenía embobado, susurró.

-Te lo voy a repetir una vez más. Dame el cuadro y sal de mi cuarto.

-¿Por qué debería hacerte caso?

-Si no, verás las consecuencias.

Entonces me reí. ¿Consecuencias?

-¿Se supone que debo asustarme mariposilla?

-No quieras descubrirlo.

Justo entonces ambos escuchamos la puerta de la entrada. Ahí sí que sentimos miedo.

-¡Hola chicos!- exclamó Robert desde la planta de abajo.

Al bajar la guardia, Ashley me empujó corriendo fuera de su cuarto y recuperó su cuadro justo antes de cerrar la puerta. Así que me quedé allí en medio del pasillo sin saber bien qué hacer, ya que yo dormía en la habitación de invitados y esa se encontraba en la planta baja. Pero de repente los Walker empezaron a subir las escaleras, así que no tuve más remedio que reaccionar y encerrarme en el cuarto de baño esperando que no entrasen en él. Por suerte para mí, no lo hicieron. Únicamente pasaron por el cuarto de Ashley para saludarla y posteriormente se fueron a su habitación.

Una vez que el peligro había pasado, me fijé mejor en el interior de la habitación. Estaba llena de maquillaje y productos para el pelo en todas las estanterías, así que supuse que sería el que usaba Ashley. Empecé a cotillear las cosas que tenía, supongo que porque sabía que si me viera le molestaría. Aquella idea me hizo sonreír. Entonces encontré su colonia, era una llamada Kenzo, tenía una flor pintada en el bote y no me sonaba haberla visto nunca. Tampoco es que yo estuviera muy interesado en el mundo de las colonias. Después decidí echarme en la muñeca y olerla. Al hacerlo se me vino la viva imagen de Ashley, olía a ella, solo a ella.

Cuando levanté la mirada, me sorprendí al verme sonriendo en el espejo. Tenía cara de imbécil. ¿Qué cojones me pasaba? ¿Por qué mierda me había echado yo su colonia? Salí de allí corriendo. Además, al fin y al cabo tampoco podía entretenerme, ya que en algún momento los padres de Ashley saldrían de su habitación.

Nunca admitiré esto en voz alta, pero puede que aquella noche oliera la colonia de Ashley de mi muñeca.

Mi protagonistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora